Los beneficios del silencio
Revista Mujer - miércoles, 21 de
diciembre de 2016
El silencio, un bien escaso
Lo sabemos, no es fácil, el mundo
moderno nos llena de estímulos y es difícil estar a solas con nosotros mismos;
de hecho, muchas veces es incluso más complejo encontrar un momento de silencio
‘interior’ que exterior. “A nivel cerebral, la cantidad de estímulos y ruido
puede generar un aumento de una hormona llamada cortisol, que se asocia al
estrés. El ruido hace que las personas estén en estado de alerta, lo que quita
energía debido a que hay que prestar atención a muchos estímulos y no hay
espacio mental para generar nuevas ideas”, explica María Paz Altuzarra,
psicóloga de Clínica Universidad de los Andes.
Por el contrario, tener momentos
de ‘silencio meditado’ en un espacio armónico disminuye los índices de estrés,
levanta el sistema inmunológico, baja la carga energética -que cuando es
excesiva aparece como estrés mental o enfermedades psicosomáticas- además de
mejorar el aprendizaje, la motivación y la creatividad. “Para lograr estas
instancias es necesario tener la voluntad de hacerlo. Se pueden usar varias
técnicas de relajación, respiración, meditación e incluso actividades manuales
o de contacto con la naturaleza”, dice María Paz.
¿Basta con no hablar?
El tener estos momentos de
‘silencio meditado’ no significa estar callado o no pensar en nada. Al
contrario, son instantes donde podemos conectarnos con nosotros mismos y ver
más claros nuestros pensamientos. “Se trata de retirarse por un momento, dejar
de darles vueltas activamente a los pensamientos y permitir que decanten un
poco para ver las cosas con más claridad”, dice Domingo Salvo, psicólogo de la
Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en Psicoterapia y
coordinador clínico de Psicólogos de Santiago (www.psicologosantiago.com /+569
7 1326736). “Si uno consigue hacer esto despierto y sin la ayuda de música,
lectura u otros medios -que también nos ayudan en otros sentidos y que tienen
otros beneficios- se pueden adquirir una claridad y tranquilidad distintas
respecto de las preocupaciones o distracciones innecesarias. Y es muy común
que, junto con eso, nos sintamos mejor de ánimo, durmamos mejor, estemos más
descansados, más resueltos, que apretemos menos los dientes, incluso que nos
ahorremos más de algún dolor de cabeza”, agrega.
La técnica de la respiración
“Una de las técnicas más
tradicionales, y siempre disponible, es dirigir la atención hacia la propia
respiración, sin tratar de alterarla, ni hacerla más profunda o volverla algo
distinto a como uno respira normalmente. La idea es simplemente observar la
respiración en vez de pensar en cosas”, explica Domingo, y agrega que en algún
momento, inevitablemente, uno se distraerá con algún ruido, o pensamiento, o
porque nos dio hambre o se durmió la pierna, pero “la técnica no consiste en no
distraerse, sino en darse cuenta de que uno se ha distraído y, sin reprocharse
ni apurarse, dirigir nuevamente la atención hacia la respiración, una y otra
vez, durante el tiempo que uno se haya reservado. Suele resultar mejor estando
sentado, de forma cómoda y sin respaldo, de esa manera se evita el riesgo, muy
alto, de quedarse dormido”, cuenta.
La meditación
El maestro de yoga Swami Ekananda
(80), quien hace 36 años fue iniciado en la orden de los Sanny -que significa
renunciantes- practica y enseña la filosofía, los tipos y la meditación del
yoga tradicional en su centro Satyanandayoga, además de dos centros más. Según
él, no existen claves para lograr un estado meditativo, sino técnicas. “Lo
primero que hay que practicar es la abstracción de la mente, volverla hacia
adentro y entrenarla para que se separe del mundo fenoménico. Es la etapa más
difícil, hay que trabajarla un tiempo”, dice, y agrega: “Una vez lograda la
abstracción, lo que hay que hacer es aprender a mirar los pensamientos y la
actividad mental detrás de la frente, sin involucrarse. Esto provocará un
cierto vaciamiento de los contenidos del subconsciente que se traducirá en
relajación mental. Luego vendrá la concentración en un objeto o punto escogido
ubicado en la frente por dentro, eliminando todo aquello que se interponga. No
es fácil, pero con práctica se logra”, explica.
Convertirlo en hábito
La práctica hace al maestro y
Swami lo sabe bien, por eso aconseja que al comienzo la meditación sea corta,
diez a quince minutos, para evitar el rechazo mental natural. “Con el tiempo
conviene alargarlo para aumentar los beneficios”, dice, y explica que la tradición
aconseja que la mejor hora para meditar es bien temprano, entre las cuatro y
las seis de la mañana. “Pero la vida actual a veces no lo permite, por lo tanto
el meditante debe buscar el momento del día que le acomode, tratando de que
siempre sea a la misma hora para crear el hábito”.
Domingo también recomienda
comenzar de menos a más, pero hacerlo de manera planificada, y no dejarlo para
“cuando tenga tiempo”. “Si uno tiene la suerte de contar con un lugar sin mucho
ruido, con una temperatura agradable, donde pueda estar un momento alejado de
las preocupaciones, distracciones y responsabilidades, sería ideal. Pero uno
puede estar incluso en la micro o en el metro, idealmente sentado, y cerrar los
ojos por un momento e intent
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