El cambio de Churchill, un modelo de liderazgo
FORBES- 24 de agosto de 2018
La evolución de una figura
histórica como la de Winston Churchill nos puede ayudar a ver las distintas
caras de un liderazgo efectivo, según la situación y el contexto en el que se
opera.
La audiencia entre Winston
Churchill y la reina Isabel II de Inglaterra parece tensa. “¿Comenzamos, Su
Majestad?
Hay una cuestión de extrema
urgencia que eclipsa todo lo demás: los soviéticos y su bomba H, admite el
entonces primer ministro británico quien, por su participación en decisiones
trascendentes como ésta, es reconocido por todas las generaciones, además de
que su rol de líder es prácticamente incuestionable.
Pero en este artículo nos
proponemos estudiar su papel como primer ministro después de la II Guerra Mundial,
ya en su segundo mandato, en medio de una sociedad (y un mundo) en
reconstrucción tras la derrota final de los nazis.
La formidable serie que ha
producido Netflix, The Crown, nos narra la biografía de la reina Isabel II
quien, a una muy temprana edad, debió mantener audiencias semanales con un
imponente y experimentado Churchill, cuya reputación parecía agrandarse cada
vez más.
¿Por qué vale la pena ver esta
serie? Una de las razones es porque nos muestra a otro Churchill, uno más viejo
naturalmente, pero también más alejado de las verdaderas necesidades de su
país. A nivel interno, el segundo mandato no está siendo muy favorable para el
primer ministro: hay crisis económica, mucho desempleo, una neblina histórica y
tóxica que deja un saldo de 12,000 muertos… El gabinete está impaciente y ya
muchos comienzan a dudar de la idoneidad (física y mental) del legendario
líder. Incluso la joven reina se pregunta si debe pedirle la renuncia.
¿Y cuál es la actitud de
Churchill? Los asuntos domésticos casi no le interesan; su obsesión son las
relaciones con las potencias extranjeras, tanto aliadas como enemigas. Su alma
de militar y estratega sólo tiene ojos para Estados Unidos, la Unión Soviética
y otros asuntos diplomáticos.
De alguna manera, no puede evitar
basar su liderazgo en aquello que le dio éxito en el pasado, en aquello que lo
convirtió en héroe.
“Es vital —le sigue diciendo a la
reina a propósito de la bomba H de los soviéticos— que reaccionemos rápido para
asegurar la paz que tanto nos ha costado conseguir. Yo soy la persona que debe
negociar con los rusos, ya que Stalin llegará a un acuerdo sólo si yo estoy
presente”.
Churchill no logra desprenderse
del modelo que lo llevó a la gloria, que lo tiene a él en el centro, como
protagonista. ¡Cuidado! Un modelo que fue crucial en la década de 1930 y al
despuntar la Segunda Guerra Mundial, cuando hizo falta osadía, astucia, valor y
estrategia para enfrentarse a un Hitler ante el cual nadie reaccionaba. Pero
como bien apunta la serie: “El mundo ha cambiado. La sociedad británica ha
cambiado”. ¿Podía Churchill, en su segundo mandato, lograr el éxito con su
misma visión de la historia y del mundo contemporáneo?
Su final es bien conocido y no
dejaremos el spoiler aquí. Hubo quien alguna vez definió a Churchill como “un
gran líder, pero un mal político”. Si pensamos esto en términos
organizacionales, podríamos decir que Churchill era un excelente gestor de
crisis (sobre todo respecto al cliente externo) pero con grandes falencias en
la gestión del cambio (respecto al cliente interno). Esto, sumado a una enorme
reputación anclada en importantes victorias y a una cierta arrogancia, más que
justificada, conlleva un riesgo: el colapso de la estructura que sostiene a
toda una organización.
¿Cuántos casos similares
conocemos en los grandes líderes de hoy? Es de vital importancia saber
gestionar las crisis, porque asegura la supervivencia, pero es igualmente
esencial saber gestionar el cambio, en tanto que la mejor ocasión para hacerlo
es cuando estamos bien. Muchos líderes centran su atención en el cliente
externo solamente y olvidan a la propia gente que trabaja para ellos, el
cliente interno, que necesita siempre de un ambiente adecuado para
autodesarrollarse y adaptarse a un mundo cambiante.
La evolución de una figura
histórica como la de Winston Churchill nos puede ayudar a ver las distintas
caras de un liderazgo efectivo, según la situación y el contexto en el que se
opera. Como alguna vez alguien dijo: “Para mejorar, hay que cambiar; para ser
perfectos, hay que cambiar todo el tiempo”.
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