Cyanogen: los smartphones pueden ser aún más
inteligentes
Forbes - jueves, 4 de junio de 2015
Una startup descarada tiene una
oportunidad real de terminar con el duopolio mundial de los smartphones.
Kirt McMaster tiende a ir a su
propio ritmo. Trabaja en el local gris y rústico de una tienda de productos
para plomería convertida en oficina, en cuya placa ubicada en la fachada se
lee “John F. Dahl Plomería y Calefacción (desde 1895)”. Nada da indicio alguno
de que su startup, Cyanogen, se aloja en el interior de este lugar ubicado en
Palo Alto, California. “Estamos metiéndole una bala en la cabeza a Google”,
resume su misión McMaster.
El momento es propicio para que
alguien lo intente. La revolución móvil empezada por el iPhone comienza a
estancarse en momentos en los que se acerca a un nuevo punto de inflexión. Se
espera que el número de teléfonos inteligentes en el planeta crezca de
aproximadamente 2,500 millones a casi 6,000 millones en 2020. Sin embargo, el
iOS de Apple y el Android de Google controlan 96% del mercado de sistemas
operativos móviles, y McMaster no quiere hacerse un espacio entre Apple y
Google, quiere ofrecer al mundo una tercera opción, Cyanogen, un sistema
operativo para móviles de seis años de edad, que es esencialmente una versión
mejorada de Android y está disponible lejos del control de Google.
McMaster, quien reveló sus
planes a detalle en una serie de entrevistas con Forbes, está amasando los
recursos necesarios y poderosos aliados para ir a la batalla. Cyanogen acaba
de levantar 80 millones de dólares (mdd) de inversionistas que incluyen a
Twitter, al desarrollador de chips para móviles Qualcomm, al operador
Telefónica y al titán de los medios Rupert Murdoch.
La ronda, que valúa a Cyanogen en
cerca de 1,000 mdd, está siendo liderada por PremjiInvest, el brazo
inversionista del multimillonario fundador de Wipro, Azim Premji, el tercer hombre
más rico de la India. Otros inversionistas habían inyectado anteriormente 30
millones adicionales a Cyanogen, entre ellos Benchmark, Andreessen Horowitz,
Redpoint Ventures, y Tencent. Microsoft, que consideró invertir en Cyanogen,
no participa en la ronda actual, según personas familiarizadas con su
decisión. Pero, dicen esas mismas fuentes, Microsoft y Cyanogen están a punto
de concluir una alianza de amplio alcance para incorporar en los dispositivos
de Cyanogen varios de los servicios móviles de Microsoft, incluyendo Bing, el
asistente digital Cortana, el sistema de almacenamiento en la nube OneDrive,
Skype y Outlook.
“Los vendedores de apps y los
proveedores de chips están muy preocupados porque Google controla toda la
experiencia”, dice Peter Levine, socio en Andreessen Horowitz. Eso es
particularmente cierto para las empresas que compiten con Apple o Google,
entre ellas Box y Dropbox en almacenamiento en la nube; Spotify en la música;
Facebook, Twitter, WhatsApp y Snapchat en mensajería; Amazon en comercio, y
Microsoft en una amplia franja de sectores.
Cyanogen tiene la oportunidad de
meterse en 1,000 millones de teléfonos, más que el número total de iPhones
vendidos a la fecha, según algunos analistas. Cincuenta millones de personas
ya usan Cyanogen en sus teléfonos, según la compañía. La mayoría pasó por el
largo proceso de formatear un teléfono Android y reiniciarlo con Cyanogen, lo
que puede tomar horas. McMaster está persuadiendo a una creciente lista de
fabricantes de teléfonos para fabricar dispositivos que corran sobre Cyanogen,
en lugar de Android. Sus teléfonos se están vendiendo en un tiempo récord. Los
analistas dicen que cada teléfono podría darle a Cyanogen ingresos mínimos de
10 dólares y tal vez mucho más.
