La obsesión argentina por ser "un país
normal"
BBC Mundo - marzo de 2015
"¡Esto en un país normal no pasa!",
"¿Por qué no podemos ser un país normal?" "La Argentina tiene
que volver a ser un país normal"...
Se escucha en las calles, en las reuniones de
amigos, en los medios de comunicación y en los discursos de los políticos.
A este corresponsal, al que antes de aterrizar
en Buenos Aires tanto le habían hablado de la arrogancia y aires de
superioridad de los argentinos, siempre le extrañó por qué los argentinos
parecen tener tan claro que no viven en "un país normal", como si más
que arrogancia llevaran a cuestas la cruz de una supuesta decadencia.
Esta obsesión con la normalidad resurge cada
vez que hay una noticia que sacude a la sociedad, como la reciente muerte del
fiscal Alberto Nisman, que todavía está envuelta en misterio.
Pero la recurrente frase de "esto en un
país normal no pasa" se puede oír también cuando se corta la luz, cuando
fallan los teléfonos o cuando la carretera queda cortada por una protesta.
¿Pero por qué exactamente se sienten tan
"anormales" los argentinos?
Según Alejandro Grimson, autor de Mitomanías
Argentinas, el local tiende a interpretar la historia de su país como la de una
nación que pasó de ser una gran potencia de glorioso destino a ser un absoluto
desastre.
"En el imaginario se ve a la Argentina de
finales del siglo XIX y principios del XX como un país europeo ubicado en un
lugar equivocado, con la idea de que es una gran potencia mundial, el granero
del mundo.
"En aquella época eso era muy discutido,
pero 100 años después se tiene a ese país totalmente idealizado, como si hace
un siglo la Argentina hubiese sido totalmente maravillosa", le explica
Grimson a BBC Mundo.
"Algunos dirían que Argentina fue una
potencia a principios del siglo XX, otros que lo fue en los años del peronismo
(años 50), pero todos parecen coincidir en que ahora el país vive en una
permanente crisis", cuenta el doctor en antropología en la Universidad
Nacional de San Martín.
Luis García Fanlo, profesor de Sociología de la
argentinidad en la Universidad de Buenos Aires, asegura que la obsesión con ser
normal tiene que ver con la construcción misma de la nación argentina
"frente a la gran inmigración de fines del siglo XIX y principios del
XX".
"El Estado implementó una serie de
dispositivos patrióticos y un discurso sobre el argentino normal, buen
argentino, argentino sano, basado en el positivismo médico y el darwinismo
social de la época", le dice a BBC Mundo.
"Un argentino normal era quien adhería a
la cultura del trabajo, no se metía en política y profesaba sentimientos
patrióticos y de sumisión ante el orden social.
"Según el discurso de la clase dominante,
fue primero el anarquismo, luego el Yrigoyenismo (por la presidencia de
Hipólito Yrigoyen, de la Unión Cívica Radical) y finalmente el peronismo los
que degradaron al buen argentino, generando un país 'anormal'. Estos discursos
se reprodujeron en el teatro, el cine, la TV, la literatura, la historieta, los
diarios... hasta convertirse en el sentir común", añade.
¿Qué es lo normal?
Los políticos también suelen hacer referencia
al "país normal" en sus discursos y campañas.
Sin embargo, todos los países parecen sentirse
únicos en sus conflictos. De algún modo, todos son un poco anormales.
En mi país de origen, España, muchos no entienden
que con el paso de los siglos se siga discutiendo sobre las lenguas,
territorios e identidades de cada región.
Cuando estudiaba en Bélgica, a nadie le parecía
razonable que su país pudiera pasarse meses sin tener gobierno por la falta de
acuerdo de sus partidos.
En Estados Unidos no se entendía cómo una
potencia mundial podía caer en el cierre de oficinas federales, con miles de
funcionarios sin trabajar, por falta de acuerdos políticos.
Y viviendo en México escuchaba con frecuencia
aquello de que el surrealismo se inventó en su país.
Pero entonces, ¿cómo es la normalidad a la que
aspiran los argentinos?
