De la Argentina-satélite a una Argentina
satelital
INFOnews - miércoles, 15 de octubre de
2014
"La democracia... no es el despotismo
absoluto de las masas, ni de las mayorías; es el regimiento de la razón. La
soberanía es el acto más grande y solemne de la razón de un pueblo libre. ¿Cómo
podrán concurrir a ese acto los que no conocen su importancia?... ¿Los que por
su voto imprudente podrían comprometer la libertad de la Patria y la existencia
de la sociedad?... Para emancipar las masas ignorantes y abrirles el camino a
la soberanía, es preciso educarlas."
(Esteban Echeverría. Dogma Socialista)
Once años de revolución cultural, de
despabilamiento colectivo, de progresiva democratización de neuronas –como hace
poco señaló la presidenta–, de nacionalización de neuronas, de nacionalización
de empresas y resortes estratégicos, de recuperación de derechos y nuevas conquistas,
de la economía subordinada a la política, de federalismo verdadero. Once años
con el pueblo adentro y revirtiendo el despotismo absoluto de la oligarquía;
once años para que las "masas ignorantes" pusieran en jaque el
paternalismo oligárquico histórico. Los cancerberos del orden semicolonial se
miran al espejo de una Tecnópolis invadida por cabecitas negras y se descubren
avejentados y anacrónicos. ¿Educar a las masas? ¡Si las masas se están educando
solas! La reacción no entiende que es un reactor nuclear ni un satélite
geoestacionario ni su necesidad para un país-granero del mundo. ¿Medicina
nuclear? ¿25 mil kilómetros de fibra óptica? ¿Sistema Satelital Geoestacionario
Argentino de Telecomunicaciones?
La oligarquía se torna obsoleta e incompatible
con una Argentina en tránsito irreversible hacia su modernización,
industrialización y democratización popular y profunda. Bartolomé Mitre les
refriega por la cara su ineficiencia parlamentaria en reciente artículo
"Los candidatos con desempeño deslucido en Diputados". Magnetto, por
su parte, le ordena a su jefe de prensa disparar contra la oposición. Más que
los improperios, importa destacar esta frase: "¿Qué es lo que siento yo,
Lanata, como ciudadano? Que estoy completamente desprotegido."
¿Desprotegido, Jorge? Es "el regimiento de la razón" semicolonial
–continuando la doctrina de Echeverría– el que se advierte crecientemente
desprotegido, con su "cultura satélite" en decadencia y su mentalidad
estancada en el Centenario. Su mejor y única arma, ahora que los regimientos (a
los que recurrieron siempre) les fueron vedados, sigue siendo esa alianza entre
burguesía rentista, antinacional y antipopular (que aún controla precios y
cadenas productivas) y una oligarquía agropecuaria y sus socios extranjeros dominadores
de renta, producción, comercialización, precios, fletes, puertos e insumos
vinculados a nuestro recurso emancipador por excelencia: el agro. Escudándolos:
medios de comunicación y Poder Judicial afines. A sus flancos, un sindicalismo
reaccionario y la tradicionalmente cómplice ultraizquierda. Sin embargo, tanto
poder resulta insuficiente para sostener en pie a la semicolonia. Mañana, justo
cuando el primer satélite argentino despegue rumbo a su órbita espacial, se
podrá observar en simultáneo la caída en picada de la Argentina-satélite.
DEFINIENDO A LA SEMICOLONIA
Refiriéndose al "país" que éramos a
comienzos del siglo XX –y que bien se aplica a lo que fuimos entre 1955 y mayo
de 2003– el historiador francés Maurice Crouzet opinaba: "La Argentina, 'el
sexto dominio británico', es el ejemplo clásico de un Estado que disfruta de
una independencia nominal pero que en realidad es la semicolonia de un país
industrial: las fábricas de gas, los ferrocarriles, los tranvías, las grandes
empresas frigoríficas, las fábricas de conservas, son de propiedad inglesa y
son los barcos ingleses los que transportan a Europa –principalmente a Gran
Bretaña– los productos agrícolas: trigo, carne, cuero que son exportados, y los
que llevan a la Argentina los productos manufacturados necesarios, ingleses en
su mayor parte." (La Época Contemporánea. Pág. 16). La semicolonia es la
"nación" donde el paternalismo oligárquico aplica a sus anchas su
patriarcalismo agrario, despótico, excluyente y empobrecedor de masas. Nuestras
clases selectas se nutren y perpetúan en un contexto de pueblo vencido, que es
el contexto semicolonial. De esa derrota, de un pueblo deprimido, anestesiado y
excluido obtienen la fuerza para tornarse casi inexpugnables.