Por supuesto, otros jugadores
mucho más poderosos han tratado infructuosamente de establecer un tercer
sistema operativo móvil. McMaster es muy consciente de esta historia, por lo
que, según él, la cooptación de Android es el único camino para lograrlo.
Entonces, mediante la apertura del código de Cyanogen en formas que ni iOS ni
Android han hecho, McMaster espera atraer a los desarrolladores de apps que se
sienten limitados por Apple y Google.
Una empresa como Visa o PayPal
sería capaz de construir un sistema de pago sin contacto que funcione igual de
bien o mejor que Google Wallet. Skype podría ser incorporado en el marcador
del teléfono. Un servicio como Spotify podría convertirse en el reproductor de
música por defecto en un smartphone.
“En un mundo perfecto, el
sistema operativo debería saber que uso Spotify para escuchar música. Yo
debería ser capaz de hablarle a mi teléfono y decir: ‘Toca esta canción’, y
Spotify tocaría la p**a canción. Hoy no es así”, dice McMaster.
Todo nació de un juego
Cyanogen nació mucho antes que
McMaster se ungiera como el David del Goliat de Google. Su origen se remonta a
2009, cuando Steve Kondik, un empresario y programador veterano de 40 años de
edad, comenzó a jugar con Android en su casa de Pittsburgh durante sus sesiones
nocturnas de hacking. (Android es de código abierto, por lo que cualquiera
puede descargar el código y modificarlo. Mientras la gente no rompa cosas, las
apps de Android, incluyendo las de Google —Gmail, Maps, Drive, Play Store y
otras—, correrán sin problemas. Y Google, que regala Android, hace dinero de
los anuncios en las apps y los datos que recoge de los teléfonos.)
Kondik comenzó haciendo algunos
cambios en la interfaz de usuario de Android, y luego trabajó en mejorar el
rendimiento y extender la vida de la batería. Muy pronto una comunidad de
cientos de desarrolladores se unió en torno de él y comenzó a contribuir a sus
habilidades de programación para su esfuerzo de Cyanogen, en ese entonces
llamado CyanogenMod. “Fue totalmente inesperado”, dice Kondik. “No había una
gran visión.”
Los foros en línea empezaron a
hablar sobre la versión de Android altamente personalizable de Kondik, y para
octubre de 2011 un millón de personas había instalado Cyanogen en sus
teléfonos. Ocho meses más tarde, esa cifra había explotado a ocho millones.
Eventualmente, Samsung lo notó y contrató a Kondik. La compañía le otorgó
permiso para continuar con su experimentación nocturna con Android. “Rápidamente
absorbió mi vida”, dice Kondik, quien permanece en Seattle, donde trabaja la
mayoría de los ingenieros de Cyanogen. (La empresa tiene menos de 90 empleados,
pero recibe contribuciones de hasta 9,000 programadores de código abierto.)
Mientras Kondik hackeaba con su
banda de programadores, McMaster fue rechazado de varias empresas de alta
tecnología.
Este canadiense compró en 2012 un
Samsung Galaxy 3, el primer teléfono Android que sentía estaba a la par del
iPhone, pero de inmediato se frustró porque la última versión de Android
conocida como Jelly Bean no estaba disponible para su equipo. Así que McMaster
formateó su Galaxy e instaló CyanogenMod, que, gracias a su ejército de
programadores, ya había incorporado la actualización de Jelly Bean. Esto, dice
McMaster, lo llevó a una especie de epifanía mientras hacía ejercicio una tarde
en un gimnasio en Venice, California. “Si pudieras resetear tu dispositivo con
un sistema operativo abierto, podrías personalizarlo tanto como quisieras. Eso
significa que podrías hacer con el dispositivo lo que te venga en gana”, dice
McMaster.
