Enseñanzas bolivianas
INFOnews - martes, 14 de octubre de 2014
En Bolivia, la inflación anual durante 2013 fue
del 6,48 por ciento. Cuando terminaba ese año, el gobierno de Evo Morales, por
decreto, estableció que abriría una línea de crédito para la vivienda popular
con una tasa anual del 5,5% (por debajo de la inflación) a la cual podían
acceder todos aquellos que, sumando los salarios de dos integrantes de la
familia, llegaran a 7500 pesos bolivianos por mes. Para tener dimensión de
cuánta gente se beneficia con esos créditos hipotecarios, basta ver que el 85%
de los asalariados ganan entre 3000 y 5000 pesos. Es decir, es accesible para
la gran mayoría de los trabajadores formales que conformen una familia o vivan
en pareja. Los créditos llegan al equivalente de unos 70 mil dólares (con siete
pesos bolivianos se compra un dólar). Los plazos son largos y la autoridad
financiera impone a los bancos cuál es el porcentaje del salario para
establecer las cuotas mensuales. A su vez, ese decreto abrió la posibilidad de
renegociar –hacia abajo– las tasas de quienes ya habían tomado crédito
hipotecario antes de ponerse en vigencia estas tasas negativas (por debajo de
la inflación). Un pequeño detalle que el lector no debe dejar de lado: cuatro
meses antes de este decreto, Bolivia hizo una drástica reforma de la ley de
entidades financieras.
Hay analistas políticos argentinos que ahora
ven a Evo Morales rubio y de ojos celestes porque dicen que Bolivia puede tomar
crédito internacional a una tasa muy baja (entre 4 y 6% anual). Deberían
recordar que en el Estado Plurinacional hay sectores privados que bufan con
desesperación ante el recorte feroz que hizo Evo a la renta financiera. Al
respecto, vale la pena citar los conceptos de Kurt Koenigsfest, presidente de
la Asociación de Bancos Privados de Bolivia, brindados en mayo pasado a la
revista América Economía: "Esta nueva ley propicia un alto grado de
intervención del Estado en la gestión de las entidades y no brinda la seguridad
jurídica necesaria que el país requiere para las inversiones. Muchos temas
sustantivos no son precisados en la ley. Se deja a discreción del Ente Rector
del Sistema, a la cabeza del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas,
establecer muchas cosas mediante decretos supremos." Uno mencionado por el
líder de la banca privada es "definir anualmente qué porcentaje de las
utilidades de las entidades financieras se deberán destinar para fines de
cumplimiento de su función social o, sencillamente, prohibir la distribución de
dividendos y ordenar la reinversión de utilidades".
Claro, la reforma financiera boliviana se hizo
cuando el Banco Central había juntado 14.500 millones de dólares en reservas
internacionales, contra los 1700 millones que tenía cuando Evo asumía la
presidencia en enero de 2006. La pregunta obligada es ¿cuál fue la clave de
semejante repunte de dólares? Y la respuesta es simple de enunciación pero muy
compleja de ejecución: el 1 de mayo de aquel 2006, apenas cinco meses después
de asumir, Evo nacionalizó los hidrocarburos. Desde entonces, en ocho años, el
Estado capturó una renta de 17 mil millones que antes iba a las empresas
privadas. En cifras descomunales: antes las multinacionales se quedaban con
ocho de cada diez dólares de las ganancias hidrocarburíferas y el Estado sólo
con dos dólares, mientras que en los últimos ocho años la proporción fue
exactamente inversa. Después del petróleo y el gas, llegó el turno de las
telecomunicaciones, la minería, la electricidad. La frutilla del postre fue la
reforma financiera. Ese cambio permitió que en ocho años, el PBI se triplicara
y la pobreza fuera reducida drásticamente. Evo Morales ganó con el 60% de los
votos porque supo conducir un cambio sostenido en la producción y distribución
de las riquezas, con estabilidad económica y cambiaria. Logró, sin violencia,
un cambio drástico respecto de quiénes son los ganadores y los perdedores.
A la hora del necesario debate que precisa la
Argentina sobre modelos económico-sociales sustentables, el caso boliviano
viene muy bien. Quizá no para transpolar experiencias en realidades distintas,
pero sí para revisar muchas de las marchas y contramarchas de una Argentina en
la que prácticamente no hubo cambios sobre la estructura de propiedad de las
áreas claves, en los motores de la economía que siguen en manos de los sectores
privados transnacionales. La estatización de las AFJP en noviembre de 2008 fue
una medida que permitió fondear una cantidad de programas sociales. Luego, en
abril de 2012, fue la ley que dejó en manos del Estado el 51% de las acciones
de YPF y abrió un camino, todavía difícil, para intentar un camino heterodoxo
en materia de gas y petróleo, en un momento donde el déficit de la balanza
comercial energética le cuesta a la Argentina unos 6000 millones de dólares. La
nueva legislación en materia de hidrocarburos no es para nada una vuelta de
campana al despojo realizado en los '90 con la provincialización de la
titularidad de los yacimientos y la privatización de YPF. La nueva ley busca
homologar los criterios para el cobro de regalías provinciales, de la alícuota
del impuesto de ingresos brutos, para que las compañías privadas y la YPF mixta
puedan tener más previsibilidad, al tiempo que alarga los plazos de las
concesiones, ya que las inversiones para gas y petróleo no convencional (Vaca
Muerta) son mayores que para los yacimientos convencionales. Respecto de Vaca
Muerta cabe consignar que el socio estratégico de YPF, por el momento, es la
norteamericana Chevron, con la que tiene un acuerdo hermético protegido del
conocimiento público porque formalmente se trata de dos sociedades anónimas.
