¿A dónde llegará el poder de tu
voz?
FORBES- 20 de septiembre de 2019
Los asistentes de voz son una
forma de inteligencia artificial joven y han tenido muy buena recepción en el
mercado por lo intuitivos que resultan.
Preguntarle a Siri o a Bixby que
marque un número de teléfono o pedirle a Alexa que reproduzca una lista de
canciones específica de Spotify, es mucho más rápido e intuitivo que abrir las
aplicaciones o realizar la búsqueda manual desde el teléfono, tablet o
computadora.
¿Por qué? Una manera de
explicarlo es que el software y el hardware del ser humano están diseñados para
la comunicación verbal: es más fácil hablar para pedir algo, que escribirlo.
Esta es una de las razones por las que la evolución de las interfaces
tecnológicas se ha dirigido, entre otras direcciones, hacia los comandos de
voz.
Dado lo anterior, no sorprende la
creciente popularidad que reportan productos como Alexa o Google Assistant.
Según la Encuesta sobre Tendencias en Medios Digitales de Deloitte en su
edición 13, de 2017 a 2018, el uso de estas interfaces en los hogares
estadounidenses creció del 15 al 36 por ciento, un 140 por ciento arriba del
periodo anterior.
Aunque los datos ponen en
evidencia el éxito de estos productos entre los consumidores, la realidad es
que aún se explotan de manera muy básica, pues no suele ir más allá de atender
unas cuantas órdenes. Tan solo 18 por ciento de los usuarios afirma utilizar un
asistente de voz diariamente.
Como cualquier tecnología, esta
forma de inteligencia artificial es todavía joven. Apenas en 2011, Apple lanzó
Siri para iPhone; Samsung, S Voice llegó al mercado en 2012 (y evolucionó a
Bixby en 2017); Amazon Echo (la primera versión de Alexa) apareció en 2014 y
Google Assistant, en 2016.
La proyección de esta encuesta
augura un futuro prometedor para estas tecnologías, pues en este rubro alcance
casi los USD$19 mil millones para 2022. Esto significa que las compañías que
venden asistentes inteligentes deben trabajar constantemente en mejorar la
funcionalidad, eficiencia y efectividad de estos productos para que la
experiencia vaya más allá de ejecutar comandos, y así seremos testigos de cuál
será “la función” que marque un hito.
La evolución de esta tecnología
ha sido veloz, los desarrolladores se esfuerzan por mejorarlas constantemente
desde más memoria para escuchar órdenes por más tiempo, recibir órdenes sin
importar si el volumen de voz es bajo o alto, hasta contestar con el mismo
volumen del emisor, sostener una conversación o analizar los hábitos del
usuarios para hacer sugerencias[1].
El nivel de sofisticación que van
adquiriendo estos dispositivos, aunque también nos obligan a preguntarnos: ¿Qué
implicaciones tendrá en privacidad de los usuarios? ¿Cuántos datos podrán
recolectar? ¿Hasta dónde nos podrán escuchar?
Existe un meme que, a mi parecer,
refleja la mayor parte de nuestras inquietudes alrededor de esta tecnología:
“Mi esposa me preguntó por qué hablaba en voz baja estando en casa. Le dije que
tenía miedo de que Mark Zuckerberg me estuviera escuchando. Ella rió. Yo reí.
Alexa rió. Siri rió”.
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