La increíble historia de Bernie
Ecclestone, el dueño de la Fórmula 1
El Cronista - agosto de 2014
Le dicen el patrón, y no están
muy errados. En cualquier deporte de primer nivel mundial sería casi imposible
encontrar un hombre que acumule tanto poder. Pero además, Bernie Ecclestone es
una caricatura de personaje: multimillonario, excéntrico, siempre rodeado de
mujeres hermosas, mucho más jóvenes -y más altas- que él con su 1.60 de
estatura.
Más allá de la caricatura es el
hombre que le cambió la cara al automovilismo, que un día se lo adueñó, y que
cuando se vio amenazado de perderlo buscó cualquier maniobra para impedirlo. Y
si bien acaba de zafar de la cárcel gracias a una jugada con su sello, esa
lucha desesperada por mantener el negocio puede costarle el fin de su reinado.
Ecclestone escapó el martes a un
juicio de corrupción donde se enfrentaba a 10 años de cárcel. Fue acusado de
sobornar a un banquero con u$s 34 millones para mantenerse con el control de la
empresa que tiene los derechos comerciales de la Fórmula 1. No zafó con pruebas
de inocencia, sino pagando u$s 100 millones para cerrar el caso, la mayor cifra
que haya recibido la Justicia alemana por un acuerdo extrajudicial. Eso
impedirá saber si Ecclestone fue culpable o no. Mientras tanto, el banquero
está preso por haber aceptado esa plata, en una jugada magistral de Bernie.
Su historia
Como lo marca el manual de los
hombres de su estilo, Ecclestone se hizo a sí mismo. Hijo de pescadores
humildes, vendió autos cuando tenía 20 años, y llegó a la Fórmula 1 para ser
manager del piloto Johan Rindt, que murió en pocos años después.
Los siguientes pasos fueron
decididos. Compró la escudería Brahbam, con lo que ganó un lugar en la mesa de
decisión de la Fórmula 1. Tuvo la visión para darse cuenta que la categoría
podía ganar mucho más dinero. Por eso convenció a las escuderías que tenían que
cambiar la forma de vender sus derechos: en lugar de por carrera, Ecclestone
propuso venderlas como un paquete.
Dueño por 100 años.
Ya con poder, fundó la empresa
Formula One Promotions and Administration (luego cambió de nombre varias
veces), que en 1979 adquirió los derechos comerciales de la Fórmula 1. Lo hizo
mientras era gerente de la FOCA, la organización que reúne a todas las
escuderías. Sí, leyó bien, firmó el contrato ocupando ambos lados del
mostrador. Y en 2005 logró uno de los acuerdos más vidriosos de la historia:
compró en u$s 360 millones y ¡por 100 años! los derechos comerciales de la
Fórmula 1, aunque comparte sus ganancias en un 49% con los equipos. O sea que,
mientras les asegure que la plata ingresa, nadie protestará demasiado. De hecho,
en 2011 la Fórmula Uno ganó u$s 1.500 millones en derechos comerciales
negociados por Ecclestone.
Lo arrinconaron y salió
El oleaje más peligroso para
Bernie no vino desde los circuitos sino desde los mercados. A principios del
2000 enfrentó varias demandas de monopolio de parte de empresas que querían
entrar al negocio. Tuvo que dividir capitales, que quedaron bajo el paraguas de
Formula One Group, y salió a cotizar en bolsa a través del fondo de inversión
SLEC. Varios fondos como Bayerische Landesbank , J.P. Morgan Chase y Lehman
Brothers se interesaron, compraron y luego avanzaron para hacerse con el
control de las acciones y terminar con su dominio.
Ecclestone siguió luchando: a
través de otro fondo (CVC Capital Partners), y logró que uno de esos bancos
(Bayerische) le vendiera su parte para conseguir otra vez el control de la
empresa. Pero allí pisó el palito: la Justicia empezó a investigar un soborno a
Gerhard Gribkowsky, banquero de Bayerische, por u$s 34 millones para aceptar la
venta de acciones. Gribkowsky inculpó a Ecclestone, que quedó entre la espada y
la pared. En enero tuvo que renunciar temporalmente a la conducción de la
gerencia de Formula One Management, para encargarse de su defensa hasta que
terminara el juicio, en el que reconoció haber pagado, pero dijo que había sido
chantajeado y que para evitar más problemas aceptó pagar los u$s 34
millones.
El juicio acaba de terminar sin
consecuencias. Pero en el medio, este hombre de 84 años ha sufrido uno de los
mayores sacudones de su historia. Y por fin, puede dejar de ser el dueño.
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