¿Hacia la comoditización del
machine learning?
FORBES- 20 de julio de 2018
Sin una estrategia como punto de
partida, el aprendizaje automático corre el riesgo de convertirse en una
herramienta escondida dentro de las operaciones rutinarias de una empresa.
Hoy, en cualquier empresa que se
considere innovadora y competitiva en el mercado, están pensando en la
implementación de modelos de aprendizaje automático o machine learning. Muchas
veces sin entender claramente cómo este proceso aporta a la estrategia de la
empresa. Esta idea de “consigo un dato y le aplico algoritmos de machine
learning” es bastante limitada y la verdad que hay que tener cierto cuidado
cuando no se considera la estrategia de la empresa en la definición de cómo
diseñar y desarrollar el análisis avanzado de datos.
Hagamos un poco de historia. El
aprendizaje automático se basa en una serie de desarrollos a lo largo del
tiempo, comenzando con las estadísticas clásicas. La inferencia estadística
forma una base importante para las implementaciones actuales de la inteligencia
artificial. Pero es importante reconocer que las técnicas estadísticas clásicas
se desarrollaron entre los siglos XVIII y principios del XX para conjuntos de
datos mucho más pequeños que los que ahora tenemos a nuestra disposición. El
aprendizaje automático no está restringido por los supuestos preestablecidos de
las estadísticas. Como resultado, puede proporcionar ideas que los analistas
estadísticos clásicos no pueden ver por sí mismos, además de poder hacer
predicciones con grados cada vez más altos de precisión.
Más recientemente, en la década de
1930 y 1940, los pioneros de la informática (como Alan Turing, que tenía un
interés profundo y permanente en la inteligencia artificial) comenzaron a
formular y retocar las técnicas básicas como las redes neuronales que hacen
posible el “machine learning” actual. Pero esas técnicas permanecieron en el
laboratorio más tiempo de lo que lo hacían muchas tecnologías y, en su mayor
parte, tuvieron que esperar el desarrollo y la infraestructura de computadoras
potentes, a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980. Ese es
probablemente el punto de partida para la curva de adopción del aprendizaje
automático.
Las nuevas tecnologías
introducidas en las economías modernas -la máquina de vapor, la electricidad,
el motor eléctrico y las computadoras, por ejemplo- parecen tardar unos 80 años
en pasar del laboratorio a lo que podríamos llamar “invisibilidad cultural”, en
donde la sociedad ya se apropia de estos cambios tecnológicos. Todas estas
tecnologías han podido “cambiar de época”, en cada momento de la historia donde
han surgido, y no es raro pensar, que el machine learning logre lo mismo.
Lo que es crítico hoy, y lo que
hemos podido entender de nuestra propia historia, es que los ejecutivos de alto
nivel aprovecharán mejor el aprendizaje automático si lo ven como una
herramienta para elaborar e implementar una visión estratégica. Pero eso significa
poner la estrategia primero.
Sin una estrategia como punto de
partida, el aprendizaje automático corre el riesgo de convertirse en una
herramienta escondida dentro de las operaciones rutinarias de una empresa:
proporcionará un servicio útil, pero su valor a largo plazo probablemente se
limitará a una repetición interminable de aplicaciones, como modelos para
adquirir, estimular y retener clientes. Eso impactará en mejorar la eficiencia
de las operaciones, es decir, hacer lo mismo más eficientemente, pero no
ayudará a la “creación de estrategia” (y lo diferencio explícitamente de la
planificación estratégica), en donde hacer cosas diferentes, que permitan
generar una función continua de ventajas competitivas, que sean sustentable en
el tiempo, será lo critico en el largo plazo.
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