Diamantes e información: el Proceso Kimberly
FORBES- 24 de agosto de 2018
La industria de diamantes vale
una fracción de lo que las redes sociales generan al año; la paradoja es que la
protección de datos se reguló antes que la extracción de las gemas.
“Diamonds are a girl’s best
friend” …dice la canción inmortalizada por Marilyn Monroe en “Gentlement
Preffer Blondes” y el cover que Nichole Kidman interpretó en “Moulin Rouge”.
Tal noción sobre el valor intrínseco de estas gemas ha plagado al imaginario
colectivo por generaciones, aunque en realidad su utilidad se limita a ciertos
procesos industriales…y desde entonces ¡a satisfacer expectativas prenupciales!
La obtención de estas piedras
preciosas ha estado rodeada de controversia por los “diamantes de sangre” o “de
conflicto”: gemas extraídas bajo condiciones de esclavitud, cuya venta fondea
milicias y golpes de Estado en África. La necesidad de satisfacer la demanda
global de diamantes sin incrementar el costo humano ni político, ni atizar más
conflictos en África atrajo la atención de las Naciones Unidas y de su Consejo
de Seguridad; tras reuniones en Kimberly, Sudáfrica, y en Amberes, Holanda, en
el 2000 establecieron el “Proceso Kimberly” para detener el tráfico de
diamantes de conflicto y asegurar a los compradores de gemas que su adquisición
no había contribuido al derramamiento de sangre.
Participan en el Proceso Kimberly
54 países, incluyendo a los productores de diamantes; americanos, europeos, del
medio y del lejano oriente. Los productores de diamantes en bruto deben tener
legislación nacional e instituciones para el control de sus exportaciones,
importaciones y venta interna; las facturas de los diamantes deben ostentar una
leyenda en la que se declara saber de primera mano que los diamantes que ampara
fueron adquiridos de fuentes legítimas, no involucradas en el fondeo de
conflictos; deben ser concatenadas a lo largo de la cadena de suministro y son
auditadas anualmente.
Hablando de dinero la industria
del diamante reportó en 2016 un valor global de 80.1 millardos (billones
estadounidenses); una fracción de lo que la industria de la información y datos
personales reporta al año. Alphabet, controladora de Google, reportó una
utilidad de 3.2 millardos aun tras descontar la multa que impugna en la Unión
Europea por prácticas monopólicas, por 5.1 millardos. Un solo negocio basado en
el análisis de datos produce por sí solo la riqueza que genera la industria
mundial de diamantes entera en un año.
Otro ejemplo que pone en mejor
perspectiva la proporción del valor de la información y datos personales contra
los diamantes: a finales de julio de este año Facebook perdió 119.4 millardos
de capitalización; prácticamente +50% del valor de la industria global de
diamantes, debido, en buena medida, a los embates que ha enfrentado por los
cuestionamientos sobre su diligencia en la gestión de los datos personales de
sus usuarios y las consecuencias que ello ha podido tener, tanto para ellos
como para sociedades enteras tras haber sido manipulada de cara a procesos
democráticos, como el Brexit y las elecciones estadounidenses de 2016, o para
orientar la violencia de grupos sociales predominantes en contra de minorías étnicas.
La amenaza de riesgo personal
podría no ser tan inmediata o evidente en el tráfico masivo de datos personales
como en el caso del tráfico de diamantes de conflicto; quienes extraen estas
gemas ilícitamente saben que su destino es financiar la inestabilidad política
y el derramamiento de sangre, mientras quienes legítimamente iniciaron negocios
basados la obtención y flujo de información no imaginaban que sus plataformas
podrían ser convertidas en armas para lograr el mismo efecto; sin embargo ese uso
armamentista de la información personal no deja de suponer riesgos, en la
medida que las grandes empresas de tecnología acceden a la información de más
usuarios, incrementan su alcance y se vuelven referente necesario para otros
participantes en Internet, a la vez que los actores perversos sofistican sus
tácticas para evadir los controles con los que las redes sociales intentan
evitar ser explotadas como medio para la manipulación masiva en perjuicio tanto
de grupos en particular como de la colectividad en general.
El icónico slogan “a diamond is
forever” fue escrito para De Beers en 1947 por Frances Gerety, de la agencia de
publicidad N.W. Ayer; sólo muchas décadas después del comercio global de
diamantes se cayó en cuenta de la necesidad de una regulación que garantizara
la licitud del origen de las piedras para prevenir o mitigar el daño de su
tráfico ilícito. Con la información y datos personales ocurrió al revés: la
primera ley de la materia fue aprobada en Alemania en 1970, el Convenio 108 de
Europa (al cual México se ha adherido recientemente) fue aprobado por la en
1981, y su primera Directiva lo fue en 1995. Google fue fundada en 1998 y
Facebook en 2004.
Sus orígenes esencialmente
norteamericanos las aislaron de la jurisdicción europea en su nacimiento; sin
embargo, su exponencial crecimiento e influencia globales las han puesto en
menos de 20 años en la encrucijada que el comercio de diamantes tardó más de
medio siglo en alcanzar. En ambos casos la conclusión es la misma: la
diligencia unificada en el origen del tráfico sea de gemas o de datos, es
esencial para el bienestar tanto de quienes los negocian como de sus clientes.
Ahora, está por verse si habrá un “Proceso Kimberly” para la protección de
datos personales, y de haberlo cuál será: mientras que en los Estados Unidos se
hace cada vez más patente la necesidad de una regulación integral de la materia
y en América Latina se han ido aprobando leyes de marcada influencia europea,
el viejo continente busca erigir a su Reglamento General de Protección de Datos
Personales (“RGPD”) como el estándar de licitud en el manejo de datos
personales.
Conforme esta dialéctica progresa
las empresas de tecnología se topan con más cuestiones de ética, e incluso de
filosofía, sobre su visión y misión; sin embargo, lo primero va primero, y en
tanto que los datos personales sean el combustible de su negocio, la diligencia
y el apego a la normatividad de la materia será el fiel de la balanza. Resta
ver si el RGPD será el “Proceso Kimberly” para los datos personales.
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