El nuevo día de Dior
The wall
street journal- diciembre de 2016
Faltan cuatro días para el debut
en pasarela de Maria Grazia Chiuri en su cargo como directora artística de ropa
para mujeres de Christian Dior, la primera vez que el público evaluará a la
diseñadora de 52 años y la nueva dirección que le ha dado a una de las casas de
modas con más historia. La atmósfera de este día de finales de septiembre es de
tranquilidad exterior, pero Chiuri, que lleva unos jeans holgados, una blusa de
seda azul marino y unas sandalias planas de cintas, y cada dedo adornado con un
enorme anillo, está intensamente concentrada. Se reúne con su equipo, que
incluye 10 modistas asistentes, a Stephen Jones —el sombrerero de Dior—, y a la
estilista Elin Svahn, en un enorme showroom en el piso principal de uno de los
ocho edificios de estilo Haussmann que la empresa ocupa en el octavo distrito
de París. Chiuri lo llama Diorland, “porque es tan enorme”, dice en su fuerte
acento romano.
La mayor parte de la sala
principal está tomada por una réplica de la pasarela minimalista de madera
contrachapada y paredes pintadas de blanco y gris que se verá en el desfile.
Los diseños de Chiuri se han mantenido esencialmente iguales desde que dio los
bocetos a los patronistas de Dior a finales de julio, dos semanas después de
que la empresa anunció su decisión de contratarla, nueves meses después de la
renuncia de Raf Simons, el anterior director artístico, en octubre de 2015.
Simons parecía afligirse ante la presión de producir seis colecciones al año.
“No soy el tipo de persona a la que le gusta hacer cosas tan rápido”, dijo en
una entrevista con la revista System antes de irse.
Aunque colegas como Marc Jacobs,
Miuccia Prada y Alessandro Michele, de Gucci, son conocidos por diseñar hasta
el último minuto, Chiuri no lo piensa dos veces, ni disfruta de los cambios o
improvisaciones de última hora con la falange de 50 sastres y modistas de Dior,
aunque nunca antes haya trabajado con ellos. No hay gritos y hay pocas grandes
declaraciones, excepto el ocasional “Sí, bellissimo”. (Chiuri aprendió inglés
cuando tomó las riendas de Valentino en 2008 con su socio profesional de muchos
años, Pierpaolo Piccioli, pero por el momento no domina el francés). “Quizá es
por mi edad, pero con mi experiencia, sé lo que quiero”, dice dos días después
del desfile.
La prueba de peluquería y
maquillaje para el desfile, que comienza en una hora, tiene lugar dos días
antes de lo planeado. “Maria Grazia es muy sencilla, muy directa y muy
tranquila. Es un proceso organizado”, dice el estilista Guido Palau, que
colaboró con Chiuri en todos menos dos desfiles en los ocho años que fue
codirectora creativa en Valentino con Piccioli (Piccioli es ahora el único
director creativo de Valentino).
Palau tiene la tarea de
interpretar la inspiración de Chiuri —pinturas flamencas, esgrima, niñas de
apariencia andrógina y los talismanes del fundador de la casa, Christian Dior,
como estrellas, corazones, tréboles de cuatro hojas y motivos del tarot— en una
imagen de pasarela. Muchos desfiles de moda son como espectáculos al estilo Las
Vegas con luces, sonido y decoración, donde la ropa a veces compite por la
atención con el resto. No es así en la producción de Chiuri, un cambio marcado
frente a las paredes de flores frescas y los escenarios futuristas de su
predecesor, Simons, y antes que él, la extravagancia teatral de John Galliano.
Su fuerte concentración hace que los pequeños detalles sean más significativos,
algo que entiende el equipo de belleza. “Si el cabello es seco, brillante o se
sale un poco para hacerlo más fácil, son matices”, dice Palau en un estudio del
piso superior. Mientras su equipo de cuatro asistentes seca, carda y cepilla el
pelo a cuatro modelos del desfile, Peter Philips, el director creativo y de
imagen de maquillaje de Dior, trabaja a poco más de un metro en silencio
monástico sobre las mejillas de otra delgada adolescente. “Es importante que
haga esto bien para ella”, dice Palau, quien, con Philips, había sido informado
acerca de la colección sólo momentos antes. Y ambos lo logran; en alrededor de
una hora Chiuri aprueba su trabajo con mínimos ajustes: un moño un poco más
suelto para Palau, o el consejo de no poner mucho brillo en las delicadas y
neutrales caras para Philips.