Esa noche encontró a Kondik a
través de LinkedIn, y hablaron por teléfono. McMaster acaparó la mayor parte de
la conversación, presentando a Kondik un plan para convertir su proyecto de
código abierto en una empresa. “Yo seré CEO, tú podrías ser CTO. Conseguiré
algo de dinero. Vamos”, recuerda haber dicho en esa ocasión McMaster.
Kondik invitó a McMaster a
Seattle y ambos se reunieron al día siguiente en una cervecería donde chocaron
el gran entusiasmo de McMaster y la cautela de Kondik.
“Yo era muy escéptico al
principio”, dice Kondik. Sin embargo, en menos de 48 horas la pareja había
acordado formar un equipo, y Cyanogen, el proyecto de código abierto, engendró
Cyanogen, la compañía. Aunque algunos veteranos miembros de la comunidad de
Cyanogen se lamentaron por la idea de convertir el proyecto en algo
corporativo, McMaster los tranquilizó explicando el potencial del proyecto.
La evolución
Cyanogen ha pasado de ser un kit
de juegos para aficionados a incorporar su OS en smartphones queda claro en el
interior del Toyota Prius que Joseph Reid conduce por San Francisco.
Al igual que muchos otros
conductores del servicio de chofer privado Lyft, Reid obtiene sus clientes y
las indicaciones de cómo llevarlos a través de un smartphone montado en su
tablero de instrumentos. El suyo es uno que llama la atención: delgado y
elegante, con una llamativa pantalla de 5.5 pulgadas. Es un OnePlus One, de
fabricación china, un teléfono Cyanogen lanzado el año pasado que el blog
especializado en tecnología Gizmodo llamó un “smartphone increíblemente
fantástico”.
El dispositivo supera a muchos de
sus competidores, incluyendo, en diversas pruebas, al iPhone 6. Su precio
comienza en 300 dólares, sin subsidio. El Google Nexus 6, que cuenta con
especificaciones similares y se considera la parte superior de la línea
Android, cuesta el doble.
El OnePlus One es el segundo
teléfono Cyanogen de Reid. Él se enganchó con el software hace un año después
de comprar un Samsung Galaxy S4. A Reid no le importaban las apps que Samsung y
Sprint habían puesto en él, y la experiencia en general no cumplió sus
expectativas, así que le instaló Cyanogen.
“Las personas se sorprendían de
cuán rápido era”, dice. El OnePlus One es aún más rápido. Hasta ahora, la
compañía ha vendido cerca de un millón de ellos.
McMaster y su equipo están
ocupados cortejando a otros fabricantes de teléfonos. El año pasado, Micromax,
el líder del mercado en la India, comenzó a vender teléfonos Cyanogen bajo su
marca de gama alta Yu. (El acuerdo, que hizo de Micromax el vendedor exclusivo
de Cyanogen en la India, motivó el divorcio definitivo entre Cyanogen y
OnePlus, que ahora desarrolla su propio sistema operativo).
La compañía ha lanzado los
teléfonos en lotes a través de su tienda en línea, mismos que se agotan en
cuestión de segundos.
“La gente lo está recibiendo
excelentemente bien”, dice Rahul Sharma, director general de Micromax. “Cada
semana aumentamos la producción.”
Sharma dice que eligió a
Cyanogen para satisfacer la demanda de sus clientes de teléfonos
personalizables. En muchos sentidos, Micromax está siguiendo los pasos de
Xiaomi, el gigante chino de 46,000 mdd, que construyó una marca popular y un
público fiel creando teléfonos altamente personalizables.
Pero en lugar de contratar a un
ejército de programadores para desarrollar el software, como lo hizo Xiaomi,
Micromax ha subcontratado a Cyanogen.
Otras marcas en los mercados
emergentes seguramente se subirán al mismo tren, dice Horace Dediu, de Asymco,
un influyente analista de la industria. “Cyanogen es ahora un facilitador para
los próximos Xiaomis.”
