Castro, el héroe de una
generación
FORBES- 1 de diciembre de 2016
Fiastro fue un hombre de esos que
alcanzan estatura mítica por la firmeza con que defendió sus convicciones
revolucionarias, hasta que se equivocó y todavía así las siguió defendiendo.
La muerte de Fidel el pasado
viernes por la noche, y la consecuente cascada de mensajes publicados en
twitter el sábado, iban de la furibunda crucifixión al ensalzamiento idealista,
o a la indiferencia sobre el hecho. Creo que fue una magnifica muestra de
segmentación: los idolatras, bebes de la segunda guerra mundial creyentes en la
revolución del amor; los furibundos, nacidos en los 60’s; y los que de plano no
participaron, nacidos en los ochentas. Todos, creo, sobresimplificando el
asunto de un hombre histórico.
Que si mando matar a cientos de
personas, que si vivía en el lujo espléndido mientras su pueblo se ‘moría de
hambre’, que si desayunaba niños. Cientos de mensajes que trataban de
arrebatarle el lugar que, creo, le pertenece como un idealista que
efectivamente lideró una revolución para derrocar a un dictador financiado
totalmente por los Estados Unidos. Que tuvo la capacidad de reorganizar un
movimiento revolucionario desde el exilio en México posterior a la toma del
Cuartel Moncada de 1953, y partir, el mismo día de su muerte, 25 de noviembre,
pero en 1956, de Tuxpan, Veracruz, para instalarse en la legendaria Sierra
Maestra -siempre acompañado de su hermano Raúl- y de ahí iniciar una guerrilla
que poco a poco fue tirando al enemigo con el respaldo popular organizado en
células revolucionarias que crecieron exponencialmente en dos años. Que en la
noche vieja de 1958 tomo La Habana provocando la salida de Fulgencio Batista a
España, conquistando la capital del País.
La revolución había triunfado
Hay un documento extraordinario
de Zabludovsky justo en ese momento histórico, que narra con eficiencia
periodística el momento y la actividad imparable de Castro que, lejos de ser un
líder de escritorio, era un permanente activista siempre en el frente, siempre
en el sudor y el lodo de la lucha consolando a su gente, dirigiendo a sus
soldados, permanentemente hablando, orando sus conceptos, su visión de país,
seduciendo con la energía de su convicción al pueblo cubano. Ya instalado y
comenzando el trabajo de la revolución en el poder, la intransigencia de la
política internacional, en el inicio de la guerra fría, provoco una reacción
norteamericana de la extrema derecha que regateaba energéticamente el cerrado
triunfo del demócrata Kennedy en todos los frentes, y, argumentando la corta
distancia entre la isla de Cuba y Florida, presionaba para que Estados Unidos
participara activamente en el derrocamiento de Fidel y su nuevo gobierno. Era
impensable para los abuelos del ‘tea party’ que se instalara un régimen
comunista visible desde Fort Lauderdale. Kennedy lleva a cabo la fallida
invasión en la infame ‘Bahía de Cochinos’ que sólo refuerza el mito de Fidel y
su nueva Cuba, derrota y humillación que provoca el inicio del embargo
comercial por parte de Estados Unidos buscando estrangular a Cuba privándola de
los bienes de consumo necesarios para funcionar como país. En la disyuntiva de
estar con Cuba o los Estados Unidos, la isla aprovecha, efectivamente aislada
del continente americano y en contrapeso político, el interés geopolítico de
Rusia en la ecuación para hacerse de insumos de producción, de energéticos, de
supervivencia económica. Y creo que ahí, con el inicio del embargo
norteamericano, cambia la historia de ese triunfo revolucionario. Ante la
crisis de la situación asfixiante del embargo, Castro opta -o aprovecha-
por/para radicalizar su posición y aprieta a su sociedad en conceptos como
fidelidad, adoctrinamiento, haciendo un soldado de la revolución a cada ciudadano,
dirigiendo a su sociedad hacia una igualdad, consecuencia del sacrificio
colectivo y el convencimiento de salvar el honor de la patria, sobre los
cimientos de la pobreza impuesta -o justificada- por el embargo. Castro tuvo la
capacidad de convencer a un país de vivir con el cinturón apretado, pero con el
orgullo nacionalista exaltado. Todos y cada uno de los cubanos. Todos
convencidos de vivir por un bien común, creando una autentica sociedad
igualitaria… de aquellos que ‘estuvieran’ de acuerdo. Esa acción de
sometimiento que Castro consideró necesaria para garantizar la supervivencia
del proyecto revolucionario tenía como consecuencia lógica -en la mente de
Castro y su nuevo sistema- la intolerancia absoluta a la disidencia, cualquier
forma de disidencia, silenciando la posibilidad de opinar desde el propio
origen íntimo de la opinión -intentando limitar el pensamiento-, hasta la
expresión social en la media -controlada por el gobierno-, o la posibilidad de
manifestación en el extranjero. Esta visión totalitaria hacia el interior,
consecuencia -o pretexto- de la guerra contra los Estados Unidos -que, debido a
la influencia hemisférica de EU, se convirtió poco a poco en una ‘guerra light’
contra todo el mundo fuera del bloque socialista-, provocó un aislamiento
hemisférico absoluto de Cuba sólo compensado por el coqueteo diplomático
permanente con la Unión Soviética, manejado con la maestría política
característica de Fidel para evitar caer en un colonialismo de inminente
riesgo; por el apoyo de la España de Franco; y, en una históricamente
consecuente política exterior, aun bebiendo de nuestra fuente revolucionaria,
por el apoyo de México, que siempre fue contrapeso a la influencia de EU en la
posición con Cuba ante América Latina y organismos internacionales
Conozco historias de cubanos que
fueron cercanos a Castro en Sierra Maestra, que apoyaron totalmente su
revolución, pero que tuvieron que huir, en auténticas historias de película,
disfrazados, de polizontes en barcos de bandera mexicana, con la complicidad de
algún oficial amigo, ante el inminente peligro de ser fusilados por haber
expresado, ya con Fidel en el poder, alguna opinión en contra del comandante.