Chiuri luego vuelve a enfocar su
atención en un tablero con fotos de la colección, puestas en el orden en que
las prendas saldrán a la pasarela. Su meta es reducir los conjuntos a 62, pero
mientras trabaja con su equipo consumiendo pequeñas botellas de agua e
ignorando las bandejas de macarrones color pastel y las trufas de chocolate,
parece que es un reto que no van a poder superar. Necesita 64 conjuntos para
expresar todo lo que quiere. La combinación final incluye serias piezas sastre,
blusas transparentes de encaje, chaquetas de cuero, camisetas con mensaje,
sandalias planas, botas de esgrima, bolsos con logotipos inspirados en los 70 y
confecciones de tul delicadamente bordadas que remiten a su trabajo con
Piccioli.
En Valentino, Chiuri y Piccioli
llevaron a la marca a obtener ventas anuales de más de US$1.000 millones con
angélica ropa de noche con bordados y con los accesorios populares de la línea
“Rockstud”, decorados con tachas. En Christian Dior Couture, una empresa con
casi US$2.000 millones en ingresos, Chiuri debe demostrar su capacidad en una
mayor variedad de aspectos críticos: ropa de día, tanto atlética como refinada,
ropa de noche, joyería y, crucialmente, accesorios. Detrás del escenario, la
importancia de Dior transciende a la marca, por el significado personal que
tiene para Bernard Arnault, el presidente ejecutivo del conglomerado de modas
LVMH. Arnault empezó a formar su gran imperio cuando compró Christian Dior en
1984, y luego tomando el control del grupo LVMH en 1987. Hoy, a pesar de que
LVMH cotiza en bolsa, Arnault es el dueño total de Christian Dior Couture, una
entidad separada que abarca además belleza, joyería fina, ropa de niños y de
hombre. Está liderada por su segundo al mando, Sidney Toledano, que ha sido
presidente ejecutivo de Dior desde 1998.
Al día siguiente, Chiuri, que
lleva la misma ropa que el día anterior, se concentra en las pruebas con las
pocas modelos que ya están confirmadas para el desfile, ajustando pequeños
detalles. En un punto, Svahn intenta cambiar una blusa que irá bajo una de las
chaquetas inspiradas en la esgrima y Chiuri dice: “No, no está bien”. Después
consideran añadir una rosa de encaje a un vestido pero al final descartan la
idea. Chiuri es seguida por cámaras todo el tiempo, con un equipo de video
interno de tres personas que documenta cada momento y muestra pequeñas partes
de su trabajo al público en tiempo real a través de la cuenta oficial de Dior
en Instagram. También hay un equipo de Channel 4 del Reino Unido que trabaja en
un perfil de la empresa desde mayo, así como la fotógrafa independiente Janette
Beckman, a quien Chiuri ha contratado, explica luego, para tener una visión del
momento desde fuera. “Quiero que las mujeres den su punto de vista sobre otras
mujeres”, dice. Sólo momentáneamente deja ver su incomodidad frente a la
atención, echando una mirada de dolor a su hija, Raquele Regini, de 20 años,
que está aquí durante un descanso de sus estudios de arte en el Goldsmiths
College de la Universidad de Londres. Regini, a quien Chiuri se refiere a
menudo como una musa, está vestida con el tipo de eclecticismo que Chiuri
espera que capture su colección: pantalón corto de sastre, una camiseta negra
pequeña, botas de combate con suela gruesa, un gorro de jinete y un kimono
largo vintage. “Mi hija es mi referencia sobre las nuevas mujeres de hoy”, dice
Chiuri. “Las encuentro muy emocionantes porque cambian y se desafían a sí
mismas”.
Chiuri no muestra señales de
tensión mientras el reloj avanza. En el día del desfile, unas horas antes de
que se corra el telón, está vestida con el serio traje negro con el que
saludará al público. Tomando asiento en las gradas de la carpa que Dior ha
erigido en los jardines del Museo Rodin, para el único ensayo del desfile,
baila en su sitio como una madre al ritmo de los fragmentos de música de PJ
Harvey y Nina Simone que el DJ Michel Gaubert ha adaptado para la banda sonora,
y dirige al productor del show, Alexandre de Betak.
