Una coyuntura internacional de
polarización
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Informe realizado por Roberto Sáenz a
propósito de la actual coyuntura internacional durante la Conferencia Anual de
nuestra corriente internacional realizada durante la última semana de febrero.
La misma contó con la participación de compañeros de Costa Rica, Brasil, Francia
y la Argentina, excusándose de asistir por razones de fuerza mayor los
compañeros de Honduras y España. En las sucesivas ediciones de nuestro
periódico, así como en la revista teórica de nuestra corriente (de próxima
aparición), iremos presentando informes políticos y de actividad de los
agrupamientos de nuestra corriente, así como las conclusiones del punto de
actividad y construcción de la reunión.
Lo que sigue será una suerte de
pantallazo de algunos de los aspectos centrales de la actual coyuntura
internacional, adelantando la definición de que los desarrollos en curso en
Ucrania, Venezuela y otros centros de la lucha de clases internacional están poniendo
sobre la mesa un momento marcado por la polarización en las relaciones
políticas, geopolíticas y / o de clases en algunos de los escenarios más
candentes de la lucha de clases en el orbe.
I. Sin cerrarse en el centro, la
crisis económica de desplaza a la periferia
La base económica de la situación
mundial es que se vive una recuperación mediocre o, más bien, una circunstancia
de desigual estancamiento en el centro del mundo, con marcadas diferencias
entre EE.UU. (con una leve dinámica ascendente), la UE (marcada por el
raquitismo en sus desarrollos) y Japón (algo mejor, pero no mucho, que años
atrás), que no significa el cierre de la crisis histórica abierta desde 2008, y
que como particularidad a subrayar (porque tiene elementos de una tendencia),
se está viviendo un traslado de la crisis a los países BRIC y, sobre todo, a
las economías emergentes, lo que está generando una coyuntura de “tembladeral”
en varios de ellos: Turquía, Argentina, Venezuela, etcétera.
Esto último tiene su importancia
porque en el desarrollo de la crisis desde 2008 subrayamos que tenía un “doble
circuito”, dándose la paradoja de que había impactado de lleno en el centro del
mundo, pero que entre los BRIC y los emergentes se vivía una suerte de “ciclo
ascendente” que salvo en el apogeo de la crisis en el 2009, había seguido su
marcha y era un contrapeso al desarrollo de la crisis en su conjunto. Hoy este
ciclo económico ascendente de los emergentes se está terminando (ya en el
editorial del número anterior de nuestra revista señalábamos que estaba
concluyendo el “desacople”), y esto está teniendo consecuencias económicas,
sociales y políticas como se están viviendo en países como Venezuela y la
Argentina, en menor medida Brasil y Turquía, entre otros.
Dentro de esto, el principal
interrogante estructural es acerca de las perspectivas económicas de China:
hace tiempo vive un cierto “aterrizaje” económico; sus índices de crecimiento
han retrocedido en algo (del 10 o 12% anual que llegó a alcanzar por largos
años, hoy día está en algo más del 7%), aunque siguen siendo muy altos para los
estándares internacionales. La pregunta es cuál es la perspectiva, la dinámica
de este retroceso relativo. Esto tiene importancia, entre otras varias cosas,
porque de China depende el “súper ciclo de las materias primas” que se ha
vivido a lo largo de la última década, y que da la sensación que ha alcanzado
un techo a partir del cual la tendencia es a una lenta pero sostenida reducción
(aquí hay que diferenciar las materias primas agrarias y las hidrocarburíferas;
los analistas no se ponen de acuerdo sobre si seguirán una trayectoria común).
El menor consumo desde China, el descubrimiento de nuevos métodos y yacimientos
(el shale oil y shale gas en EE.UU., que anticipan según algunos un autoabastecimiento
en materia energética en el próximo lustro), incluso el nivel de inversiones en
el sector, parecen augurar esta tendencia a la baja en el precio de las
materias primas.
II. Un escenario de tensiones
geopolíticas crecientes
Desde el punto de vista
geopolítico, es evidente que se vive un proceso de transformaciones; como ya
habíamos señalado un año atrás, el terreno geopolítico es quizá el que muestra
transformaciones más amplias, aunque sus alcances todavía sean difusos. El
centro de estas modificaciones son, en definitiva, las relaciones mutuas entre
Estados Unidos y China. Está en curso un retroceso relativo de la hegemonía de
los Estados Unidos y un lento pero sostenido proceso de ascensión de China (y
Rusia e India, pero a otro nivel) a las “grandes ligas” mundiales. Los
fundamentos materiales del poderío chino y su ascenso en la “escala hegemónica”
plantean un problema de definición del país que debemos estudiar. Es
capitalista: capitalista de Estado para mayor precisión; de eso no hay duda.
