CORRER CON NÚMEROS
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La cantidad de información sin
adulterar a la que pronto tendremos acceso día con día hará que los “big data”
parezcan tan pintorescas como “navegar en la red”.
En los próximos años, el término
“big data” llegará a parecer ingenuo, como cuando la “supercarretera de la
información” dio paso al “internet” en 1995.
Estamos entrando a una era de big
data personales, y su impacto en nuestras vidas rebasará el del internet. Los
datos responderán con certidumbre preguntas que nunca antes pudimos contestar,
preguntas cotidianas como si ese vestido en verdad la hace ver gorda, o
preguntas profundas sobre cuánto vivirá usted precisamente.
Cada 20 años más o menos, una tecnología
poderosa sale del terreno del uso privado de los expertos y llega a las manos
de las masas. A finales de la década de 1970, la computación hizo esa
transición, de los ordenadores centrales en cuartos cerrados de vidrio a las
computadoras personales en los escritorios. A finales de la década de 1990, los
primeros navegadores de red hicieron que las redes de computadoras, las cuales
habían sido para los laboratorios científicos y los militares, fueran
accesibles para cualquiera de nosotros, dando origen al internet actual.
Cada transición desencadenó una
explosión de innovación y transformó el trabajo y el ocio. En 1975, 50 000 PC
se usaban en todo el mundo. Veinte años después: 225 millones. La cantidad de
usuarios de internet en 1995 alcanzó los 16 millones. Hoy son más de 3 000
millones. En gran parte del mundo, es difícil imaginarse la vida sin un acceso
constante tanto a la computación como a las redes.
La década de 2010 será el gran
momento en que los datos salgan del armario. Recabar, acceder y rebuscar
conocimientos en bases de datos enormes y profundas ha sido una capacidad
encerrada dentro de las empresas por demasiado tiempo. La computación en la
nube y los dispositivos móviles ahora posibilitan que uno haga fila en el baño
durante un juego de béisbol mientras accede a un gigantesco poder computacional
y bases de datos. En el otro extremo, los dispositivos conectados como el
termostato Nest o el monitor de salud Fitbit y las aplicaciones de los
teléfonos inteligentes recaban cada vez más tipos nuevos de información sobre
las acciones y los hábitos personales del día a día, convirtiéndolos en datos
sobre nosotros mismos.
Que el mundo está inundado de
datos tal vez sea tan obvio como decir que Lady Gaga se viste gracioso. Pero lo
revolucionario que marcará el inicio de la nueva era es la capacidad de darle
sentido a los datos de maneras que permitan a los humanos no tecnológicos
interactuar con ellos, aprender de ellos y usarlos.
Más del 80 por ciento de los
datos hoy día no está estructurado: revoltijos de videos de YouTube, artículos
noticiosos, ensayos académicos, comentarios en redes sociales. Los datos no
estructurados han sido casi imposibles de buscar, analizar y mezclar con otros
datos. Una nueva generación de computadoras —sistemas computacionales
cognitivos que aprenden de los datos— leerá tuits o libros electrónicos o verá
videos, y comprenderá su contenido. En cierta forma como los cerebros, estos
sistemas pueden vincular diversos trozos de datos para dar respuestas
verdaderas, no solo resultados de búsqueda.
Tales sistemas pueden trabajar
con un lenguaje natural. El progenitor es la supercomputadora Watson de IBM que
ganó en Jeopardy en 2011. Las Watson de la próxima generación funcionarán como
un Google superpoderoso. (Google hoy es un pelele de búsqueda de datos en
comparación con lo que se viene.)
Los deportes nos ofrecen un
vistazo a la era de los datos. La temporada pasada, la NBA instaló en todas las
arenas una tecnología que puede “observar” un juego y registrar, en 48 minutos
de acción, más de 4 millones de puntos de datos sobre todo movimiento y tiro.
Con nada más eso se podría producir nuevos conocimientos para los entrenadores
de la NBA, como cuál grupo de cinco jugadores pasa el balón con más eficiencia.
Pero añada eso, por ejemplo, a un
balón lleno de monitores hecho por 94Fifty que rastrea el arco del balón y el
efecto de cada tiro, analiza los datos y envía los resultados a una aplicación
telefónica. Mezcle eso con datos sobre las ondas cerebrales, la frecuencia
cardiaca, el sudor y otras lecturas biológicas recopiladas en un aparato del
tipo de Fitbit. Ahora un jugador podría empezar a comprender lo que hace
exactamente en todo sentido cuando juega a su máximo, y puede tratar de
recrearlo en cada juego.
