Toda empresa requiere un código
de ética o conducta
FORBES- 12 de abril de 2019
Sin importar su tamaño o giro,
toda empresa debe tener en claro los principios y valores que la rigen y le
otorgan una identidad propia.
Resulta por demás natural que, al
tomar la decisión de iniciar una nueva familia, se establezcan los valores y
principios intrínsecos que regirán su existencia, más allá de lo establecido en
la ley o definido por nuestras creencias. Estos valores y principios son los
que nos dan un sentido de unidad y permanencia dentro de este núcleo social;
que nos orientan en nuestras decisiones diarias y que nos caracterizan como
grupo; con independencia de que se tengan o no por escrito.
De la misma manera, en el caso de
la empresa, resulta indispensable definir las reglas y comportamientos que
deben regir el actuar de los empleados y directivos de la empresa, sin importar
el número que la conforme. Por lo general, estas reglas y comportamientos se
recopilan en un código de ética o conducta que sirve como documento rector del
comportamiento esperado por parte de los empleados y directivos en sus
relaciones internas y con el exterior y articula la misión y visión de la
empresa, así como sus valores y principios.
Indudablemente, hay empresas que
por regulación y/o práctica de mercado (por ejemplo, por cotizar en bolsa)
requieren contar con un código de conducta.
Sin embargo, sostengo que aún en supuestos en los que éste no sea
requerido, existen claros beneficios para las empresas que deciden adoptar uno.
Estos beneficios incluyen:
• Comunicar a los empleados cómo
se espera que actúen; es decir, cuales son los comportamientos deseados en el
ambiente de trabajo, así como cuáles no son tolerados. Asimismo, les otorga un
punto de referencia o marco contra el cual evaluar el desempeño individual en
el ámbito conductual.
• Empoderar a los empleados para
manejar dilemas de ética, proporcionándoles guía y herramientas para facilitar
la toma de decisiones y proporcionándoles canales de comunicación para disipar
y aclarar dudas.
• Promover el comportamiento
ético dentro de la empresa, apoyando la creación de la cultura organizacional
de la misma y fortaleciendo, en este sentido, la reputación de la empresa, al
distinguirla como una compañía confiable.
• Ayudar a prevenir violaciones
inadvertidas de ética por parte de los empleados, al definir estándares y
expectativas que orientan y sensibilizan a los empleados de cómo actuar en
situaciones no tan obvias o claras o, en su caso, a quién contactar.
• Proporcionar guía de cómo
enfrentar potenciales violaciones de ética, en caso de materializarse,
incluyendo las posibles consecuencias para los empleados que hayan incurrido en
las mismas.
• Constituye una herramienta de
mercadotecnia con prospectos de empleados, clientes, proveedores y demás
terceros, al mostrar el compromiso público de la empresa por hacer negocios de
forma responsable y bajo altos estándares de integridad y buena conducta.
• En el caso de empresas con
operación en varias regiones o países, proporciona un marco común de
comportamiento aplicable de forma estandarizada a todos sus empleados,
fomentando la unidad e identidad común.
Un código de ética no basta
Contar con un código de ética o
conducta no asegura por sí solo que no se presenten riesgos conductuales dentro
de la empresa, pero sí mitiga su existencia. Por eso es importante tomar en
cuenta las siguientes recomendaciones al desarrollarlo:
• Redactar de forma simple y
sencilla, evitando términos legales, teniendo como meta que su contenido sea
comprendido por todos los empleados, sin importar su nivel de preparación.
• Establecer y mantener
mecanismos de consulta para los empleados en caso de dudas, así como canales
seguros y confiables para el escalamiento de potenciales violaciones al código
que aseguren su seria y responsable investigación.
• Difundir de manera amplia,
preferiblemente a través de mecanismos y canales en los que participe o esté
presente el director general (CEO), para demostrar su importancia para la
organización, desde la alta dirección.
• Asegurar que el código no sea
letra muerta, fomentando su referencia y utilización frecuente, dando el
ejemplo desde la alta dirección, de forma tal que pase a formar parte de la
cultura de la empresa y no simplemente un documento que se hace leer a los
empleados una sola vez, durante su contratación. Es de suma importancia que los
empleados noten consistencia en el comportamiento diario de la empresa y los
valores y principios recogidos en el código, evitando que exista una ‘doble
cultura’.
• Exigir su cumplimiento,
designando a un directivo o área responsable de supervisar su acatamiento,
definiendo y aplicando consecuencias para los eventuales infractores.
• Implementar mecanismos de
difusión y capacitación que fomenten la mejor comprensión del contenido del
código, utilizando preferiblemente ejemplos y casos prácticos, que permitan
relacionar lo allí establecido, con sus actividades diarias.
No debe subestimarse el valor del
código de ética o conducta como importante marca personal de la identidad de la
empresa. En este sentido, no solo
sostengo que toda empresa requiere un código de ética o conducta, sino que
recomiendo que se difunda públicamente en sitios externos, como la página web,
de forma tal que tengan acceso no solo los empleados sino también otros
interesados, como prospectos de clientes, reguladores, accionistas, clientes,
proveedores, activistas y sociedad en general.
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