La vacuna biotecnológica que quiere salvar al
mundo
FORBES- 7 de diciembre de 2016
Los brotes pandémicos de
influenza, como el de 2009 en México, pueden cobrar miles de vidas y costar
miles de millones. Las vacunas tradicionales tardan hasta seis meses en llegar
al mercado, pero ésta tiene la capacidad de ser producida en menos de cuatro
semanas... y ya está disponible en México.
Nueva York, NY. La experiencia no
es, ni de cerca, como la imaginas. Cuando llegas a la planta que fabrica la
primera vacuna biotecnológica contra la influenza, listo para hacer un
recorrido por sus instalaciones, naturalmente esperas que se te ofrezca un
traje hermético, como los que usaría cualquier científico en una película sobre
amenazas biológicas. Pero, no: a pesar de que las instalaciones de Protein
Sciences, al norte de Nueva York, producen unos cinco millones de vacunas cada
año, al entrar sólo se te pide usar una bata quirúrgica, cubrebocas y red para
el cabello; el objetivo no es evitar tu contagio, sino impedir que seas tú
quien contamine las instalaciones.
“Mientras que los otros
laboratorios necesitan una muestra viva del virus de la influenza para elaborar
sus vacunas, nosotros sólo necesitamos un correo electrónico de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) con la secuencia genética del ADN de la cepa de
influenza, así que no manipulamos virus vivos”, dice Dan Adams, presidente
ejecutivo y director de Desarrollo de Negocios Globales de Protein Sciences, la
compañía que desarrolló Flublok, la primera vacuna recombinante (con ingeniería
genética) contra el virus de la influenza.
No hay nada simple en el proceso
de fabricación de una vacuna. Tradicionalmente, los laboratorios farmacéuticos
usan huevos, millones de ellos, como medio de cultivo para una versión de un
microbio vivo que ha sido inactivado y fragmentado en el laboratorio para que
no pueda desencadenar la enfermedad una vez que sea inyectado en el cuerpo
humano. Se trata de un método en el que la vacuna presenta residuos de huevo,
así como una cantidad considerable de subproductos (entre ellos, látex y
antibióticos), mismos que pueden generar reacciones adversas en pacientes
sensibles o alérgicos a esas sustancias.
Pero, más allá, quizá la mayor
desventaja de este método de fabricación sea lo lento del procedimiento, el
cual puede tomar hasta seis meses, una eternidad si es que se reportara una
pandemia.
En el caso de una vacuna
recombinante, como la elaborada por Protein Sciences, el proceso es distinto y
más puro. Su tecnología permite conocer la secuencia genética del ADN que
genera la hemaglutinina, es decir, la proteína responsable de la protección
contra la enfermedad. Dicha proteína es producida en una línea de cultivo
celular patentada con el nombre ExpressSF+, bajo los tres tipos de influenza
indicados por la OMS y que, en el caso de esta temporada, fueron los H1N1, H3N2
y B.
El uso de vacunas recombinantes
no es nuevo, pero no se había logrado confirmar un uso efectivo contra la
influenza. Las vacunas de vectores recombinantes simulan una infección natural
y, por ello, son efectivas para estimular el sistema inmunitario. El uso
exitoso de esta técnica “representa un gran avance”, escribió el doctor Jerry
P. Weir, director de la división de Productos Virales en el Centro de
Evaluación e Investigación Biológica de la Administración de Fármacos y
Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, organismo que
evalúa y aprueba los nuevos medicamentos que buscan llegar al mercado.
“Éste es un avance revolucionario
que reemplazará a las vacunas de huevo actuales. Mientras más alternativas de
fabricación tengamos a nuestro alcance, mejor podremos responder a las
emergencias públicas de forma oportuna”, añadió Weir.
Hasta el momento, Flublok ha
recibido el aval de la FDA en Estados Unidos y de la Cofepris en México, para
ser administrada en adultos mayores de 18 años, pero Protein Sciences y Liomont
y preparan ya su estudio en niños.
En caso de pandemia
Las imágenes pasaron a la
historia: Eran los últimos días de mayo de 2009 y las calles del entonces
Distrito Federal, la capital de México, lucían desiertas al mediodía. Una
alerta sanitaria había obligado a las autoridades locales a decretar un estado
de alerta e imponer el cierre de locales públicos, como cines y teatros, y a
limitar el servicio de restaurantes a sólo preparar alimentos para llevar.
