Recursos naturales de Latam y cambio climático
FORBES- 23 de agosto de 2019
En Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, México, Perú y varios países centroamericanos, The Nature Conservancy
lleva décadas desarrollando distintas soluciones basadas en la naturaleza.
Esta semana, el Panel
Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó
un reporte sobre el vínculo entre cambio climático y la superficie terrestre.
El llamado de los más de 100 científicos, de 53 países, es claro y contundente:
debemos introducir cambios radicales en la manera en la que producimos
alimentos y manejamos los bosques si queremos tener la capacidad de alimentar a
los 10 mil millones de personas que habitarán el planeta en el 2050.
El cambio climático ya ha
afectado las fuentes de alimentación y los recursos hídricos disponibles,
debido a la mayor incidencia de sequías, incendios, cambios en los patrones de
lluvia y la mayor frecuencia de eventos extremos. El reporte proyecta que estos
riesgos pueden ser más severos si continúa aumentando la temperatura,
provocando la caída en el rendimiento de la producción agrícola, el aumento de
los precios de los alimentos, la reducción de los niveles nutritivos de los
alimentos y las disrupciones en la cadena de suministro de los alimentos.
Este reporte se suma a otro más
amplio que el IPCC publicó en octubre del año pasado y en el que alertaba que
solamente contamos con 11 años para reducir las emisiones de gases efecto
invernadero (GEI), la causa del calentamiento global, para estabilizar la
temperatura a 1.5º y así evitar consecuencias catastróficas para el planeta y
la humanidad. Los sectores de transporte y electricidad han sido
tradicionalmente el foco de la atención por ser las fuentes más importantes de
las emisiones del GEI.
Hasta ahora, se había pasado por
alto la aportación de casi una cuarta parte de dichas emisiones derivadas de la
producción agrícola y la deforestación. La agricultura industrial, además, usa
una tercera parte de la superficie terrestre no congelada y casi dos terceras
partes de los recursos hídricos globales. Sobre todo, los monocultivos, como la
soya, usados tanto para alimento de animales y la generación de energía, están
arrasando con los bosques, que son sumideros naturales de carbono. Estas y
otras prácticas agrícolas están degradando los suelos, que se pierden entre 10
y 100 veces más rápidamente que la tasa a la que se regeneran. La desertificación
y la degradación de los ecosistemas por producción agrícola equivale a la
pérdida de un área forestal del tamaño de Sri Lanka cada año. De ahí el llamado
del IPCC para transformar profunda y urgentemente la manera en que usamos los
suelos y su. Pone un énfasis en la necesidad de cambiar la dieta reduciendo el
consumo de carne, ya que la producción ganadera es una de las fuentes más
importantes de emisiones de GEI del sector agrícola.
América Latina es particularmente
vulnerable a los impactos del cambio climático, por ser una región rica en
recursos naturales. Alberga 25% de los bosques y de la tierra cultivable, así
como más del 30% de los recursos hídricos del mundo. Una proporción importante
de las emisiones (entre 35% y hasta 60%) de muchos países de la región, sobre
todo en América del Sur, provienen del sector agrícola, forestal y de uso del
suelo, por lo que el cumplimiento de sus compromisos con el Acuerdo de París
obliga a estos países tomar medidas en este sector para mitigarlas.
Mientras que a veces se entiende
el cumplimiento de estos compromisos como una exigencia para detener el
desarrollo basado en la explotación de esta riqueza natural, el nuevo llamado
del IPCC representa una oportunidad para que América Latina se convierta en
líder global de la necesaria transformación hacia un uso sostenible del suelo.
Un estudio liderado por The Nature Conservancy (TNC) demuestra que la
naturaleza es la solución para reducir alrededor del 30% de las emisiones de
GEI, necesarias para estabilizar la temperatura planetaria a menos de 2ºC.
En Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, México, Perú y varios países Centroamericanos, TNC lleva décadas
desarrollando distintas soluciones basadas en la naturaleza.
Un caso prometedor es el trabajo
que TNC está apoyando en Colombia, una nación productora de ganado que está
saliendo de varias décadas de conflicto armado, para concentrar sus esfuerzos
en las áreas rurales que permitan ofrecer opciones productivas viables
económica y ambientalmente. La ganadería puede perjudicar la tierra, el agua y
la atmósfera, pero no tiene por qué ser así. TNC y sus socios colombianos están
promoviendo la ganadería sostenible a la escala más grande que jamás se haya
realizado en América Latina. Cerca de 4.000 ganaderos, principalmente propietarios
de pequeñas parcelas en áreas de alta biodiversidad y con bajo nivel de
ingreso, están adoptando prácticas sostenibles que protegen hábitats críticos
al tiempo que aumentan la producción, la rentabilidad y la resiliencia al
cambio climático. Estas prácticas ya comprobadas incorporan árboles en arreglos
como: sistemas silvopastoriles, bancos de forraje y cercas vivas que incluyen
especies nativas que proporcionan refugio para la vida silvestre y mejores
ingresos para los productores. Los resultados han sido impresionantes: La
producción de leche y carne aumentó un 17%, mientras que las emisiones de GEI
se redujeron en un millón de toneladas de CO₂ (lo que equivale a retirar
214.000 automóviles de las carreteras durante un año).
En Chiapas, México, una región
donde la enorme riqueza biológica contrasta con los alarmantes niveles de
pobreza y deforestación, los productores lecheros que incorporaron prácticas
sostenibles vieron aumentar su producción lechera entre el 25% y el 45% en un
período de tres años, mientras que las emisiones de metano disminuyeron en casi
un tercio. Estas prácticas no solo han elevado la producción y las ganancias,
sino que también han ayudado a conservar hábitats naturales críticos en el
segundo estado con mayor biodiversidad de México.
En São Félix do Xingu, en el
sureste de la Amazonía brasileña, TNC está promoviendo la intensificación
sostenible de la ganadería en propiedades rurales medianas y grandes, combinada
con la restauración de suelos y la reforestación de bosques ribereños. En las
propiedades pequeñas, las tierras degradadas están siendo reemplazados por
sistemas agroforestales a base de cacao. El cacao es un cultivo rentable que
crece a la sobra de los plátanos, arboles maderables y otros arboles nativos,
lo cual permite a los agricultores reforestar tierras degradadas con cultivos,
fomentando su seguridad alimentaria y sus fuentes de ingresos. En conjunto,
para 2030, estas iniciativas evitarán la emisión de 880 millones de toneladas
de dióxido de carbono de la atmósfera en 30 años —el equivalente a las
emisiones de más de 55 millones de automóviles— y podrán satisfacer el 10% de
la meta de reforestación de Brasil bajo el Acuerdo de Paris.
Hoy, el llamado del IPCC para
transformar la manera en que usamos los suelos exige que gobiernos, empresas,
bancos y la sociedad civil tomemos las acciones necesarias para llevar estas
soluciones a gran escala. La naturaleza es la solución que, junto con las
energías limpias, permitirá estabilizar la temperatura planetaria. También es
la solución para crear un sistema alimentario más resiliente al cambio
climático, asegurando el bienestar de una población creciente y de los sectores
más vulnerables de la sociedad.
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