¿Qué está haciendo internet con
nuestra inteligencia?
El Confidencial - martes, 11
de noviembre de 2014
“En este momento, perder el
smartphone es lo más parecido a sufrir un ictus cerebral”. Esta afirmación,
dicha por un neurocientífico, debe darnos que pensar. Las nuevas tecnologías de
la información (TIC) ofrecen gigantescas posibilidades, pero la rapidez con que
se han implantado, y la profundidad con que han cambiado nuestra vida social,
laboral y económica nos han impedido comprender bien sus efectos. Por ejemplo,
están transformando el modo como gestionamos nuestro propio cerebro.
Toda actividad cambia el cerebro,
porque en eso consiste precisamente el aprendizaje, pero las TIC lo hacen de
una forma especialmente poderosa. Son “tecnologías de la inteligencia”. Hay, en
efecto, tecnologías que permiten cambiar el entorno material, producir objetos
nuevos. Y hay otras que cambian la propia inteligencia que las ha inventado. El
lenguaje, la escritura, la notación algebraica y musical, el libro o los
ordenadores, por ejemplo. Desde el punto de vista del aprendizaje, posiblemente
las TIC están produciendo los mayores cambios desde la aparición de la
escritura. Conviene recordar que entonces surgieron voces alarmadas advirtiendo
que guardar la información en libros disminuiría la inteligencia humana.
Uno de esos recelosos del libro
fue Sócrates, que pensaba que nadie se esforzaría en aprender nada si podía
leerlo. Séneca contó la historia de un patricio romano que, sin duda para
evitar la lectura, hizo que cada uno de sus esclavos aprendiera un libro de
memoria. Ellos podrían darle la información necesaria, en cada caso. La
situación se repite, porque hoy día mucha gente piensa ¿para qué voy a aprender
algo si puedo encontrarlo en Google? Estoy seguro de que encontraremos un modo
de desactivar tan peligrosa idea.
Las nuevas tecnologías que
configuran la inteligencia de los usuarios y sus modos de sociabilidad están
dirigidas por la mera expansión tecnológica y por sus aplicaciones económicas.
Todo lo que la técnica pueda hacer, antes o después se hará. Por eso es tan
importante una reflexión social sobre la técnica. Y el mundo de la educación
tiene la obligación de hacerla.
Las TIC como parte del sistema
educativo
Se nos pide que enseñemos a
utilizar las TIC. Estoy de acuerdo, porque nuestros alumnos viven y van a vivir
en ese entorno, pero eso no significa enseñarles los trucos tecnológicos –esos
los conocen muy bien–, sino enseñarles a usar inteligentemente la tecnología.
“Un burro conectado a internet sigue siendo un burro”, y lo que necesitamos es
que delante de la pantalla haya personas inteligentes y lo más instruidas
posible, para que no caigan en la tentación de pensar que conectarnos a una
máquina inteligentísima nos hace automáticamente inteligentes.
Para decir algo sensato sobre tan
complejo asunto, debemos conocer los efectos –buenos y menos buenos– que
produce la interacción continuada de cerebro y máquina. Empezamos a tener
información de cómo influye en la memoria, la atención y la inteligencia
emocional. Nicholas Carr resumió alguna de las investigaciones más llamativas
en su libro Superficiales (Taurus). La gestión de la información que el
ordenador permite nos obliga a reformular una parte del aprendizaje, en
especial lo referente a la memoria a largo plazo, que es la estructura básica
de la inteligencia. En ella están contenidos no sólo los datos, sino los
procedimientos, las destrezas, los hábitos, los esquemas emocionales.
El cambio en el funcionamiento de
la memoria
Picasso pintaba desde su memoria,
Rafael Nadal juega desde su memoria, y nos enamoramos todos desde la memoria.
Sin la memoria, ni siquiera reconoceríamos a la persona amada o a la pelota de
tenis. Gracias a las TIC, la memoria a largo plazo puede estar dividida.
Una parte puede residir en el
cerebro y otra parte en el ordenador. Si acertamos al hacerlo, la inteligencia
puede aumentar su capacidad de una manera extraordinaria, pero hay que saber
hacerlo. La tarea del aprendizaje es construir la propia memoria y, por lo
tanto, también esa memoria compartida, depositada en el ordenador, que no es
Google, sino la selección y organización de datos elaborada por cada uno.
Información inmediata: memoria a
corto plazo
Esta es la gran posibilidad, pero
ahora debo hablar de un persistente problema. El estilo de acceso a la
información que favorecen las nuevas tecnologías –rápido, en formatos
multimedia, en hipertextos, en mensajes rápidos, gamificados– facilitan las
multitareas, permiten manejar muchísima información en pantalla, desarrollar
velocidad de asociación y respuestas, pero el paso a la memoria a largo plazo
es difícil.
