Las nuevas imposiciones y fin del
establishment
FORBES- 11 de octubre de 2018
Si bien es cierto que el Juez
Kavanaugh tiene las credenciales académicas y profesionales para desempeñarse
al interior de la Suprema Corte, su calidad moral ha quedado en entredicho.
De manera recurrente, la
violencia contra la mujer en todas sus formas, encuentra siempre los argumentos
que la minimizan, la normalizan, y la convierten en causante de indignación
pero no en acción. La sonrisa burlona que se asoma en el rostro de un hombre
acusado de abuso o acoso sexual, y que se ve respaldado por un sistema que no
solo lo justifica, sino que lo redime y lo disculpa; nos indigna, lastima y
desmotiva.
No es necesario remitirnos a
ejemplos monstruosos y patológicos como el de Juan Carlos en Ecatepec, pensemos
en casos como el de Bill Clinton, Bill Cosby, Kevin Spacey, o Brett Kavanaugh
que, en las esferas del poder y la popularidad, no logran diluir las voces de
las víctimas sino que, por el contrario, refuerzan las ideas modernas acerca de
la sociedad patriarcal y la violencia sistemática en contra de las mujeres.
Cuando en 1789 se incluyeron los
estatutos de conformación de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, se
pensó en un órgano fortalecedor del check and balance system, que integrado por
nueve jueces, llevara la rectoría del Poder Judicial.
Una prerrogativa del Poder Ejecutivo
de Estados Unidos es la propuesta al Senado de los jueces que integrarán la
Corte y desde su creación, sólo en dos ocasiones, este órgano de los EU ha
detenido la Confirmación de una nominación hecha por el presidente de dicho
país.
El último de estos casos se dio
en 1987, cuando se le negó al presidente Reagan la Confirmación de un Juez
Magistrado a la Corte.
El caso de Kavanaugh toma
relevancia desde el momento de su nominación, incluso antes de que se
formalizaran las acusaciones en su contra, pues como Magistrado, es conocida su
postura hacia temas sensibles de la agenda social estadounidense, como lo son
el aborto, los derechos de la comunidad LGBT+, y la portación de armas. Postura
por demás coincidente con la visión conservadora del presidente Trump.
Con las elecciones intermedias ya
en puerta, las interminables historias de escándalo por fraude, desvío de
fondos, espionaje, y corrupción que envuelven al presidente y a su equipo más
cercano, no hacen más que empañar los pocos aciertos políticos y estratégicos
que ha logrado su administración.
Al grito de “nosotras también
votamos”, el descontento hacia la confirmación del Juez Kavanaugh se ha hecho
patente en múltiples esferas de la vida social y política de los Estados
Unidos, se sienta un precedente negativo y que no legitima a las instituciones
ni a la figura presidencial. La disculpa que ofreció Trump al Juez y a su
familia por el “sufrimiento” generado por el tortuoso camino hacia su
Confirmación, es una prueba fehaciente de que aún falta mucho camino por
recorrer en la eliminación de toda forma de violencia contra las mujeres, y por
supuesto puede representar un giro importante en el cause del Super Tuesday de
noviembre próximo, no es momento de desestimar el voto femenino ni de las mala
entendidas minorías.
Al mismo tiempo, comprueba que un
Estado de derecha radical, ultra conservador, liderado por un hombre al que le
gusta establecer categóricamente lo que es correcto y lo que no, amplía la
desigualdad y la brecha entre las instituciones y la población.
El peligro de la ultra derecha
está en que bajo el hartazgo que tiene la población del mundo por casos de
excesos, corrupción, desigualdad e impunidad, se acercan ofertas políticas
redentoras, soluciones ideales a manos de los ultra conservadores pero que
resultan en mera demagogia y populismo.
El escenario redentor prometido
por Donald Trump a los grupos más lastimados de la sociedad norteamericana no
es exclusivo de Estados Unidos, la imposición, la tiranía, y la sinrazón no han
dejado de estar presentes desde el fracaso de la social democracia en diversos
escenarios. El triunfo en la primera vuelta de la extrema derecha en Brasil
pone de manifiesto la necesidad que tiene su población de encontrar una opción
política que garantice el fin del establishment y el inicio de una era sin
élites corruptas, aunque eso signifique la llegada de las nuevas imposiciones.
El tema de fondo es la
congruencia, la ética con la que se dice y con la que se hace. Si bien es
cierto que el Juez Kavanaugh tiene las credenciales académicas y profesionales
para desempeñarse al interior de la Suprema Corte, su calidad moral ha quedado
en entredicho y al no haber acreditado plenamente su inocencia, podríamos
recordarle que el primer acto de corrupción que comete un servidor público es
aceptar un cargo para el cual no está calificado.
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