¿Cómo se logran buenos ambientes de trabajo?
FORBES- 9 de octubre de 2018
No se trata sólo de pasarlo bien,
sino de generar “adicción” sobre lo que hacemos, es decir, de crear una cultura
atractiva donde trabajadores comprometidos persigan un objetivo común.
Los denominados departamentos de
“recursos humanos” (cabe preguntarnos: ¿nos gusta a las personas ser llamados
‘recursos’?) han insistido desde siempre en un punto fundamental: la
importancia de las relaciones interpersonales en los ambientes de trabajo. Pero
en este último siglo, donde conviven las poderosas empresas de siempre, las
pymes, los emprendimientos por crowdfunding, las startups e innumerables
iniciativas aisladas, cultivar las relaciones entre las personas para conformar
grandes equipos de trabajo se ha vuelto fundamental.
¿Cómo se logran buenos ambientes
de trabajo? No se trata solamente de pasarlo bien, sino de generar “adicción”
sobre lo que hacemos día a día, es decir, de crear una cultura atractiva donde
trabajadores comprometidos persigan un objetivo común. Para lograr esto se
necesita engagement (compromiso), para lo cual existen distintas herramientas
según determinados enfoques.
El cine nos ofrece un ejemplo
singular de la mano del inigualable Roberto Begnini, quien en 1997 protagonizó
y dirigió una película que sigue estando hoy entre los grandes clásicos
modernos: La vida es bella. Uno de sus puntos fundamentales, a riesgo de que
nos pueda parecer absurdo, es el siguiente: ¿se puede lograr engagement en un
campo de concentración nazi? Para ofrecer algo de contexto es necesario
recordar cómo el protagonista, Guido, es llevado a un campo de concentración
debido a su origen judío. Allí, para proteger a su hijo Giosuè, comienza a
elaborar una enorme fantasía para justificar la terrible realidad que les
rodea. La creatividad de Guido para ocultarle a su hijo lo que está viviendo se
basa en dos herramientas fundamentales: storytelling y gamificación (educación
mediante juegos).
La escena que mejor ilustra esto
es la “traducción” que Guido hace de los oficiales alemanes para convencer a
Giosuè de que no tiene nada que preocuparse:
“Empieza el juego, quien no haya
llegado ya no juega. Se precisan 1,000 puntos. El primer clasificado ganará un
tanque blindado nuevo. ¡Menuda suerte! Cada día leeremos la clasificación por
aquel altavoz de allí. Al último le colgaremos un cartel que dirá ‘asno’.
Nosotros estamos en el equipo de los súper malos que gritan sin cesar. Nunca
olvidar tres reglas generales:
1) No intentes escapar.
2) Sigue cada orden sin hacer
preguntas.
3) Nada de protestar. ¿Está
claro?
En tres casos se pierden todos
los puntos:
1) Los que empiezan a llorar.
2) Los que quieren ver a su mamá.
3) Los que tienen hambre y piden
la merienda.
Probablemente de manera
inconsciente, Guido llevó a la práctica — en medio de un contexto aterrador—
todos los conceptos de la gamificación: planteó una misión, la de ganar el
juego; estableció un flow, es decir, niveles, reglas de comportamiento para
cumplir la misión como no protestar o escapar; y describió distintos tipos de
jugadores, como los ‘súper malos que gritan sin cesar’; y, por último, prometió
una recompensa… ¡el tanque blindado! Vale mucho la pena observar las
expresiones del pequeño niño ante estas instrucciones: son una mezcla de ansiedad,
intriga, sorpresa y entusiasmo.
¿Pensamos en todas estas
cualidades cuando queremos motivar a nuestros equipos de trabajo? Guido se las
ingenia para crear un nuevo tipo de ambiente con esa gran capacidad humana que,
aunque no lo parezca, todos tenemos de modo innato: contar historias. Y si a
eso le sumamos los condimentos que nos aporta la gamificación, la actitud de
quienes están involucrados puede transformarse de una manera revolucionadora.
La capacidad de crear historias y
de crear ilusión no deberían pertenecer sólo al campo del entretenimiento. Como
líderes, como managers, como directivos, tenemos que ser conscientes del enorme
potencial que tenemos a la hora de comunicar. Tal como nos muestra la película,
no hacen falta grandes medios o costosos equipamientos: quizás, únicamente se
precise de empatía con quienes nos rodean y autoconocimiento para saber elegir
el momento.
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