Los pandas están de regreso gracias al
crecimiento económico
FORBES- 26 de diciembre de 2016
La pobreza es a menudo un
detonante de la contaminación. Si un país es pobre, no se puede permitir una
tecnología más limpia o invertir en limpieza.
Los pandas gigantes son uno de
los animales favoritos de todo el mundo, es frecuente que se conviertan en
protagonistas de vídeos virales que causan sensación simplemente por el hecho
de estornudar o rodar de forma totalmente adorable. En un año que parece haber
tenido pocas alegrías hubo una buena noticia para todos los amantes de estos
osos, cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza les
quitó de la lista de especies en peligro de extinción, rebajando su estado de
amenaza al grado de “vulnerable”.
Todavía no debemos considerar que
están completamente a salvo. Sin embargo, hay algunas lecciones claras y quizás
sorprendentes de ésta y otras historias de éxito. La principal de todas ellas
es que el crecimiento económico puede ser bueno para las especies en peligro de
extinción y, en un sentido más amplio, para el medio ambiente.
Es fácil tener la impresión de
que un país que se está enriqueciendo, tiene como resultado el deterioro de un
paraíso idílico para convertirse en una zona desértica industrializada, en la
que los contaminantes son emitidos a voluntad, los animales están en peligro y
las plantas nativas son pisoteadas en una destructora carrera por el
crecimiento.
Esta forma de pensar es mostrada
por la ONG medioambiental, Worldwatch Institute, que afirma en su informe del
2015 “La situación del mundo” que “el crecimiento económico conlleva más
problemas medioambientales” y que “el crecimiento en sí mismo debe ser
abandonado como objetivo nacional”.
La verdad es que la pobreza es a
menudo un detonante de la contaminación. Si un país es pobre, no se puede
permitir una tecnología más limpia o invertir en limpieza. Los lugares más
contaminados del mundo son casi siempre los más pobres.
Cuando se inicia la
industrialización, algunos problemas ambientales empeoran. Prueba de ello es la
contaminación del aire, por mucho la principal causa de muerte de tipo
medioambiental del mundo.
China, el hogar del panda
gigante, ha experimentado niveles mucho más altos de contaminación del aire
exterior desde su rápida industrialización. En 1990, las muertes anuales por
contaminación del aire exterior se situaron en casi 600.000, pero ya han
aumentado a 900.000.
Sin embargo, paralelamente, un
problema medioambiental mucho más significativo ha mejorado. Con el aumento de
los ingresos, un número considerablemente menor de hogares tiene que recurrir a
la quema de madera y carbón para cocinar y mantenerse calientes. Esto ha
reducido las muertes anuales debidas a la contaminación del aire interior de
1.1 millones, en 1990, a 800.000 en la actualidad. En total, las muertes por
contaminación del aire se han mantenido en una cifra bastante constante.
Teniendo en cuenta el significativo aumento de la población que hay en China
hoy en día, el riesgo de morir a causa de la contaminación del aire en realidad
ha disminuido en el país, y esto se debe al aumento de la riqueza.
Por otro lado, el aumento de la
prosperidad ha ayudado a la gente de muchas otras maneras. China ha conseguido
sacar de la pobreza a 800 millones de personas desde 1978. La proporción de
jóvenes con educación superior ha pasado de 1,8% a 20%, y la esperanza de vida
ha aumentado en diez años hasta situarse en los 75 años.
Resulta que todos estos factores
también son buenas noticias para el panda. El desarrollo ayuda al medio
ambiente, debido a que un país se centra menos en sobrevivir, y más en otras
cuestiones, como el cuidado del medio ambiente. Las encuestas muestran que a
medida que los chinos se han hecho más ricos, también se están preocupando más
por el medio ambiente.
Observamos una tendencia similar
en los bosques en los que vive el panda. A medida que los países se hacen más
ricos, dejan de deforestar y comienzan a reforestar. Dinamarca estuvo hace
tiempo cubierta, de forma natural, por bosques, pero la agricultura hizo
retroceder la extensión hasta que los bosques ocuparon sólo 2-3% de la superficie
total del país en 1800. Más tarde, Dinamarca se convirtió en lo suficientemente
rica como para centrarse en la reforestación, y actualmente los bosques cubren
el 14% de su territorio. En este sentido, China ya está haciendo progresos:
desde 1990, la superficie forestal ha aumentado en un asombroso 33%.
Esta mayor preocupación por el
medio ambiente ha contribuido a que sea más fácil para el gobierno chino
dirigir los esfuerzos de conservación del panda no sólo mediante la protección
de los bosques, sino también mediante el aumento del número de reservas y
gracias a la creación de “pasillos” para que las poblaciones de pandas salvajes
aisladas puedan mezclarse y fortalecer el patrimonio genético de la especie.
Esto no es sólo beneficioso para
estos osos tan fotogénicos. Si bien existe cierta preocupación en torno a que
la reforestación china aún no es tan diversa como debería ser, investigadores
de la Universidad Duke han descubierto que el 70% de los mamíferos forestales
del país, el 70% de las aves forestales y el 31% de los anfibios de bosque
viven dentro del alcance geográfico de
los pandas y de las reservas que han sido establecidas para protegerlos. En
otras palabras, el panda ha actuado como una ‘especie paraguas’. Salvemos al
panda y podremos salvar a otros animales.
De forma similar, el
enriquecimiento ha permitido a otros países centrarse en ayudar a las especies
que luchan por su supervivencia. Por ejemplo, las nutrias de Singapur han
vuelto gracias a los grandes esfuerzos por limpiar el agua que un país
empobrecido no habría podido permitirse pagar.
Y así como los pandas se han
alejado un paso más de la extinción, debemos prestar atención a las lecciones
aprendidas, para escribir más historias con un final feliz.
*Bjorn Lomborg es director del
Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller “El ecologista
escéptico” y “Cool It”. Además, es profesor visitante de la Copenhagen Business
School.
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