De acuerdo con cifras de la
Secretaría de Salud, esa crisis sanitaria costó a México al menos 4,000 millones
de dólares (mdd), o 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB), a pesar de que el
número de casos confirmados durante el año fue de 54,000; de ellos, solamente
fallecieron 398. Ésa es una tasa de letalidad de 0.73%, muy lejos del 50% del
virus del Ébola.
En una carta pública, Margaret
Chan, en ese entonces directora de la OMS, justificó haber otorgado a la
contingencia el grado de pandemia: “El análisis de las muestras de laboratorio
mostró que el nuevo virus no había circulado nunca antes en la especie humana.
Se trata de un virus de origen animal que combina, de forma singular, genes de
virus de la gripe porcinos, aviares y humanos. La composición genética de este
virus es muy diferente de la de los virus H1N1 que vienen causando epidemias
estacionales desde 1977”, especificaba Chan.
“El principal temor de la OMS es
que se dé un contagio de animal a humano y que éste desarrolle la capacidad de
contagiar a otros humanos. Sería altamente mortal porque los humanos no tenemos
defensas contra eso”, explica la doctora Alicia Galván, directora médica de
Laboratorios Liomont, la empresa mexicana que licenció los derechos de
distribución y fabricación de Flublok para América Latina, excepto Brasil y
Argentina.
“Esta vacuna es revolucionaria
porque puede tomarnos sólo cuatro semanas tenerla lista para el público, a
diferencia de la tradicional, que tomaba hasta seis meses. Esto, en un caso de
pandemia, es algo impactante: tenemos el tiempo de reacción para poder proteger
a la población”, añade Galván.
Ese tiempo de reacción habría
ahorrado miles de millones de dólares en el escenario de la crisis generada por
el virus H1N1 en México, en 2009; pero, para entenderlo, primero hay que
comprender la dinámica que hay detrás del virus de la influenza.
¿Para domarlos a todos?
Lo primero que hay que saber es
que no existe un único virus de la influenza y que las cepas cambian
constantemente. Es por ello que no existe una vacuna que, con una sola dosis,
inmunice de por vida, así que la OMS tiene que monitorear constantemente los casos
registrados alrededor del mundo para definir cuáles serán las tres cepas
predominantes en el año.
Una vez que la OMS ha decidido
qué cepas serán las más comunes, avisa a los laboratorios farmacéuticos en todo
el mundo a fin de que éstos, a su vez, preparen las vacunas estacionales para
la temporada, un proceso que usualmente dura seis meses.
Todo este proceso resultaría
sumamente eficaz, de no ser por el hecho de que la Madre Naturaleza es
caprichosa e impredecible y que, de vez en cuando, gusta de jugar bromas a los
hombres, como en 2005, con el virus de la gripe aviar (H5N1), o en 2009, con la
gripe porcina (H1N1), cuyas cepas pasaron inadvertidas para la OMS y mostraron
un riesgo de contagio de proporciones alarmantes, obligando al organismo a
declarar la enfermedad como una pandemia. Ambos brotes pusieron en evidencia la
necesidad de contar con alternativas para la fabricación de vacunas denominadas
pandémicas (que sólo incluyen una cepa; en estos casos, H5N1 o H1N1), que
pudieran prevenir nuevos contagios de forma rápida y efectiva, sirviendo como
un cerco sanitario. Pero, no: las primeras vacunas estuvieron listas mucho
después.
Hecha en México
En nuestro país, donde
actualmente 54 millones de mexicanos mayores de 18 años no se vacunan contra la
influenza, hay una oportunidad de negocio de una dimensión tan grande como el
reto de convencerlos de hacerlo. “Toda la población se tiene que vacunar. No
importa si ya tuviste influenza en alguna época de tu vida, nuevamente tienes
que hacerlo porque, cada año, el virus tiene una cepa distinta”, advierte la
doctora Galván.
Ante ese panorama, Laboratorios
Liomont, una empresa mexicana dedicada a la fabricación de medicamentos
genéricos, decidió crear la división de Life Sciences en 2014, y comenzar a
desarrollar productos biotecnológicos, explica la doctora.