No falta mucho para que ese tipo
de datos y de análisis se filtre al nivel del mercado de masas, tal como lo
hicieron las computadoras e internet. En otra década, el equipo de la escuela
de su hijo tendrá el mismo tipo de datos y los considerará rutinarios.
En la industria restaurantera,
“nos hallamos en este punto de inflexión interesante de los big data y la
comida”, dice Justin Massa, director ejecutivo de la compañía incipiente de
datos restauranteros Food Genius. “Es inevitable. Va a suceder. Estamos construyendo
la tecnología ahora, sabiendo que los datos llegarán”.
Los datos sobre la ingesta son
generados por menús en sitios web, reservaciones en OpenTable, sistemas de
inventario en restaurantes, reseñas en Yelp y pings de ubicación GPS de los
teléfonos celulares. Los datos nos permitirán saber cosas que nunca supimos que
podríamos saber. Dele un par de años y alguien abrirá un restaurante que sea
capaz de aprovechar los datos para determinar el menú ideal que atraiga al
grupo demográfico correcto en ese vecindario. Un análisis con referencias
cruzadas de datos sobre el gusto humano y la química de la comida podría
sugerir una especialidad de la casa que nadie pensó antes, como una fusión
suizo-tailandesa de quiche de espárragos, un platillo que una computadora creó
recientemente.
La impresión en 3-D está
convirtiendo a los objetos físicos en datos. En Shapeways, los productos del
sitio web existen solo como diseños digitales hasta que un cliente los ordena.
El producto entonces es construido en una impresora 3-D industrial y enviado.
Conforme los objetos se convierten en datos, podemos saber más de ellos y
personalizarlos fácilmente: toda persona será capaz de crear sus propios
zapatos o muebles. “Tendremos un mundo de artículos hechos completamente a la
medida”, dice el futurista Paul Saffo.
Las computadoras cognitivas se
están haciendo buenas en cuanto a recabar datos de videos: identificando
objetos, rastreando movimientos, incluso observando reacciones faciales para
determinar estados de ánimo. Una aplicación futura podría usar videos para recabar
datos sobre su apariencia y pasar una imagen por algoritmos para darle una
opinión honesta de cómo se le ve ese atuendo, salvando a su cónyuge de
responder esa pregunta.
Biosensores que no son más
invasivos que un tatuaje temporal pronto enviarán flujos de datos sobre su
condición física a una aplicación telefónica que se conecte con
mega-computadoras a través de la nube. Usted obtendrá información veraz con
respecto a si un medicamento está funcionando. De hecho, la próxima generación
de píldoras vendrá con una aplicación recetada que rastree la efectividad y se
lo reporte a usted.
Conforme millones de personas
usen biosensores, estos generarán cantidades increíbles de datos anónimos sobre
la salud, la condición física, la enfermedad y la longevidad, tesoros
monstruosos de información que provocarán conocimientos vanguardistas sobre el
cuerpo. En la era de los datos, todos seremos capaces de recabar nuestros datos
personales y usarlos para consultar las grandes cantidades de información para
aprender cosas específicas de nosotros mismos. Una de las preguntas que usted
podría hacer es: ¿cuándo moriré? El sistema podría darle una fecha, basada en
sus hábitos actuales, y mostrarle cómo el cambiar ciertos hábitos alterará la
fecha.
Piense de nuevo en la vida antes
de las computadoras personales y la internet. Incluso si alguien le hubiera
dicho que con el tiempo llevaría una computadora en su bolsillo que siempre
estuviera conectada a redes globales, se le habría dificultado muchísimo lo que
eso significaría: imaginarse WhatsApp, Siri, Pandora, Uber, Evernote, Tinder.
Conforme los datos de cualquier
cosa se vuelven ubicuos y democratizados, colocados arriba de las computadoras
y las redes, ellos desencadenarán la explosión tecnológica más espectacular que
se haya visto. Podemos ver las primeras etapas ahora. “Big data” ni siquiera
alcanza a describir la enormidad de lo que está por venir.
GOOGLE HOY ES UN PELELE DE
BÚSQUEDA DE DATOS EN COMPARACIÓN CON LO QUE SE VIENE.
Gracias a la gran cantidad de
información, podremos predecir desde un partido de béisbol hasta nuestra
muerte.
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