Conozco historias de cubanos que salieron en el exilio marielito asumiendo el
papel de ‘delincuentes’ para poder escaparse de la política de la isla
-traidores de la revolución los llamo Castro- y que se instalaron en Miami, en
México DF, en Madrid y que, desde ahí, se volvieron francotiradores ideológicos
contra Castro. Esos mismos francotiradores que, en Florida, le dieron el
triunfo a Trump calculando este momento, el de la muerte de Castro, para buscar
una intervención económica, social, política en Cuba. Los mismo que el viernes
en la noche bailaron hasta el amanecer la muerte del comandante.
Pero pasadas las tormentas
post-Kennedy y la guerra fría, Castro y Cuba se convirtieron en las décadas de
los 80 y 90 en leyendas. Castro la de un estadista, revolucionario, gigante. La
de Cuba la de la buena vida para el turista, de los daiquiris de Hemingway y
las bacanales con ‘cubanas’ que se prestaban a todo. Y luego vinieron Gorbachov
y su perestroika, y el golpe de estado soviético parado por Yeltsin, y la caída
del Muro de Berlín, y el mundo cambio… y Cuba siguió su ruta, alejándose del
concierto periodístico y diplomático internacional que ya no veía la propuesta
provocadora que había sido Fidel, sino solo una isla que había quedado atascada
en el tiempo, con ideales y modelos socio político culturales obsoletos.
Castro fue un héroe para aquella
generación adolescente en los 60’s, ejemplo de la resolución de un hombre y sus
ideales triunfando contra el imperio, literalmente. Fue repudiado por una
segunda generación que en los setenta fue alimentada con la información de un
mundo polarizado y conflictivo que peleaba en vietnam, que creaba un imperio
del mal en la Unión Soviética para alimentar la propaganda impresionante de
capitalismo vs comunismo, EU vs Rusia, Técnicos vs Rudos, propaganda que
convincentemente nutrió Richard Nixon, el mismo que invento la ‘Guerra contra
las drogas’ en 1973. Y fue completamente ignorado en sus éxitos revolucionarios
o fracasos económicos y sociales por la generación nacida después de 1980 en
donde Cuba y su participación en el mundo, se volvieron ‘convencionales’ e
‘intrascendentes’.
Castro fue un hombre de esos que
alcanzan estatura mítica por la firmeza con que defendió sus convicciones
revolucionarias… hasta que se equivocó, y aún así las siguió defendiendo. Sin
embargo, el idealista -o conveniente- sistema que creó para el gobierno que
resultó de su revolución no tuvo los contrapesos necesarios para salir adelante
cuando el líder perdió la ruta. El culto a la personalidad sobrevivió más de lo
que debió haber sobrevivido, y creo que, acaso, ese fue su error, el error de
un hombre que al ver su mortalidad en la cara no soporto la idea e invento a un
nuevo hombre al que seguramente -de haber vuelto a nacer- él hubiera peleado
nuevamente en Sierra Maestra por derrocar.
Luis Gerardo Salas-Creador y
fundador de Rock 101 desde la FM hasta rock101online.mx siempre explorando
nuevas formas de provocacion. En el curriculum dice: Rock Stock, W Radical, y
una lista larga de noches que se convirtieron en mañanas llenas de música. Al
aire todos los días, menos miércoles, de 6 a 8pm.
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