Pero el problema de su estatuto desde el punto de vista de sistema mundial de
estados es una cuestión más compleja a ser estudiada. En todo caso, que China
esté cumpliendo un rol “progresivo” y de “pívot de un nuevo orden mundial”
(como afirman algunas corrientes populistas, o gobiernos como el del chavismo,
Cuba y otros, e, incluso, intelectuales como el fallecido Giovanni Arrighi), es
una falacia mayúscula que no resiste el menor análisis.
Dentro de estas modificaciones en
curso en la configuración geopolítica; o más bien en lo que hace a las
relaciones internacionales, ahora se está viviendo una crisis inédita: la
crisis de Ucrania, el ascenso de un gobierno pro occidental y el control
militar de Crimea por parte de Rusia están mostrando que las contradicciones
geopolítica tienden lentamente a crecer. En todo caso, la de Ucrania es la
crisis geopolítica potencialmente más grave en las dos ultimas décadas y hace
parte del clima de polarización internacional que venimos señalando.
Esta crisis en curso contrasta
con un 2013 que había sido en gran medida de “detente” en materia de relaciones
internacionales. Esto producto de que los Estados Unidos han comenzado una
cierta retirada en orden de Medio Oriente, luego del fracaso relativo de la
línea militarista en Irak y Afganistán, bajo la divisa de una reorientación
estratégica hacia Asia-Pacífico. Esto es lo que da uno de los fundamentos del
“curso de acción diplomático” respecto de Siria e Irán, con sendos acuerdos que
se han puesto en marcha bajo los auspicios de Rusia y EE.UU., lo que destacaba
ya el rol de Rusia y el peso de su poderío militar, aunque sea hoy una potencia
de segundo orden en materia económica (su fuerte son los recursos naturales).
Sin embargo, ahora, la crisis en
Ucrania introduce una “distracción” en la tendencia de EE.UU. a enfocarse en el
Pacífico y tiende a ubicar en un lugar más “asertivo” a la Rusia de Putin,
poniendo sobre la palestra la crisis geopolítica potencialmente más grave en
muchos años.
III. El ciclo de rebeldía no
termina
En lo que hace a la lucha de
clases internacional, lo que se ha vivido en 2013 es la confirmación de que
transitamos un ciclo mundial de rebeliones populares. No es que todo el mundo
esté en rebelión, y no es lo que busca atrapar la definición. Busca, sí, dar
los rasgos más salientes de los procesos donde hay procesos profundos. Y, en
ese sentido, se trata de una caracterización aportada por nuestra corriente que
se ha confirmado en todo sentido. Por los alcances y también por la dificultad
en superar determinados límites.
En 2013 se sumaron al ciclo una
serie de países de gran importancia; economías emergentes de gran peso como el
caso de Brasil y Turquía y que en el caso del primero, venía de una estabilidad
histórica que llevaba dos largas décadas. Hoy esa estabilidad ha quedado
cuestionada, aunque los desarrollos no sean mecánicos ni se pueda decir que
haya un ascenso de conjunto, orgánico, de las luchas obreras.
En cualquier caso, lo que hay que
subrayar es que el ciclo de rebeliones populares ha llegado a países más
grandes que antiguamente, incluyendo ahora el proceso de grave polarización que
se está viviendo en Ucrania, con toda su complejidad. Al mismo tiempo, se debe
apreciar de manera concreta la evolución del ciclo en total y de cada uno de
las regiones o países en que está en desarrollo.
a. El giro reaccionario en el
mundo árabe
En primer lugar, por la
radicalidad de los enfrentamientos, el mundo árabe, cuyo centro está en Egipto,
marcado por una evolución muy contradictoria que ha dado lugar al golpe de
Estado del Ejército de mediados del año pasado, abriendo una situación
reaccionaria que habrá que ver qué alcances tiene en su conjunto.
Siguiendo con el mundo árabe,
está la tendencia a una suerte de salida reaccionaria en Siria. Al Assad ha
recuperado parte del terreno que había perdido, con la complicidad de Rusia y
el imperialismo yanqui. Una nota contradictoria a estos desarrollos es la
situación de Turquía, una de las noveles rebeliones estalladas en 2013.
