Por qué cada vez menos personas quieren
ascender a un puesto de nivel medio
Apertura - viernes, 5 de diciembre de
2014
Hace
poco, se les preguntó a miles de empleados en EEUU si les gustaría ser
ascendidos al rango de administrador. Uno pensaría que la mayoría hubiera dicho
que sí. Después de todo, se supone que EEUU es la tierra de la oportunidad y
toda la vida corporativa está fundada en el principio de que es mejor estar en
un escalón más alto que en uno más bajo.
Sólo que no dijeron sí. Apenas un tercio de los
empleados en el sondeo de CareerBuilder dijo que les apetecía ser
administrador. Los dos tercios restantes dijeron no, gracias, prefiero el
humilde trabajo que tengo.
Dentro de las cifras había algunas variantes
deprimentemente predecibles. Por ejemplo, 40 por ciento de los hombres querían
ser ascendidos, contra sólo 29 por ciento de las mujeres. Menos predecible, los
homosexuales y las lesbianas resultaron ser más ambiciosos que los demás, con
44 por ciento de los empleados LGBT queriendo ser líderes. No tengo ni idea de
qué comprueba esto, excepto que después de haber tenido cierto éxito derrotando
la homofobia, se sienten optimistas.
¿Entonces, por qué la mayoría no quieren ser
administradores? Más de la mitad explicó que les gustaba el trabajo que tenían
y por lo tanto no tenían por qué cambiarlo. Esto me parece una excelente razón.
Dado que la pirámide es más ancha en el fondo, es bueno que mucha gente se
sienta feliz haciendo lo que hacen. Solamente es una vergüenza que estemos tan
enganchados a la idea del progreso que les damos poca importancia a las vidas
que se viven así.
Cerca de un tercio del grupo dijo que lo que no
les gustaba eran las largas horas y la responsabilidad que acompaña ser
administrador – lo cual es justo.
Una pequeña minoría no quería ofrecerse para un
ascenso porque no estaban calificados. Ésta es la única mala razón que se dio –
es una vergüenza y un desperdicio. Hay muchas cosas que impiden que las
personas se conviertan en grandes gerentes, pero la falta de cualificaciones
formales casi nunca es una de ellas.
Implícito en todo esto hay una verdad que las empresas
tratan de callar. Ser administrador de nivel medio es el trabajo menos
agradecido que se ha inventado. Los empleados no son idiotas – ellos ven los
que hacen sus superiores y piensan: de ninguna manera.
Si alguien todavía se aferra a la fantasía que
va a ser agradable ser administrador de nivel medio, un importante estudio
publicado la semana pasada en la página web del Harvard Business Review,
clarifica las cosas. Miró a empresas que juntas empleaban a 320,000
trabajadores, y examinó el perfil del 5 por ciento menos feliz.
Los investigadores esperaban hallar que estos
16,000 miserables empleados fueran los más pisoteados soldados de infantería, o
incomprendidos genios maniáticos, o los incompetentes sin esperanza que iban a
ser despedidos en cualquier momento.
En vez, hallaron el que el típico perfil de los
miserables sin rescate era algo diferente. Eran mayormente administradores de
medio nivel y medio funcionamiento. Eran a los que les iba perfectamente bien y
habían estado trabajando en la empresa de cinco a diez años. En otras palabras,
deberían haber sido la sal de la tierra, o por lo menos el pegamento que
mantiene intacta la empresa.
Estos administradores ofrecieron una letanía de
razones por su miseria: se sentían poco apreciados, sobrecargados de trabajo,
nunca escuchados, estancados y con sentimientos de insignificancia. Pero sobre
todo se quejaban de que sus superiores no hacían mucho.
¿Qué se puede hacer? Los autores de este sondeo
concluyen débilmente que es una cuestión de liderazgo.
“Todo empleado merece un buen líder”, dicen.
Bueno, sí, pero todo el mundo merece todo tipo de cosas en la vida que
frecuentemente no consiguen, incluyendo buena salud, libertad de expresión y
tres comidas al día.
La mayoría de nosotros no tenemos buenos
líderes y, aun si los tuviéramos, no ayudaría mucho a los que están en el
medio. Casi todas las empresas son necesariamente disfuncionales, y el lugar
donde la disfunción duele más se encuentra a la mitad de la jerarquía.
De las personas que conozco que más detestan su
trabajo, todos están estancados en su puesto. Su trabajo consiste en
implementar malas decisiones que otros han tomado. Su trabajo consiste en
asumir responsabilidad por cosas que no son su culpa. No pueden ni subir ni
bajar de cargo. Les azotan las tormentas de oficina más que a nadie. No es
bonito.
El verdadero problema no está arriba. Está
abajo. Es cómo persuadir a gente decente y trabajadora que vale la pena tratar
de superarse. Dado lo malo que luce el camino hacia arriba, no es sorprendente
que aquellos que se embarcan en él y surgen victoriosos en la cima
frecuentemente terminan desfigurados. Mientras tanto, algunos de los que
triunfarían en la cima se quedan al pie de la cima, habiendo decidido
sabiamente no escalar la montaña.
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