SEMILLAS PLANETARIAS
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A la estrella HD169142 se le clasifica en
la selecta categoría de los discos de
transición para formar planetas.
Una de las grandes cuestiones de la ciencia es
cómo se formó el sistema solar, en particular cómo se formaron los planetas,
incluyendo el nuestro. Desde luego, las respuestas no son sencillas, pero
observar otros sistemas planetarios en plena construcción y analizar su luz da
pistas muy importantes a los científicos.
Precisamente en días pasados, dos grupos
independientes de investigadores —uno de ellos encabezado por astrónomos de
México y España— publicaron los resultados de observaciones hechas con un
conjunto de antenas ubicadas en el estado norteamericano de Nuevo Mexico y con
un telescopio enclavado en el desierto chileno, que capta la radiación
infrarroja de objetos celestes. El objetivo fue estudiar uno de los pocos
sistemas conocidos en una etapa sumamente joven, justo como se cree que fue
nuestro sistema solar, pero hace más de 4000 millones de años.
Érase una vez...
Dejando de lado que las distancias en el cosmos
son enormes, las estrellas jóvenes siempre se encuentran embebidas en las
partes más densas de grandes nubes de gas y polvo, haciendo imposible su
detección y estudio directo con telescopios que captan la luz visible —la misma
que percibimos con nuestros ojos—. Ante esto, los astrónomos recurren a
observaciones con instrumentos sensibles a “otros tipos de luz”, como la
infrarroja o las ondas de radio.
Mientras las estrellas nacen —un proceso que
puede durar varios cientos de millones de años— muchas reacciones interesantes
suceden. Una de ellas es la formación de un disco que alimenta poco a poco a la
joven estrella y que tiempo después será el hogar de los primeros planetas,
asteroides y cometas. Los astrónomos llaman a estas estructuras “discos
protoplanetarios”, y debido al gas que los envuelve son muy difíciles de
detectar en las etapas más tempranas, cuando los granos de polvo han comenzado
a formar los primeros prospectos planetarios.
Un ejemplo de estos raros semilleros de
planetas se encuentra a 145 años luz de la Tierra, en dirección de la
constelación de Sagitario y es llamado HD169142 (el nombre —nada poético—
corresponde al número en un catálogo iniciado a finales del siglo XIX por el
astrónomo inglés Henry Draper).
“Al principio no estaba muy entusiasmada [con
el proyecto]”, confiesa Mayra Osorio, veracruzana radicada desde hace varios
años en Granada, España, primera autora de uno de los artículos científicos y
astrónoma especialista en las primeras etapas de la formación estelar. Sin
embargo, “el objeto parecía prometedor y queríamos obtener una imagen que
revelara la apariencia de HD169142”, dice la investigadora del Instituto de
Astrofísica de Andalucía.
La evolución de las semillas planetarias
Pero ¿qué pasa dentro de los discos
protoplanetarios? Desde hace varias décadas la comunidad astronómica parece
tener consenso en algunos aspectos generales: justo en la parte media de los
discos (la rebanada central, digamos) los granos de polvo se amontonan de
manera esporádica y forman piedritas cada vez mayores, mientras todo el
material, incluido una gran cantidad de gas, gira en torno a la nueva estrella.
Las altas temperaturas, producto de violentos
impactos y la radiación estelar, provocan que los pedruscos más grandes se
apelmacen unos con otros hasta formar enormes bolas del tamaño de montañas. Al
aumentar la masa y el tamaño de estas “semillas planetarias”, la atracción
gravitacional hace el resto y pronto —en términos astronómicos—, lo que era un simple
grano de polvo estelar se transforma en algo parecido a un planeta, casi como
cualquiera de los que hay en nuestro sistema solar.
Aunque el proceso parece terso, no lo es:
grandes piedras convertidas en asteroides chocan unas con otras, pulverizando
algunas y fusionando otras. Algunos cuerpos de gran tamaño son golpeados y
sacados de su órbita para dirigirse a su estrella, donde serán consumidos por
ella. Otros salen fuera del disco y probablemente nunca más regresarán.
Aún más, la observación directa de las primeras
etapas había quedado oculta hasta hace pocas décadas, cuando la tecnología
permitió iniciar la detección de luz infrarroja y ondas de radio desde
distancias interestelares.