Aun así, es poco probable que
sean muchos. En marzo, Alcatel, el séptimo fabricante de teléfonos móviles del
mundo, dijo que llevará a EU el Hero 2+, su teléfono de 6 pulgadas que corre
Cyanogen, a sólo 299 dólares. Mientras, la potencia de los procesadores móviles
Qualcomm dijo que incluirá a Cyanogen en su “diseño de referencia”, una
especie de plantilla técnica que los fabricantes de teléfonos más pequeños en
todo el mundo usan para crear dispositivos con sus propias marcas.
La primera expresión verdadera de
la visión de McMaster saldrá a finales de este año en un teléfono fabricado por
Blu. La compañía con sede en Miami se ha convertido en uno de los fabricantes
de teléfonos más populares en América Latina; sus teléfonos se venden en EU a
través de Walmart y Best Buy, y están entre los teléfonos desbloqueados más
vendidos en Amazon.
Blu dice que lanzará el primer
teléfono con Cyanogen sin apps móviles de Google. Aunque Samuel Ohev-Zion, ceo
de Blu, dice que aún no están resueltos todos los detalles, él imagina un
teléfono que usará la tienda de apps de Amazon, el navegador web Opera, los
mapas HERE de Nokia, Dropbox y Microsoft OneDrive para el almacenamiento en
la nube y Spotify para la música. También tendría Bing para la búsqueda y
Microsoft Cortana como un reemplazo para el asistente de voz de Google.
“Cuando estas otras aplicaciones están profundamente integradas en el
teléfono, la mayoría de las veces se desempeñan mejor que las apps de Google”,
dice Ohev-Zion.
Teléfonos como estos son con los
que Cyanogen hará su dinero de verdad. Actualmente, la empresa obtiene ingresos
mínimos vendiendo “temas” que los usuarios pueden aplicar para personalizar el
look and feel de sus teléfonos. (En la actualidad, depende de Google Play Store
para la facturación, pero con el tiempo planea construir su propia tienda).
La oportunidad más grande surgirá
de acuerdos para compartir ingresos con los desarrolladores de aplicaciones que
integren sus servicios profundamente en los teléfonos basados en Cyanogen. En
algunos casos, la empresa compartirá los ingresos de esos acuerdos con
fabricantes de teléfonos que están luchando con estrechos márgenes de
ganancias. “Les daremos ingresos durante la vida útil del teléfono”, dice
Natarajan.
A pesar del tono beligerante de
McMaster, Cyanogen puede tener éxito sin hacer daño real a Google, que no quiso
hacer comentarios para este artículo. Durante una entrevista en el escenario en
el Mobile World Congress en Barcelona, Sundar Pichai, jefe de producto de la
compañía y líder de Android, dijo que no está seguro de cuál es el verdadero
atractivo de Cyanogen.
Lo más probable es que el éxito
de Cyanogen equivaldría a la pérdida de una enorme oportunidad para Android y
la oportunidad de colocarse entre Apple todos los demás niveles, lo que
complica las perspectivas de Google en un momento en que los inversionistas
están preocupados de que la empresa nunca pueda hacer tanto dinero en móvil
como lo hizo en el escritorio. Aun así, incluso algunos aliados de Cyanogen no
son fans de las declaraciones en contra de Google.
“Kirt es agresivo y muy
bravucón, y no creo que la compañía existiera sin ellos”, dice Sandesh Patnam,
de PremjiInvest. “Me gustaría que no los hubiera provocado tanto y tan
fuerte”. Dicho esto, las abiertas agresiones de McMaster en contra de Google
pueden tener beneficios adicionales más allá de acaparar los titulares: Hacen a
Cyanogen suficientemente visible como para que Google, que opera bajo el
resplandor de los reguladores antimonopolio, piense dos veces antes de hacer
algo que pudiera interpretarse como el debilitamiento de un rival potencial.
Es también lo que alimenta a McMaster. “Como con cualquier gran mito, se
necesita un enemigo común”, dice. “En este momento, ese enemigo común es
Google”.
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