El Jmer Rojo
Associated Press - sábado, 9
de agosto de 2014
Camboya (AP) - Fue un acto
extraordinario de desafío en el que se jugaba la vida. Aunque todo lo que hizo
fue escribir a escondidas.
Hace casi 40 años, agachado sobre
el piso de la cabaña de madera y hojas en la que se vio obligado a vivir
alejado de sus hijos, el inspector de escuelas camboyano Poch Younly mantuvo un
diario secreto en el que narró los horrores de la vida bajo el Jmer Rojo, el
régimen comunista radical cuyo brutal experimento de ingeniería social costó la
vida de 1,7 millones de camboyanos por exceso de trabajo, desatención médica,
hambruna y ejecuciones.
Advertido de que podrían matarlo
de ser descubierto, Younly ocultó el diario dentro de un jarrón de arcilla. En
ese período trágico, en que estaban prohibidas la religión y las escuelas y
toda persona educada era considerada una amenaza, no tenía derecho a poseer
siquiera una pluma y papel.
"¿Por qué tengo que morir
aquí como un gato o un perro... sin ningún motivo, sin ningún sentido?",
escribió en las últimas páginas.
Cuatro décadas más tarde, esos
interrogantes siguen acosando a Camboya.
Younly no sobrevivió. Pero su
diario perdura. Fue parte del nutrido legajo de documentación que esta semana
ayudó a condenar a los dos únicos sobrevivientes del liderato del Jmer Rojo que
siguen enfrentando a la justicia: Khieu
Sampan, el expresidente de 83 años, y Nuon Chea, mano derecha del infame líder
Pol Pot. El jueves, un tribunal respaldado por las Naciones Unidas sentenció a
ambos a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, un veredicto que muchos
consideran demasiado leve y demasiado tarde.
Difundido públicamente por
primera vez el año pasado, el diario es un documento valiosísimo, apenas uno de
cuatro conocidos de víctimas y sobrevivientes durante el régimen del Jmer Rojo,
en comparación con 453 documentos escritos por secuaces comunistas en ese
entonces.
Es "la historia de todos los
que sobrevivimos", dijo Youk Chhang, que dirige el Centro de Documentación
de Camboya, que ha amasado millones de documentos, fotografías, películas y
testimonios verbales de la era trágica. Agregó que en ese entonces todo
pertenecía a la revolución. "Uno no era dueño de nada, ni siquiera de la
historia de tu vida".
El recuento de Younly es vital
porque individuos como Khieu Samphan y Nuon Chea trataron de arrojar dudas
sobre las atrocidades cometidas durante su régimen. La mayoría de los
camboyanos actuales nacieron después del derrocamiento del Jmer Rojo en 1979.
"La gente olvida cómo nos
moríamos de hambre", afirmó Youk Chhang, que todavía tiene cicatrices en
las piernas de los grilletes con que lo esposaron los soldados del Jmer Rojo
durante dos meses. "Es difícil describir a los jóvenes lo que era la
hambruna. Pero toda la nación se moría de hambre".
Escrito en jmer, el diario llena
un centenar de páginas y está dividido en dos secciones. La primera resume la
historia familiar de Younly, una era que
abarca desde el régimen colonial francés y la ocupación japonesa durante la
Segunda Guerra Mundial, y su matrimonio arreglado con su esposa de 15 años de
edad. El resto, escrito como si estuviera dirigido a sus hijos, describe la
vida bajo las botas del Jmer Rojo y solo tiene fechas inicial y final, el 9 de
febrero y el 29 de julio de 1976, con un agregado pocos días después.
Cuando las fuerzas del Jmer rojo
capturaron Phonm Penh el 17 de abril de 1975, la pareja vivía con ocho de sus
hijos en un pueblo rural llamado Kampong Chhnang. Tres días después llegaron
los guerrilleros y los residentes, incluso Younly, los aclamaron, pensando que
la guerra había terminado, recordó su viuda Som Seng Eath, de 86 años.
Pero apenas horas después todo
cambió. A todos los residentes les ordenaron salir a pie.
El Jmer Rojo vaciaba las ciudades
camboyanas, forzando a millones de personas a marchar al campo para hacer
trabajos manuales. Su objetivo era crear una utopía comunista agraria, pero lo
que estaban haciendo era convertir la nación del sudeste asiático en una enorme
cárcel.
Younly "no podía creer lo
que ocurría. Me decía 'No te preocupes, regresaremos pronto, no empaques
mucho''', recordó su viuda. Pero ella se llevó todo lo que pudo, incluso cinco
de las libretas de su marido, y varias plumas de tinta azul.
Mientras se oían disparos, se
sumaron al éxodo masivo, arrastrando a sus hijitos y todo lo que pudieran
llevar. Al caer la noche, en medio de la marcha, la gente lloraba. Younly
recuerda haber marchado por bosques y
montañas durante casi dos meses. En el camino les confiscaron la mayoría
de sus posesiones, entre ellas cuatro de los cuadernos y una cámara que Younly
había comprado durante una visita gubernamental para inspeccionar escuelas en
Estados Unidos en 1961.
Empezaron a oír versiones sobre
ejecuciones. El 1 de mayo llegaron al pueblo de Chumteav Chreng y allí se
quedaron.
Las nuevas autoridades, conocidas
como "Angkar" -"La Organización"- "nos obligaron a teñir
todas nuestras de negro", escribió Younly. Los evacuados fueron
organizados en unidades de trabajo. Los hijos fueron separados de los padres y
forzados a integrar unidades especiales de trabajo.
"Trabajábamos día y noche
despejando el bosque para hacer la tierra arable arrancando los árboles,
cavando canales, construyendo caminos y diques, plantando vegetales",
escribió. "Trabajábamos de 10 a 13 horas diarias".
Con los alimentos prácticamente
agotados, Younly y su esposa canjearon ropas por sal, azúcar y medicamentos.
Pronto Younly enfermó y empezó a
sentir que se aproximaba el fin. "Ahora mi cuerpo parece un cadáver, solo
piel y huesos", escribió. "No tengo energías y me tiemblan las manos
y las piernas. No tengo fuerzas. No puedo caminar mucho. Todos trabajan como
animales, como máquinas, sin ningún valor ni esperanza para el futuro".
En un momento, Younly lamenta no
poder ver a todos sus hijos. Sus dos hijos mayores estaban en otra parte del
país. Los demás fueron obligados a vivir en otro sector del pueblo para trabajar
en unidades de trabajo móviles
infantiles.
"Déjenme morir",
agregó. "Que mi destino me lleve a donde sea. Hijos míos, los extraño, los
amo". El 1 de agosto de 1976 escribió un mensaje en la última página en la
que pidió a su familia cuidar del diario. Horas después fue arrastrado a
levantar una palmera que se había caído sobre un arrozal. Las autoridades de
hecho fueron a arrestarlo porque uno de sus hijos intentó adquirir pescado
canjeándolo por un reloj que su padre había comprado en Estados Unidos 15 años
antes. La propiedad privada era ilegal y esconderla, todavía peor.
"Nunca volví a verlo",
dijo Som Seng Eath bañada en lágrimas.
Younly murió varias semanas
después en una prisión cercana donde permanecía encadenado al piso.
La viuda mantuvo el diario
durante dos décadas hasta que se lo pasó a una de sus hijas. Fue el marido de
ella quien sugirió entregarlo al centro de documentación.
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