Nuestros jóvenes manejan
muchísima información en lo que llamamos “memoria de trabajo”, pero luego
recuerdan muy poco. Esto quiere decir que debemos perfeccionar nuestros
sistemas de aprendizaje para aprovechar las ventajas de las TIC y reducir sus
contraindicaciones.
La influencia de las TIC en los
comportamientos sociales
En el mundo emocional sucede lo
mismo. Nos permite estar siempre socialmente conectados, pero a través de un
medio virtual. Las relaciones presenciales comienzan a hacerse pesadas, complejas,
e incomprensibles. Sigo desde hace años la obra de Sherry Turkle, profesora del
MIT, es decir, del gran vivero de innovación tecnológica, que lleva treinta
años estudiando la repercusión psicológica del uso masivo de nuevas
tecnologías. Es autora de una trilogía imprescindible: El segundo yo (es decir,
el ordenador personal), La vida en la pantalla (sobre el atractivo de la vida
virtual) y Alone Together (sobre el nuevo sentido de la intimidad, de la
sociedad y de la compañía). Parece que está cambiando la idea de identidad
personal y de relación social.
Estudios de la Universidad de
Stanford muestran que se está reduciendo drásticamente el tiempo dedicado a
interacciones personales directas, lo que puede ir debilitando las redes
neuronales dedicadas a la vida social real. Ayer, en un restaurante, una
familia comía cerca de mí. Los padres y dos hijos adolescentes. Cada uno estaba
pendiente de su móvil, y no creo que cruzaran más de veinte palabras entre
ellos.
La toma de decisiones en la
sociedad digital
Jaron Lanier, una gran figura de
la tecnología, reconocido como una de las personalidades más influyentes del
mundo en 2011 por la revista Time, inventor de la tecnología de la realidad
virtual, alerta de la dilución del individuo en la “inteligencia colectiva
informática”, en su libro titulado Contra el rebaño digital. Cabe la
posibilidad de que renunciemos voluntariamente a tomar decisiones, y se lo
encomendemos al sistema digital.
Todas estas dificultades pueden
resolverse, si nos damos cuenta de que son dificultades. Por eso conviene
llamar la atención sobre ellas. Las TIC han llegado para quedarse, cada vez
serán más poderosas e inteligentes, y nos obligarán a desarrollar un nuevo modo
de inteligencia capaz de aprovecharlas bien.
Con mi equipo de investigación
trabajo en un modelo de inteligencia que me parece muy prometedor.
Para conseguir el máximo provecho
de las TIC sin depender excesivamente de ellas, conviene fortalecer las
“funciones ejecutivas” de la inteligencia humana. Es decir, que la capacidad de
dirección, de elección, de toma de decisiones debe estar en el sujeto, que
sabrá manejar adecuadamente la información, esté en su memoria neuronal o en su
memoria informática. Enfocada de esta manera, la función principal de la
inteligencia no es manejar información, sino manejar la información, las
emociones, las motivaciones, las fortalezas necesarias para tomar decisiones
adecuadas y realizarlas.
No abandonarnos a la inteligencia
de las máquinas
No podemos caer en el espejismo
de reducirlo todo a información. Eso ha sucedido en la economía y nos hemos
encontrado con una hipertrofia de la economía virtual, y un maltrato de la
economía real. La acción es la culminación de la inteligencia, y todo lo demás,
TIC incluidas, son servidores útiles. Si tenemos esto claro evitaremos la
excesiva dependencia de las máquinas, sin dejar de aprovecharse de ellas. En su
reciente libro Atrapados. Cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas,
Nicholas Carr recuerda que en 2013 la Administración Federal de Aviación de
Estados Unidos dirigió a los pilotos un comunicado en el que les pedían que
utilizaran las operaciones de vuelo manuales cuando fuera posible.
Varios graves accidentes habían
revelado que el exceso de automatización podría llevar al deterioro de la
capacidad del piloto para "sacar eficazmente a la aeronave de una
situación no deseada". Es un buen ejemplo para comprender las ventajas y
los riesgos de las TIC. Los sistemas informáticos han aumentado
espectacularmente la seguridad de los aviones, no sólo mediante los sistemas de
vuelo, sino también gracias al uso de “simuladores de vuelo” para el
aprendizaje de los pilotos. Pero pueden convertirse en un peligro si los
pilotos olvidan que ellos son la “inteligencia ejecutiva” del aparato. Pues lo
mismo nos pasa a todos.
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