Este brío es importante: es la
primera vez en más de 30 años que Chiuri trabaja sin Piccioli. Su relación se
mantiene cordial y de apoyo. Después del desfile, Piccioli será la primera
persona con la que Chiuri se tomará una foto en bastidores. Al día siguiente,
se sentará en la primera fila en el primer desfile de Piccioli como único
diseñador de Valentino. Además, como enfatizó orgullosamente Dior cuando
anunció la designación de Chiuri en julio, es la primera mujer en encabezar la
casa de modas después de los seis hombres que pasaron por el puesto: luego del
mismo Dior, la lista incluye a Yves Saint Laurent, Marc Bohan y Gianfranco
Ferré, así como Galliano y Simons. Chiuri está contenta de dar a Dior un
enfoque más femenino, como participar en una sesión de ideas para una campaña
de Instagram llamada “Las mujeres tras mi vestido”, que se centra en las
empleadas de Dior, desde la recepcionista del showroom al equipo de relaciones
públicas. “Es muy raro en Dior”, dice Chiuri. “Si ves la empresa por fuera,
sientes que es fría, pero no es cierto. Dentro es una familia enorme y también
cálida. No sé por qué no lo han mostrado antes”.
Si las mujeres diseñan de una
manera y los hombres de otra es una pregunta cargada, pero Chiuri es clara en
su postura. “Me gustan las mujeres tal y como son”, dice. “No tengo una visión
idealista de las mujeres”. Ha viajado a las más importantes de las 138 tiendas
de Dior para capacitar en persona a los empleados que mostrarán y venderán su
colección, con el fin de “introducir esta idea de mirar a la mujer que se tiene
en frente y proponerle una idea de lo que es bueno para ella”, cuenta.
Demasiados diseñadores tratan de “vestir a la mujer con su marca o vestir a una
celebridad con su marca. Siento que es más una conversación”. Para Chiuri, “es
una visión de mujeres más consistentes consigo mismas, vistiéndose de una manera
más cercana a ellas. Es totalmente diferente de lo que fue en el pasado; ahora
es la mujer la que quiere decidir”.
A diferencia de su tiempo en
Valentino, Chiuri no tendrá que supervisar el universo de productos de Dior
para mujeres, como maquillaje y fragancias. “Es difícil controlar todo”,
explica. “Quiero compartir mi visión con las otras personas de la empresa, pero
controlar todo es ambicioso y, en mi opinión, imposible”.
Cuando hablamos dos días después
del desfile, con otro plato de macarrones intacto a su lado, Chiuri dice que
sus amigos le han dicho que su colección inaugural es valiente. “Pero valiente
fue la decisión de mudarme a París, ¡no mi colección! Valiente es decidir
cambiar tu vida. Eso no fue fácil, honestamente”, dice, mencionado que entre
semana se queda en París en un apartamento aún vacío cerca de los Jardines de
Luxemburgo. Los fines de semana viaja a Roma a ver a su marido, Paolo Regini,
que tiene una sastrería de camisas, y su hijo Nicolo, de 24 años. Ha viajado
entre ciudades por trabajo antes, cuando estaba en Fendi, con sede en
Florencia. Sin embargo, Francia es otra cultura, otro idioma y otra visión del
mundo. “Dije: Bueno, realmente amo la empresa Valentino, pero si no me mudo
ahora, ¿cuándo?”. No cree que tendrá la misma energía física para hacer algo
así en 10 años. “Pierpaolo y yo crecimos juntos, nos respetamos, pero hay un
momento en que quieres probarte a ti misma”.
Chiuri se confiesa sorprendida de
que Christian Dior se haya acercado a ella. “Me conocían desde hace muchos”,
dice, recordado una vez, 15 años antes, cuando tuvo una entrevista para otro
puesto en la casa. “¡No fui muy cortés sobre mis ideas!”, reconoce. Fue franca
otra vez cuando Dior volvió para hablar del trabajo que acabó aceptando. “Me
dijeron: ‘No, de verdad, nos gustaría que vinieras, pensamos que eres la
persona indicada’. Y fui directa de nuevo. Creo que es estúpido no ser honesta.
Si tienes que empezar una nueva aventura, es importante que seas clara”. •
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