Un enfoque de oportunidades para todos
FORBES- 4 de septiembre de 2018
Un marco de políticas de acción
para el desarrollo inclusivo que vaya más allá del discurso y ponga a las
personas en el centro de la reflexión.
La preocupación no es nueva,
sigue siendo la misma que habitó en las cabezas de Tomás Moro, de Karl Marx, de
John Maynard Keynes de Picketty. El tema de la desigualdad de la distribución
de la riqueza es una cicatriz. La línea que divide a quienes todo lo tienen de
aquellos a los que todo les falta es oprobiosa. Anhelamos la utopía, esa ciudad
en la que la sociedad vive en una forma ideal, el buen lugar, contrastante al
mal lugar de las distopias. Y, por alguna razón, el Hombre se dejó encandilar y
en vez de caminar hacia la sociedad política ideal, con un plan, proyecto,
doctrina y sistema deseables, optamos por el camino al revés. Es un sinsentido
que la Organización para el Crecimiento
y Desarrollo Económico (OCDE) aborda en su publicación Un marco para la acción
política sobre el crecimiento inclusivo. Este informe presenta el Marco de la
Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económico para la Acción de
Políticas sobre el Crecimiento Inclusivo, desarrollado para ayudar a los
gobiernos a mejorar las perspectivas de los que actualmente se quedan atrás.
Parece que en la OCDE se
reflexiona sobre algo que hemos dejado de ver a lo largo de la historia de la
humanidad: el modelo de crecimiento económico se debe centrar en el individuo y
no en el Producto Interno Bruto per cápita. Cuando nos centramos en las
personas en lo particular en vez de fijarnos en la economía en su conjunto,
cuando el criterio es buscar el crecimiento y el bienestar de cada habitante,
estamos construyendo un modelo que contribuye al progreso independientemente
del origen, del lugar, de las condiciones lo que contribuirá a romper el
espejismo de bienestar macroeconómico y a propiciar una distribución justa de
los beneficios.
Es decir, se trata de propiciar
políticas que propicien un desarrollo que incluya. Se trata de acercar medios
de crecimiento no de inhibirlos. En esa condición, poco importa la situación en
la que se encuentren los ricos. A ellos hay que dejarlos que sigan generando
empleos, que sigan administrando las fuentes productivas de la economía, que
sigan trabajando. Ellos no son el problema que queremos atacar, al revés, hay
que dejarlos en paz. Más bien, tenemos que poner la mirada en donde necesitamos
resolver y empezar a reducir las desigualdades no bajando el nivel de otros
sino elevando el de quienes están en niveles de no inclusión.
Por lo tanto, según este informe
de la OCDE, para lograr una mejor distribución de la riqueza, tenemos que
promover la eficiencia de los mercados. Para incrementar el estándar de vida de
la gente, tenemos que vigilar que las políticas que orientan las decisiones
políticas, fiscales y monetarias no menoscaben la cohesión social ni frenen el
desarrollo. En esta condición, debemos estar atentos que las decisiones
económicas de estado se alejen del resentimiento y busquen sinergias que sean
propiciatorias no nada más de un desarrollo, si no de un desarrollo incluyente.
Así, mientras las franjas
superiores de la pirámide de la distribución de la riqueza siguen creciendo, se
aceleran las dinámicas de crecimiento productivo y la brecha que separa a las
bases de la cúspide se irá reduciendo. Sin embargo, no todo es tan sencillo
como parece. El gran problema de desigualdad que está enfrentando el mundo
tiene que ver con regiones económicas. La inequidad traspasa fronteras, eso
hace que el problema se agrave. Por esto, vemos que hay países que ven partir a
sus nacionales en busca de mejores oportunidades pues la tierra que los vio
nacer no los puede retener. La gente se mueve de las regiones pobres y va en
busca de condiciones de vida más dignas.
Por ello, según el reporte de la
OCDE, es tiempo de pasar del discurso a la fase de concreción. Del estudio se
desprende que las políticas asistenciales y las decisiones sociales no serán
suficientes, necesitamos dar condiciones de mercado de las que se desprendan
prácticas de efectividad que sean la base del progreso. La inequidad es un gran
desperdicio económico ya que inhibe las posibilidades de desarrollar talentos
locales y de aprovechar la inteligencia de quienes están en una situación
desfavorable. No necesito ahondar, sabemos de sobra como la distribución
inequitativa de la riqueza puede pesar cuando se busca el progreso.
Es momento de cambiar el
paradigma. Concuerdo con el informe de la OCDE con que ya llegó el tiempo de
dejar de medir el éxito de una economía a partir de índices agregados y cifras
ponderadas que nos sirven de analgésicos porque esconden las franjas de
separación entre la gente. Si ayudamos a las personas a elevar su calidad de
vida, si invertimos en capacitar al individuo, en dotar de condiciones a los
lugares, si ayudamos a la dinámica de los negocios y ponemos el interés en
ayudar a que la gente pueda emprender y en que los proyectos de emprendimiento
sean exitosos, estaríamos dándole una solución desde la raíz al problema.
El capital de riesgo rehuye al
emprendimiento en México
Por supuesto, la inequidad y la
desproporcionada distribución de la riqueza no es un problema que se pueda
frivolizar. La pobreza es un problema serio; el hambre, más. Las políticas que
prometen acabar de cuajo y rápidamente con lo que la humanidad no ha logrado
hacer desde hace siglos, no pueden más que hacernos sospechar. Sin embargo, la
propuesta de la OCDE me gusta porque pone el foco en el individuo. Es decir, en
ti que me lees y en mí que escribo. El sector empresarial, la sociedad civil,
las autoridades y los ciudadanos en lo particular tenemos un papel y debemos
participar haciendo lo que nos toca.
Debemos impulsar la creatividad
en el emprendimiento, la excelencia en las prácticas de mercado, la innovación
en los negocios, la transparencia en las políticas del estado, la vigilancia y
el cuidado de los nuevos negocios. Todos debemos apostar al apoyo de un
crecimiento que incluya, buscando que el que se va rezagando, encuentre ayuda
—en vez de frenar al que va ganando velocidad—, porque al final, todos somos un
equipo y a todos los integrantes nos conviene triunfar en esta partida.
Insisto, la preocupación no es
nueva, sigue siendo la misma que habitó en las cabezas de Tomás Moro, de Karl
Marx, de John Maynard Keynes, de Picketty. El tema de la desigualdad de la
distribución de la riqueza es una cicatriz. Es momento para que la herida
empiece a sanar de una vez y para siempre.
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