El acercamiento entre Liomont y
Protein Sciences se dio desde hace varios años, cuando Sergio Valentinotti,
director del área de Life Sciences en Liomont, conoció Flublok e intentó
traerla a México, pero no fue sino hasta 2014 cuando ambas empresas firmaron un
acuerdo de licencia de distribución en América Latina, excepto Brasil y
Argentina.
“En noviembre de 2015 comenzaron
los procesos regulatorios del registro de Flublok en México, y este año ya está
disponible en el mercado, detalla Óscar Gamiz, director de Mercadotecnia de la
división de Life Sciences en Liomont.
“El ideal sería que toda la
población se vacunara, pero sabemos que es complicado. Lo que buscamos con este
producto es incrementar las coberturas. Actualmente, el mercado privado ronda
las 300,000 dosis y el público, que son las dosis aplicadas por el gobierno,
suma 34 millones de dosis. Ése es un esfuerzo realmente importante de las
autoridades de Salud. El mercado público es clave y, desde luego, nuestro
objetivo es cubrirlo con la fabricación local”, explica Gamiz.
Para ello, Liomont construye una
planta de fabricación en Ocoyoacac, Estado de México, que tendrá la misma
capacidad de la planta de Protein Sciences en Nueva York: 5 millones de vacunas
trivalentes (con las tres cepas dictadas por la OMS) anuales, o 15 millones de
vacunas pandémicas (con una sola cepa). “El plan es abastecer con esta planta
al gobierno para la temporada 2020”, año en que la planta estará terminada y en
funcionamiento.
Este 2016, Liomont trajo a México
las primeras 50,000 dosis, todas ellas dedicadas al sector privado, y espera
duplicarlas para 2017. “Por ahora, esa cifra no representa una rentabilidad
interesante para el laboratorio, pero nuestra expectativa es recibir el
producto terminado de Protein Sciences y acondicionarlo en México, bajar los
costos, poder mantener el mismo precio preferencial y aumentar el volumen”,
dice la doctora Galván.
Según la directiva, “el costo más
grande de un producto no es la manufactura, que puede ser muy sencilla, sino la
inversión en investigación clínica”. Dan Adams, presidente ejecutivo y director
de Desarrollo de Negocios Globales de Protein Sciences, está de acuerdo: “Ésta,
en particular [Flublok], nos tomó 20 años. Es difícil determinar cuánto nos
costó, porque hemos recibido mucho apoyo de las autoridades [el gobierno de
Estados Unidos pagó 147 mdd para tener un lote asegurado de la vacuna] y el
Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos nos apoyó con los
ensayos clínicos. En total, desarrollar Flublok nos costó probablemente unos 300
millones”.
Actualmente, Protein Sciences
trabaja en una versión tetravalente de Flublok, así como en vacunas
re-combinantes para combatir la rabia y el virus del zika.
Liomont quiere replicar ese éxito
y, por ello, está dedicando recursos a la adquisición de más licencias de
fármacos biotecnológicos, así como a investigación (no dice el monto). De
hecho, ya trabaja con el Instituto de Biotecnología de la UNAM para
“desarrollar varios productos innovadores que estamos visualizando fabricar,
diseñar y estudiar en México, con miras a ser exportados a Europa y Estados
Unidos”, agrega la doctora Galván.
Hasta ahora, México es uno de los
dos países que han hecho esfuerzos reales de producción de Flublok; el otro es
Japón, que compró la tecnología y construye una planta que será capaz de
fabricar hasta 30 millones de dosis de vacuna contra la influenza estacional y
90 millones de la pandémica.
Protein Sciences espera que, en
breve, Flublok sea producida en Brasil, Argentina y Qatar, pero también trabaja
en nuevas vacunas para la rabia, el zika y el Ébola, bajo el mismo enfoque
biotecnológico. Es probable que esos productos aún se lleven algún tiempo en
llegar al mercado; pero con Flublok, la compañía no sólo es capaz de proteger a
la población de forma segura y efectiva, también está lista para hacer frente a
una pandemia, y ha dado la vuelta a una vieja pregunta: ¿qué fue primero: el
huevo o la vacuna?
Carlos Morales-Editor Web y traductor
en Forbes México. Periodista naturalizado chilango; le intrigan las finanzas y
la tecnología. Es lector y ciclista.
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