DE LA GALÁCTICA MENEMISTA AL ARSAT-1
En tiempos de semicolonia y al precio de
convertirse en una Argentina-satélite de terceras naciones, el obsesivo deseo
de pertenecer al Primer Mundo deviene en política de Estado. La incorporación
es, como fue a partir de 1880 y hasta 1945, letal para las clases populares,
tal y como lo demostró Bialet Massé. Para la Sociedad Rural, la inserción es en
calidad de Patio Trasero o no es. A propósito, el español Ortega y Gasset,
luego de su visita por la Argentina (la portuaria) a fines de los años treinta opinó:
"El argentino habla idiomas europeos, no contiene sino ideas europeas; la
arquitectura de su forma corporal es inequívocamente europea. Vive, pues,
entregado, pero no a una realidad sino a una imagen." Ahora adaptemos la
notable descripción de nuestra oligarquía que supimos conseguir al caso
satelital que aquí nos incumbe. En los noventa, la administración semicolonial
que nos regía nos prometió ser parte no sólo del Primer Mundo sino también de
Mundos Extraterrestres. ¿Recuerda el lector cuando Carlos Menem, en 1996, nos
propuso erigirnos en Galáctica? El diario La Nación, en su nota del 5 de marzo
de 1996, recogía textualmente las palabras del ex mandatario: "...dentro
de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual
desde una plataforma que quizá se instale en la provincia de Córdoba esas naves
espaciales con todas las seguridades habidas y por haber van a salir de la
atmósfera se van a remontar a la estratósfera y desde ahí podrán elegir el
lugar a donde quieran ir". El mismo diario agregaba al final, sin una
pisca de ironía ni crítica alguna, la inconcebible frase con la que el ex
presidente comunicaba nuestro ingreso al cosmos: "en una hora y media
podemos estar desde la Argentina en Japón, en Corea o en cualquier parte del
mundo", gracias a una plataforma que incluirá "por supuesto los
vuelos a otro planeta el día que se detecte que en otro planeta también hay
vida". ¡Por favor! Infelizmente, Menem no nos llevó a Pandora, el planeta
del film Avatar; debió contentarse con entregar nuestro programa satelital para
telecomunicaciones a un consorcio europeo.
PARADOJA SATELITAL: LA CULTURA SATÉLITE CONTRA
EL ARSAT
El menemismo del siglo XXI, tanto en su versión
añeja (Macri) como renovada (Massa) anticiparon a sus jefes Magnetto y Mitre
que, en caso de llegar a la Rosada, desmantelarán/privatizarán ARSAT y el Plan
Nacional Satelital. Parafraseando al poeta británico pro-imperialista Thomas
Eliot, una vez más la "inconfundible cultura satélite" haciendo
estragos en las colonizadas mentes de dos exponentes políticos de la oligarquía
argentina. ¿Cómo definía Eliot dicha aberración cultural? En su libro de 1948
La unidad de la cultura europea: Notas para una definición de la cultura hay
una excelente definición: "La inconfundible cultura satélite es la que
conserva su lengua estando, sin embargo, asociada a otra y dependiendo de ella
hasta tal punto, que no sólo determinadas clases sino toda la población se ve
en la obligación de ser bilingüe" (Pág. 89). Nótese las semejanzas con las
citas de Crouzet y Ortega y Gasset. Más adelante, Eliot explicaba el proceder
de mentes como las de Mauricio y Sergio como "...aquellos para quienes la
adopción por parte de una cultura más fuerte ha significado el éxito personal,
un poder, prestigio y riquezas mayores de los que hubieran alcanzado si su
suerte hubiera quedado circunscrita a su lugar de origen" (Ob. Cit. Pág.
90). La paradoja satelital resuelta.
DE LA ARGENTINA SATÉLITE A LA ARGENTINA
SATELITAL
Unos meses antes de relanzar el Plan Nuclear
Argentino, Néstor Kirchner promulgaba, en abril de 2006, la Ley que creaba la
Empresa Argentina de Soluciones Satelitales S.A. (AR-SAT), empresa que habría
de funcionar bajo el ámbito del Ministerio de Planificación. Su objetivo:
diseñar y construir en el país, por sí o mediante terceros o en asociación con
terceros, satélites geoestacionarios de telecomunicaciones. La imagen de una
empresa satelital autóctona no agradó al diario de la oligarquía argentina.
¿Martín Fierro al espacio? Naves espaciales y satélites sí, mas siempre y
cuando sean provistos por empresas del Primer Mundo. Diego Cabot, periodista
del diario La Nación escribió en julio de 2013: "La mayor crítica [a la
idea de Ar-SAT] es que no se divisa una estrategia de mediano plazo que
conteste qué, para qué, cómo y dónde". Todavía aguardamos la crítica del
periodista a la Galáctica de Carlos y la reivindicación del Plan Nacional Satelital.
En fin, qué maravilloso día mañana jueves para una Argentina satelital. Cuando
el ARSAT-1 esté funcionando, el Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de
Telecomunicaciones entrará en operaciones y, con él, Internet para los
científicos en la Antártida, televisión directa a los hogares argentinos a
través de la Televisión Digital Abierta, defensa de las posiciones orbitales
soberanas que fueron asignadas al país a mediados de los ochenta, conexiones
telefónicas a lugares de difícil acceso, conectividad con idéntica calidad en
todo el territorio nacional así como en Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y
demás países del corredor andino, incluso hasta EE UU.
El impulso al desarrollo de una industria
espacial nacional avanza a paso de vencedores, lo mismo que nuestra soberanía
satelital y en telecomunicaciones.
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