La socialdemocracia como solución
FORBES- 3 de diciembre de 2016
El autor participó en la
Conferencia internacional de Movimientos Progresistas y Ciudadanos, organizada
por la Fundación Lázaro Cárdenas y la Fundación Friedrich Ebert México.
Desde luego que la llegada de
Donald Trump a la Casa Blanca el próximo 20 de enero significará un cambio
político. Quienes lo ven como el comienzo del siglo XXI quizá exageran, pero no
se equivocan en señalar la dimensión del acontecimiento en el culmen de la
política populista, por tratarse del ascenso de un ex novo, ese término que
empleaban los romanos para llamar a los políticos que no venían de la elite
gobernante, hechos a sí mismos, a la más poderosa institución política.
No sabemos si es el principio del
fin de esa estrategia política que propone soluciones fáciles a complejos
problemas mundiales o locales, se refugia en el odio al enemigo –que es el
mejor instrumento para cohesionar a un colectivo- y usa un mensaje simplista
directo al corazón y al bolsillo de los votantes que se extiende como la
pólvora gracias a las redes sociales, inocuas por sí mismas pero enemigas de la
deliberación política real en nuestras democracias. Puede ser su fin porque la
realidad se acaba imponiendo incluso a los planteamientos simplistas y la
desafección de quienes creyeron esas falsas promesas será alta. El problema
migratorio no se soluciona con un muro, por citar una cuestión que ha copado la
actualidad mexicana. Resulta que la respuesta a los efectos de la globalización
es un populismo, de corte nacionalista y autárquico en el plano económico.
Debemos reconocer que los neoliberales han sabido imponer su modelo de
globalización y ahora tratan de imponer sus soluciones a los problemas creados
por un libre mercado a base de acuerdos comerciales que muy poco han dedicado a
las condiciones labores de los trabajadores.
Aquí tiene un reto la
socialdemocracia, porque ésta es el gran antídoto contra el populismo. Esa
socialdemocracia alejada de los nacionalismos, con vocación internacionalista,
que defiende una fuerte gobernanza mundial, procesos de integración de personas
y no solo mercados, que lleva por bandera la igualdad. No es fácil articular un
mensaje socialdemócrata en estos tiempos de ideas simples. Tampoco la
conversación mundial discurre por los marcos –en el sentido descrito por Lakoff
en sus obras que tanto nos han influido a los socialistas españoles- más
propicios. La crisis económica, el caldo de cultivo necesario para el auge de
los extremismos de ambos lados y la instrumentalización populista, agrava la
propia crisis de la socialdemocracia, falta desde hace años de un discurso
económico. Las ideologías se han visto superadas y los dogmas han caducados por
la crisis, tanto de la izquierda como la derecha. Incapaces de ofrecer una
solución viable a la ciudadanía, sin dar respuesta a la desigualdad generada
por la crisis, hemos visto cómo el dinero ha gobernado e impuesto sus
postulados, con un resultado palpable: el mundo es más desigual ahora que
cuando comenzó la crisis. Los gobiernos admiten y la ciudadanía siente que la
política está subordinada a los mercados. El dinero es el que manda frente a
las personas.
Parece que la socialdemocracia
olvidó que la economía está en el centro de nuestro modelo de convivencia y a
veces desvinculamos la economía de los sistemas de protección social, de los
pilares del Estado del Bienestar. Nos hemos quedamos olvidado de gobernar la
economía en el mundo y de alumbrar un modelo económico para la igualdad, muchos
más eficiente y eficaz social y productivamente, que aporte recursos a nuestro
estado de protección social. En los países con un estado del bienestar forjado
en las últimas décadas su reforma debe abordarse de la mano de los agentes
sociales.
El punto de partida del futuro de
la socialdemocracia como respuesta a la ola de populismo que busca en las
clases medias y trabajadoras empobrecidas una nueva mayoría social en las urnas
comienza por ser sincera ante los retos y pedagógica con las soluciones, que no
son instantáneas ni inmediatas, pero que siempre deberán tener un objetivo
claro: la igualdad. O si quieren en sentido contrario: la lucha contra la
desigualdad.
En España conocemos bien la
estrategia populista de la mano de Podemos, que se debate entre el populismo
comunista de Pablo Iglesias y el populismo de corte peronista de Íñigo Errejón;
ambos pretenden llegar al momento de división total que haga caer la pelota,
como en aquella película de Woody Allen, de uno de los lados de la red.
Los retos de la socialdemocracia
en el mundo son los retos que afrontan los partidos políticos que defienden
estos postulados en cada uno de los países. Lo cual implica que recetas locales
pero globales. A las respuestas a nuestras realidades nacionales –que no
nacionalistas- se unen una agenda política mundial.
El refuerzo de la gobernanza
mundial es imprescindible, siempre que se avance en derechos comunes. La
integración regional con el único fin de crear espacios económicos y
comerciales está abocada al fracaso social en épocas de crisis. Tomen nota del
ejemplo de la Unión Europea, del Brexit y el enfrentamiento centro (Alemania) y
periferia (países del sur, como España). Incluso esa configuración de mercados
comunes debe hacer con corresponsabilidad, solidaridad y cohesión (valores
claramente socialdemócratas). Me gusta decir que, si la agenda política está
marcada por los acuerdos comerciales internacionales, como hemos debatido en
Europa con el TTIP o en México con los acuerdos con Estados Unidos, la voz de
la Organización Internacional del Trabajo (OIT) debe retumbar en esas salas. Si
la competitividad entre países se basa en la devaluación vía precariedad
laboral al tiempo que se acuerda el libre flujo de capitales y bienes, siempre
habrá perdedores y ganadores, estos últimos en un gran casino financiero que ha
engullido a la economía real, y los primeros siempre serán los mismos, aquellos
que deben volver a confiar en una socialdemocracia creíble nacida para la reconstrucción
económica, social y moral de nuestro presente.
*Francisco Javier Conejo Rueda es
diputado portavoz del Grupo Socialista de la Diputación de Málaga, secretario
de Política Institucional del PSOE de Andalucía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario