Cómo trabajar para un jefe que no pone
atención
FORBES- 24 de julio de 2018
Trabajar con un jefe que no tiene
consciencia de lo que sucede a su alrededor es difícil y ayudarlos puede
suponer un reto. Tristemente, la autoconciencia es deprimentemente rara.
Así como las personas difieren en
estatura, talento musical, habilidad numérica o sentido del humor, existen
diferencias consistentes en la capacidad para comprender qué pasa con los
demás. Hay gente para la que su entorno es un amplio punto ciego mientras otras
están al pendiente de detalles milimétricos. Hay jefes que darán seguimiento
detallado y acompañamiento mientras que hay otros que ni lanzando señales de
humo nos voltearán a ver. Tales diferencias se atribuyen generalmente a la
conciencia de sí mismo y al conocimiento de cómo afectan nuestras acciones en
los demás.
Como es de esperar, la
autoconciencia es un elemento constante en los modelos de liderazgo. Es un
componente medular para las personas que dirigen y es el ingrediente que marca
el ritmo de las relaciones con sus subordinados. Los líderes tienen la tarea de
influir y comprometer a sus equipos en el trabajo colaborativo, por lo que es
esencial que entiendan cómo sus comportamientos afectan a otras personas.
Evidentemente, un buen jefe tiene que saber que su toma de decisiones siempre
tendrá efectos en su equipo de trabajo. Desde lo elemental, como decidir si la
retroalimentación positiva o negativa es más efectiva para motivar a un
empleado de bajo rendimiento, hasta la mejor forma manera de comunicar su
visión para delegar a los seguidores tareas retadoras, para involucrarlos en
una misión significativa y sentido de propósito. Los líderes deben actuar como
embajadores para sus organizaciones. Ninguno de estos temas se puede realizar
de manera efectiva a menos que los líderes sean capaces de predecir cómo percibirán
sus acciones sus seguidores, equipos y organizaciones y los efectos que tendrán
en su gente.
Tristemente, la autoconciencia es
deprimentemente rara. Por lo general, lo común es que los líderes estén
absortos en la cotidianidad o en el ejercicio de su autoridad. Dejan de ver y
de tomar en cuenta lo que su gente necesita y se toman decisiones más por
suposiciones que por haber escuchado las necesidades reales. Hay jefes tan
acostumbrados a hablar y que todos callen que es poco común que cierren la boca
y se pongan a escuchar a su gente. Hay algunos que ni siquiera tienen en el
radar esa posibilidad. La repercusión de esta actitud le lleva a sentirse
injustificadamente satisfecho consigo mismo ya que no entiende la frustración
de su equipo de trabajo. Eso pasa porque las personas a menudo son promovidas a
posiciones de liderazgo basadas en su confianza más que en su competencia. Son
personas que dicen algo y actúan de otra forma y gente que es incapaz de ver a
los demás porque está ensimismado en su propio ego. Entonces, creen que todo va
bien y no entienden lo que sucede. El autoengaño ayuda a las personas a engañar
a otras personas. Es el típico caso de cuando piensas que eres mejor de lo que
realmente eres, probablemente no muestres muchas inseguridades, lo que hará que
otros confundan tu confianza con la competencia.
Si la distracción es tan común y
la autocomplacencia se encuentra por todos lados, es probable que la mayoría de
la gente en algún momento trabaje para un jefe que padece de distracción crónica.
Padecemos a líderes que se ven al espejo para afirmar que todo es perfecto y
maravilloso. Vivimos entre personas que dicen una cosa y hacen otra. Trabajamos
con jefes que están distraídos por múltiples agentes, que sostienen que están
muy ocupados, que viven pendientes de su celular y que dan por hecho a su
equipo de trabajo. Si este es el caso, hay que respirar y guardar la calma. La
buena noticia es que no estamos solos, más bien estamos muy acompañados. Otra
buena noticia es que podemos poner manos a la obra. Hay opciones, por ejemplo:
Ayudar al jefe. Sabemos que la
retroalimentación ascendente es peligrosa. Aunque, cuando los subordinados
evalúan a sus líderes, pueden estar jugándose una carta casi suicida, también
es valiosa. Hay que manejarse con cuidado: sin ser excesivamente directo o
crítico, se puede ayudar al jefe a entender cómo se siente el equipo u
organización, y brindar una lectura social de la situación que su jefe puede
estar perdiendo. Cuando los líderes se ven enfrentados a una crítica
constructiva, se les ayuda a comprender los aspectos clave de sus equipos y de
sus organizaciones que tal vez no habrían podido captar naturalmente. Una gran
oportunidad es convertirse en la lente por la cual el jefe pueda ver otro punto
de vista diferente que lo lleve a cuestionarse su propia opinión. Servir como
consejero es una posición privilegiada que debe manejarse con cuidado.
Aprender a lidiar con su lado
oscuro. Cuando los líderes son tan distraídos y viven absortos en sí mismos, a
menudo se exceden en comportamientos tóxicos e indeseables, porque no tienen
filtro ni capacidad para contenerse. Para ser claros, todos tenemos un lado
oscuro, pero cuando los líderes son conscientes de sí mismos, monitorean sus
comportamientos de manera más efectiva y aprenden a controlar sus tendencias
problemáticas, manteniendo estos activos tóxicos bajo control. Una buena
oportunidad es asumir la tarea de desarrollar un repertorio eficaz para hacer
frente al lado oscuro de nuestro jefe. Es adelantarnos un paso y anticipar el
conflicto. Lo mejor que podemos hacer si trabajamos para un jefe egocéntrico es
compensar su disposición natural, es estar alerta a los problemas y riesgos y
tratar de manejarlos.
Analizar su distorsión de la
realidad. Cuando los líderes son demasiado narcisistas o entrenados para
engañar a su autoconciencia, lo mejor es comprender con cuánta precisión
desfiguran la realidad y aprenden a convivir con ella, en lugar de desafiarla.
Incluso cuando las personas son irracionales, son en gran medida predecibles,
por lo que su objetivo principal debe ser detectar los patrones predeterminados
de pensamiento, sentimiento y comportamiento de su gerente y adaptarse a ellos.
Es ocupar el análisis y ponerlo a trabajar a nuestro favor.
Evidentemente, hay que tener en
cuenta que, si bien estas tres sugerencias intentan aliviar los problemas
causados por los líderes distraídos que andan entretenidos con su propio ego,
requieren que uno mismo ponga atención y sea objetivo en torno a la conciencia
de uno mismo. Eso no se puede dar por sentado. La solución empieza siempre en
primera persona. Naturalmente, a menudo las personas que carecen de
autoconciencia piensan que son conscientes de sí mismas, por lo que si quiere
saber dónde se encuentra, la única forma de averiguarlo es obtener
retroalimentación crítica de los demás sobre sus propias habilidades y talentos
y ajustar su autoestima. Ahí se abre una gran ventana de oportunidad.
Ser un faro, no es sencillo. Se
requiere de mucha inteligencia para plantear puntos de vista divergentes, ser
escuchado para que se valoren los planteamientos. No se trata de discutir por
discutir, se trata de poner un punto de vista divergente que le sume una
perspectiva distinta que sirva al líder para evaluar posturas y mejores
alternativas al momento de tomar decisiones. Esa es la mejor forma de trabajar
con un jefe que no pone atención más que en sí mismo.
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