En la Argentina, se cobran retenciones a las
exportaciones de granos, con lo cual se fondea buena parte del Presupuesto
nacional y se coparticipa una parte de esos recursos para las provincias. Sin
embargo, todo el procedimiento del complejo agroalimentario está en manos de
transnacionales. No hay prácticamente ninguna intervención del Estado. Y,
aunque estén sujetas a control de Aduana y AFIP, el procedimiento de registro
es una amable Declaración Jurada de Venta al Exterior. El sector minero está
dominado por multinacionales que explotan los yacimientos con la modalidad
"a cielo abierto", con graves riesgos ambientales y en la mayoría de
los casos con bajísimos controles de las autoridades públicas provinciales,
socios en la práctica de esas empresas. Por herencia del neoliberalismo, las
multinacionales mineras tienen una "estabilidad fiscal" de tres
décadas a partir de 1993. No hubo un debate para ver cómo se sale de la trampa
de ese modelo.
La Argentina puso en marcha muchas medidas
contracíclicas y muchas políticas activas de empleo que legitiman el carácter
popular de estos once años de gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. La
recuperación de los ingresos, así como de los derechos laborales y sociales, es
un hecho difícil de discutir. Tan importante resulta ese proceso que todos los
estudios de opinión pública indican que la presidenta conserva el apoyo de una
parte importante de la sociedad. También tiene capacidad institucional como para
impulsar proyectos legislativos y cambiar políticas. Sin embargo, el Estado
ocupa lugares muy contradictorios: amplió derechos sociales pero mantuvo
esquemas de subsidios a empresas privadas con concesiones heredadas del
neoliberalismo que significaron partidas presupuestarias mucho más elevadas
que, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo. Mientras algunos
empresarios sacaron partida de esos mecanismos otros, mayoritariamente pequeños
y medianos, se desarrollaron con un crecimiento del mercado interno.
Esas pymes, junto con el sector público, son la
clave del empleo en la Argentina. Y en muchos lugares del país se desarrollaron
parques industriales con beneficios de tasas municipales e impuestos
provinciales y créditos a tasas preferenciales. Esas experiencias podrían
potenciarse con decisión política y buenos esquemas de gestión y control. Pero,
claro, si se desarrollaran redes de comercio minorista con claro sentido
popular, por mencionar un área sensible en tiempos inflacionarios, habría un choque
con otro de los sectores concentrados muy beneficiados en estos años.
El gran problema de la Argentina de hoy no es
la incidencia de los factores externos, sino que la estructura concentrada de
renta privada no fue cambiada. El bajo coeficiente de deuda externa es uno de
los alivios de esta época y al mismo tiempo un logro contundente de Néstor y
Cristina Kirchner. Puertas adentro los problemas macro son delicados: del
superávit fiscal y comercial, así como de elevadas reservas en el Banco
Central, se pasó a una etapa de déficit fiscal, de un alto coeficiente de
importaciones energéticas e industriales y de baja pronunciada en las reservas
del Central. Por motivos que quizá sean difícil de vislumbrar en este último
tramo del gobierno, las variables macroeconómicas pasan un mal momento. Desde
ya, a la encrucijada se suma la presión de los buitres. Si en el último año de
gobierno de Cristina y en los próximos años se busca la llamada profundización
de esta etapa es preciso caer en la cuenta de qué papel debe tener el Estado
como titular de recursos estratégicos y como regulador de la renta. En caso
contrario será muy difícil avanzar en reformas claras, más allá de la retórica,
que permitan consolidar la soberanía.
Es ingenuo pensar en que Argentina pueda emular
a Bolivia. Tampoco parece posible que Argentina se parezca a Paraguay o a Perú,
cuyos PBI crecen en estos años, pero sin producir ningún beneficio para los
sectores populares. Tampoco la Argentina se parece a Brasil, que tiene una
burguesía poderosa y que cuenta con una banca privada y pública al servicio de
las empresas que se expanden dentro y fuera de ese inmenso país. En estos años,
en cada encuentro de mandatarios regionales, sea en el marco de la Unión de
Naciones Suramericanas (Unasur), del Mercado Común del Sur (Mercosur) o de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) se pueden escuchar
sesudos análisis y discursos respecto de las capacidades estratégicas que tiene
esta región privilegiada del planeta en recursos naturales y cultura en común.
Hace falta poner en práctica esos sueños. Quizá este triunfo de Evo Morales
permita templar los ánimos de quienes tengan la valentía y el equilibrio que
tuvo y tiene el líder cocalero.
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