La mediana edad, parte olvidada
del marketing
FORBES- 19 de junio de 2018
El marketing está perdiendo de
vista un segmento, no tan grande como el de los millennials o centennials, pero
si por mucho, el más rentable; el segmento de la llamada “mediana edad”.
Todos los esfuerzos de los
gobiernos latinoamericanos y más en procesos electorales, se enfocan a dar
apoyos asistencialistas, ya sea a los jóvenes, o a los llamados de la tercera
edad, pero, y ¿Qué pasa con el segmento comprendido entre los 40 a 60 años y
que denominamos “mediana edad”?
Este segmento esta en verdadera
crisis ahora más que nunca, ya que no solo empiezan a ser segregados de la vida
laboral, sino que la era digital los ha devastado, dejándolos en una especie de
limbo analfabeta, donde muy pocos se atreven a desaprender lo vivido y sumarse
a las tendencias de innovación e irrupción de la tecnología, con el erróneo
pretexto de que “perro viejo no aprende trucos nuevos”. Conforme a una
investigación realizada por el profesor de Economía de la Universidad de
Warwick, Andrew Oswald para el Economic Journal, nos dice que la felicidad
tiene forma de U.
Empezamos a sentirnos más
infelices después de los 20 años, y tocamos fondo en la mediana edad, para
recuperamos poco a poco a partir de los sesenta años. Y tal vez para muchos,
las palabras marketing, economía y felicidad, no tengan mucha relación o
relevancia empresarial e incluso para la economía de un país, pero cada vez
más, científicos sociales demuestran la estrecha relación que esos parámetros
tienen. Incluso, el Reino Unido cuenta ya a partir del 2018 con un Ministerio
de la Soledad, para tratar con lo que la primera ministra, Theresa May, llamó
“la triste realidad de la vida moderna” para demasiada gente.
Allá por la década de 1970, un
hombre llamado Richard Easterlin, hoy de más de 92 años que sigue enseñando
Economía en la Universidad del Sur de California, ayudó a iniciar el estudio de
la relación entre la economía y la felicidad, aunque en ese momento casi nadie
lo escuchaba. A comienzos de la década de 1990, un grupo de economistas
británicos jóvenes revivificaron el campo inactivo. El impulso para su trabajo
fue la disponibilidad de nuevas fuentes de datos gracias a la tecnología que
eran inimaginablemente grandes según estándares anteriores, combinados con el instinto
de que no todo era miel sobre hojuelas en la economía convencional. La primera
conferencia sobre el tema de la “Economía de la Felicidad” tuvo lugar en
Londres en el otoño de 1993 y no es ningún secreto que fue un rotundo fracaso,
ya que solo asistieron ocho personas, a pesar de las 100 sillas y cientos de
carteles que se colocaron para invitar a la ponencia. Para los mercadólogos
ávidos de creatividad e innovación, este segmento lo tienen olvidado, y bien
podría ser el nicho buscado, ya que si bien en número no es el segmento más
grande de población (en México por ejemplo según datos del Inegi este segmento
apenas alcanza el 18%), si es el de mayor poder adquisitivo de todos los demás.
En los últimos 10 a 20 años,
hemos pasado a otros indicadores que están más cerca de las medidas de la salud
psicológica o la tensión mental. Uno con el que se trabaja mucho en hospitales
globalmente, es el puntaje del Cuestionario General de Salud (GHQ). Este es un
indicador de salud mental y también lo utilizan epidemiólogos y médicos de todo
el mundo. Es una cadena de preguntas: “¿Qué tan bien has estado durmiendo?”;
“¿Te has estado preocupando?”; “¿Has estado pensando en ti mismo como deprimido
… o no contribuyendo?”, Y así sucesivamente…
Debido a lo anterior, se tienen
datos sobre la relación entre la felicidad y la hipertensión, donde
recientemente se ha demostrado que, si se mira a través de los datos entre
países donde más personas dicen que son felices, son países con menos
hipertensión (es decir, presión arterial más baja). Por lo tanto, una vez más,
en un nivel profundo, estas respuestas subjetivas de las personas dadas en las
encuestas, se correlacionan directamente con los criterios objetivos de
bienestar y donde el mercadólogo hábil, podría satisfacer necesidades de nicho
para aquellos que no se declaran ser tan felices.
En conclusión, la felicidad
humana está en la agenda y el marketing está cambiando. Los economistas
probablemente se han equivocado al creer que solo el crecimiento económico del
país hace que las sociedades (ricas) sean más felices y muchos economistas no
cambiarán de opinión sobre los datos que se les presenten al respecto. Pero el
peso de la evidencia está en línea con la “Paradoja de Easterlin” que es un
concepto empleado en la economía de la felicidad, que pone en cuestión la
teoría tradicional económica que afirma que cuanto mayor sea el nivel de
ingresos de un individuo, mayor será su nivel de felicidad.
En términos más generales, y en
parte por esa razón, parece que las estrategias de marketing en el próximo
siglo, deberán concentrarse más en los objetivos no materialistas. Ya que no
somos seres racionales, sino seres emocionales que razonan. Y eso, cada vez
más, se está demostrando. Y si no prestamos atención a los integrantes del
mercado de la “Crisis de la Mediana Edad”, se nos estará escapando un segmento
sumamente atractivo, rentable y poco explorado.
Espero un día, hacia el final de
mi vida, ver que los titulares de las noticias probablemente no comenzarán con
“el crecimiento económico subió un 1.2% el mes pasado”, sino más bien “el
índice de bienestar psicológico compuesto del país subió un 2.8%”. Para
entonces, tal cosa parecerá natural. La gente mirará hacia atrás y se
preguntará por qué no se hizo así en la primera parte del siglo XXI.
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