"El modelo era Estados Unidos para Justo
José de Urquiza o Domingo F. Sarmiento (expresidentes durante el siglo XIX) y
una simbiosis entre Inglaterra, Francia y Alemania para los positivistas
oligárquicos de la época del centenario de la Revolución de Mayo (1910)",
explica García Fanlo.
"Pero en décadas siguientes los
nacionalismos de derecha y los populismos radical y peronista, así como los
militares, propugnaron que había que encontrar un modelo argentino propio sin
ningún tipo de injerencia extranjera. Combinar las tradiciones con el
desarrollismo, una modernidad conservadora auténticamente argentina",
añade.
"¿Por qué no se alcanzó ese país normal?
Para unos por el populismo, para otros por la izquierda revolucionaria, para
otros por el imperialismo, para otros por las dictaduras militares o el
peronismo; en general, por existir una conspiración internacional para evitar
que los argentinos tengamos un destino de grandeza", según García Fanlo.
El ideal de lo normal
Hoy en día, apunta Grimson, muchos argentinos
siguen mirando a EE.UU. y, sobre todo, a Europa.
"Pero con un problema: la Europa que ellos
imaginan es un lugar idealizado, donde a los mismos europeos les gustaría
vivir. No es real", aclara.
"Es algo que vemos habitualmente en
sociología: se anulan todos los problemas del otro, dejando solo los aspectos
positivos, y se idealiza. Pero eso no sirve para un país, porque todos los
países tienen problemas".
Los argentinos se refieren habitualmente a sí
mismos como un pueblo que vive de crisis en crisis, con una capacidad de
adaptación infinita.
Acostumbrados a quedarse al borde del abismo
por las sacudidas económicas y la inestabilidad política de las últimas
décadas, pero sin llegar a dar el paso al vacío.
La normalidad que muchos añoran podría
interpretarse, entonces, como ansias de estabilidad.
"Este es un país estresante", señala
Alejandro Grimson.
"Lo es en términos económicos y políticos,
porque es un país vertiginoso: los tiempos políticos son cortos cuando se la
compara con otros países de la región y no hay continuidad política. Hasta los
medios construyen la creencia de que cada diez años llega una crisis al
país", dice.
"Anormales, pero orgullosos"
Los argentinos quieren ser normales, pero no es
tan sencillo, dicen los sociólogos.
Cualquier extranjero en Argentina aprenderá en
cuestión de días que en pocos lugares hay tanta gente dispuesta a hablar mal de
su propio país… y a su vez, tanta gente dispuesta a exclamar que como Argentina
no hay otra en el mundo.
Como el vino, el fútbol o la carne argentina no
hay dos, dirán. Pero ningún país tiene tantos políticos corruptos y
"vivos" como éste, o tantos "chorros" (ladrones),
argumentarán.
Los argentinos se quejan a menudo de vivir en
"un país de m…", pero a la vez dicen convencidos que es mejor que
cualquiera de sus vecinos ("¡Si vas a las cataratas de Iguazú, mucho mejor
del lado argentino!").
Nunca me imaginé que tendría la experiencia de
vivir en el mejor y en el peor país del mundo al mismo tiempo.
"Hay una contradicción que es que por un
lado el resto del mundo está convencido de que los argentinos somos soberbios,
pedantes, arrogantes, insoportablemente creídos... y que los argentinos dentro
de la Argentina nos la pasamos hablando pestes de nuestro país", dice
Grimson.
Y al mismo tiempo, dice, "todavía existe
esa obsesión con ser los mejores, los campeones del mundo. Y esa es una trampa
para la posibilidad de ser un país normal".
"Nos impusieron que teníamos que ser
normales y a la vez nos dicen que no lo somos. Nos dicen que tenemos un destino
de grandeza y a la vez que cada vez estamos peor", argumenta García Fanlo.
"La combinación entre la frustración por
lo que deberíamos ser pero nunca llegamos a ser y esa idea de la conspiración
internacional –explica– dan como resultado algunos de esos estereotipos".
Será que al fin y al cabo, como dice el
sociólogo, "es difícil ser argentino".
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