La importancia del análisis y del
contrapunto
FORBES- 26 de junio de 2018
En el terreno profesional los
enfrentamos en la cotidianidad, lo extraño es saltar por encima de las
alternativas, sin poner atención a otras posibilidades que podemos tener.
Recuerdo la voz de mi maestro de
lógica, el profesor Tejeda, que nos explicaba la importancia entender las
complejidades del dilema. La lógica lo define como un argumento que está
formado por dos proposiciones contrarias y disyuntivas, al conceder o negar
cualquiera de estas dos proposiciones, queda demostrado aquello que se quería
probar. Es decir, un dilema es un razonamiento en que una premisa contiene una
alternativa de dos términos y las otras premisas muestran que los dos casos de
la alternativa conducen a la misma conclusión. Es una situación difícil o
comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de
ellas escoger porque ambas son igualmente buenas o malas. Lo sabemos, así es la
vida y los dilemas nos asaltan tanto en la vida profesional como en la
personal.
Un dilema es un camino que se
bifurca sin tener certeza cuál de las direcciones es la mejor para ser elegida.
En el terreno profesional los enfrentamos en la cotidianidad, lo extraño es
saltar por encima de las alternativas, sin poner atención a otras posibilidades
que podemos tener. Lo peligroso es negar que haya distintas maneras de abordar
un problema sin que se midan los riesgos. Un dilema requiere de análisis y de
contrapuntos. Sin embargo, es tan agradable sentir que se nos unta miel en la
oreja cada vez que nos dicen lo que queremos escuchar. En el otro extremo, nos
enfadamos cuando nos hacen ver que nuestra alternativa puede mejorar y nos
lleva a la furia cuando se nos insinúa que lo que propusimos no tiene
posibilidades de éxito.
La soberbia no sólo es un
sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o
despreciativo, también el disgusto que muestra una persona que expresa un punto
de vista diferente al de nosotros. Hoy en día es tan fácil toparnos con
opiniones idénticas a las nuestras. Casi todo lo que vemos en línea, a partir
de resultados de búsqueda es generada por algoritmos. Así trabaja Facebook, por
ejemplo. Este código invisible da prioridad a la información que piensa que nos
puede gustar y que puede convertir su experiencia en línea en una caja de
resonancia de las opiniones idénticas. Lo peligroso de que se nos muestre
siempre aquello concordante a nuestro pensamiento es que nos nubla otras
posibilidades y nos vuelve perezosos al momento de pensar. Es como si
estuviéramos en una pesadilla de ciencia ficción en la que una máquina es la
que va modelando nuestra forma de pensar.
Las consecuencias son serias y de
amplio alcance. Las derivaciones más comunes y dañinas son las noticias falsas
y la desinformación que ya son omnipresentes en nuestra cotidianidad. Los niños
pequeños están siendo sometidos a contenido pernicioso algorítmicamente
optimizado. Quizás la implicación menos preocupante es que existe un sesgo
sistémico en nuestras fuentes de información, que operamos y estamos informados
por pequeñas cámaras de eco. Es una ironía grotesca que nuestras experiencias
en Internet hoy lejos de ampliarnos las miras nos las esté estrechando.
¿Cómo se puede evitar que los
algoritmos escribiendo en nuestra visión del mundo? Si bien los científicos,
los expertos en el manejo de datos, los legisladores y los consejos de ética
trabajan en soluciones a largo plazo de gran escala, nos corresponde a nosotros,
como agentes individuales, asegurarnos de que descubrimos y aprendemos lo que
realmente necesitamos. En el contexto profesional en el que tenemos que hacer
uso de la tecnología en forma diaria, es más importante que nunca que el
profesional moderno tome buenas decisiones basadas en buena información:
objetiva, imparcial, de base amplia.
Por supuesto, la resistencia a
los algoritmos es difícil porque nos enfrentamos a un sofisticado sistema
secreto. Pero no es inútil, todavía. Aquí hay cinco pasos prácticos que puede
tomar en este momento que nos recomienda Marc Zao Sanders CEO y cofundador de
filtered.com
Para empezar, el primer paso es
reflexionar sobre lo espinoso que puede ser ver sólo las cosas con las que ya
está de acuerdo.
Ser escépticos, indagar sobre la
veracidad e integridad de la información que nos llega, especialmente la que
proviene de Internet.
Asegurarse de que estamos leyendo
en fuentes confiables acerca de los problemas en el mundo.
Ayudemos al algoritmo con el
juego. Cambiemos la configuración para permitir algunas recomendaciones
aleatorias. Seguir deliberadamente a las personas con puntos de vista
contrarios y explorar de forma proactiva las plataformas de medios sociales
elegidas en lugar de solo consumir pasivamente el contenido utilizado. La
exploración será recogida por el algoritmo y reflejada en futuras
recomendaciones.
Decidíamos conscientemente cuánta
influencia humana deseamos. Los resúmenes de correo electrónico personalizados
y las sugerencias de las redes sociales se determinan algorítmicamente. La
editorial tradicional todavía es elegida por la mano humana. Por supuesto, la
curaduría humana también está sujeta a prejuicios. Pero también está sujeta al
escrutinio de una audiencia más amplia con líneas de responsabilidad más
claras, ética y estándares y una aspiración, al menos para algunas
publicaciones, de ofrecer una cobertura integral más que subjetiva.
La influencia de los algoritmos
es inmensa y de doble filo. El dilema que se nos presenta involucra algunos de
los efectos tóxicos que hemos plantead. Los beneficios también son
sustanciales: de miles, millones, incluso miles de millones de piezas de
contenido mayormente irrelevante, los algoritmos sirven una alimentación que es
a la vez compulsiva e inspiradora. Así, pareciera que nos estamos complicando
la vida, que estamos buscando cuestionamientos en vez de certezas y seguramente
es así es. Al enfrentarnos a distintos puntos de vista nos entrenamos a la vida
real y no a la vida artificial. De ahí la importancia de tener un contrapunto.
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