“Aunque en los últimos años se han descubierto
más de 1700 exoplanetas —planetas en otras estrellas—, solo en muy contados
casos se ha obtenido una imagen, y todavía no se ha logrado una de un planeta
en formación”, dice la doctora en astrofísica por la Universidad Nacional
Autónoma de México.
Ver lo invisible
En su investigación, los astrónomos usaron el
conjunto de 27 antenas “Very Large Array” para observar, simultáneamente, las
débiles ondas de radio emitidas por los granos de polvo en HD169142 y que
después fueron sumadas, limpiadas y analizadas en supercomputadoras
(probablemente usted conoce este conjunto de antenas por la película Contacto,
con Jodie Foster). Cada pequeño grano de polvo, de los millones de millones que
tiene el disco, emite y dispersa radioondas que son captadas por estos
radiotelescopios y que nos proporciona información sobre su tamaño,
temperatura, composición química y distribución en torno a la estrella.
“Las imágenes de radio muestran la emisión de
los granos que ya han alcanzado tamaños de varios centímetros, mientras que las
imágenes infrarrojas son especialmente sensibles a la emisión de los granos de
polvo microscópicos”, dice la Dra. Osorio.
Precisamente, el segundo grupo de astrónomos
que estudió HD169142 realizó observaciones con un telescopio nada convencional:
su espejo mide 8.2 metros de diámetro, el edificio que lo alberga equivale a
uno de ocho pisos y sus cámaras fotográficas son instrumentos de última
generación que toman imágenes de luz óptica e infrarroja. De hecho, el
telescopio que usaron Maddalena Reggiani, primera autora del segundo artículo
científico, y sus colaboradores, es uno de cuatro iguales instalados en el
Cerro Paranal, en el desierto chileno de Atacama, a 2600 metros sobre el nivel
del mar. Los cuatro impresionantes telescopios pueden ser usados al unísono
para observar el cosmos y obtener mucho mejores imágenes; al cuarteto
astronómico se le llama “Very Large Telescopes”.
Difícil pero fascinante
En conjunto, las imágenes de radio e infrarrojo
confirman la existencia de un disco de polvo y gas en torno a la estrella.
Pero, además, muestran la existencia de dos zanjas con mucho menos material, y
la ubicación de dos probables planetas en plena formación. Los surcos o gajos
son la firma física de que parte de los materiales protoplanetarios están siendo
barridos y atraídos por grandes cuerpos. “A HD169142 se le puede clasificar
dentro de la selecta categoría de los llamados ‘discos de transición’, es
decir, ¡de transición para formar planetas!”, dice Mayra Osorio.
El surco interno mide de 1 a 20 veces la
distancia de la Tierra al Sol —una unidad de medida llamada unidad astronómica,
equivalente a unos 150 millones de kilómetros—, mientras que el externo va de
30 a 70 veces. Poniendo nuestro sistema solar como escala, la primera zanja
estaría entre la órbita de la Tierra y de Urano, y la segunda, desde la órbita
de Neptuno y hasta más allá del Cinturón de Kuiper (una región formada por
asteroides, rocas medianas y pequeñas, cometas y hogar de al menos tres
planetas enanos: Plutón, Haumea y Makemake).
Dentro de la primera franja, las imágenes en
infrarrojo revelaron un cuerpo enorme, que podría ser un planeta gigante en
formación o incluso la semilla de una pequeña estrella. Las observaciones de
radio mostraron también un segundo candidato a planeta en el gajo externo,
aunque las imágenes en infrarrojo no son del todo concluyentes. En cualquier
caso, los cuerpos que se están formando en el disco de HD169142 tienen tamaños
y masas muy superiores a nuestro gigante Júpiter.
Los dos grupos de astrónomos ya están
trabajando para obtener mejores observaciones con los radiotelescopios y otros
telescopios infrarrojos en Tierra. “No sé si lograremos nuestro objetivo
final”, concluye la Dra. Mayra Osorio, “[pero] este es uno de los proyectos más
difíciles en que me he involucrado, aunque también uno de los más
fascinantes”.
Vicente Hdez es divulgador y escritor de
ciencia.
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