Subiendo desde el mundo árabe al
Este europeo, algo ha comenzado a moverse allí. Es el caso de Rumania, las
movilizaciones contra el desempleo en Bosnia y, ahora, el proceso muy
contradictorio en Ucrania.
b. Grecia como laboratorio de la
lucha de clases mundial
Los países de la UE son sede de
los esfuerzos más importantes estabilizadores del capitalismo imperialista
(EE.UU. es un “mundo aparte”, que después abordaremos); no por nada se trata
del centro del mundo. Sus países más dinámicos son, sin lugar a dudas, en
primerísimo lugar Grecia y luego España. En el segundo caso, se está en una
coyuntura más bien reaccionaria. Es una sociedad movilizada, ha habido
sinnúmero de conflictos, y el desprestigio del gobierno es inmenso; la gente
tiene un bronca tremenda. Pero no se logra desbordar a la democracia burguesa
(los casos de corrupción del PP quedaron en la nada), ni a la burocracia
sindical, ni la encerrona parlamentarista del PSOE, y, para colmo, parece que
el PP se mantiene primero en las encuestas…
Pero lo más importante es, sin
duda alguna, el caso de Grecia, el más radicalizado de Europa; uno de los
principales “laboratorios” mundiales de la lucha de clases. El gobierno
conservador de Nueva Democracia se ha sostenido hasta ahora pronto a cumplir
dos años ya, lo que no es poco, dadas las circunstancias. Pero no se descarta
una salida anticipada y convocatoria a elecciones, que podría ganar Syriza, que
viene “haciendo la plancha” con una oposición sólo parlamentaria. Existe aquí
una desigualdad. El movimiento obrero, sindical y social ha dado enormes
batallas, también en 2013, pero se encuentra frente a una serie de límites para
ir a un escalón superior. Sin embargo, en lo que puede ser una cierta tónica
también en otros países, el elemento más dinámico en el último período ha sido
el político-electoral. Crecen las expectativas alrededor de un triunfo eventual
de Syriza, un dato de importancia político-electoral en general, y para la
izquierda en particular, sobre todo la europea.
Francia parece estar en “otro mundo”:
hay un bajo nivel de conflictividad; la derrota de 2010 no logra ser remontada
aún, y está muy bien en las encuestas para las elecciones europeas la extrema
derecha del Frente Nacional; el NPA aparece hundido y desmoralizado.
c. Claroscuros en América Latina
Pasemos ahora a Latinoamérica.
Aquí hay notas discordantes. Por un lado, está el estallido de junio en Brasil,
sin ninguna duda un desarrollo progresivo, pero marcado por enormes contrastes
y mediaciones dado que se parte de muy atrás; entre otros, el control por parte
del PT y la CUT del movimiento obrero organizado, y otros desarrollos y
tremendas desigualdades como los elementos de despolitización y antipartidismo
que campean entre amplios sectores de la juventud. De cualquier manera, que el
gigante brasileño comience a ponerse en movimiento es un dato mundial de enorme
magnitud.
Como contrapunto de este
desarrollo, está el caso de Venezuela, donde el proceso de degradación del
chavismo vive pasos agigantados, en estos momentos bajo una coyuntura de
desborde desde la derecha que, si no alcanza a ser un golpe de Estado, sin
embargo es de magnitud y gravedad. Y aun así un desenlace no es tan simple por
lo que significa la reaccionaria oposición burguesa escuálida para las grandes
mayorías populares. La provocación de semanas atrás, que continúa en
desarrollo, debe colocarse en este contexto.
De cualquier modo, la situación
en Venezuela es muy grave. Porque es muy
difícil que decante hacia la izquierda; mucho más probable es que lo termine haciendo
hacia la derecha. Aunque esto hay que verlo: podría mantenerse en una suerte de
cronicidad o “impasse” por un tiempo más.
La Argentina merece un capítulo
específico por las relaciones de fuerzas que están intactas, por el peso de la
izquierda, por el carácter traumático de la transición que se está recorriendo,
etcétera.
IV. Una lenta acumulación de
experiencias
Hay que abordar someramente el
problema específico del movimiento obrero
y el proceso de recomposición. Se vive un proceso de recomposición, de
acumulación de experiencias, de emergencia de una nueva generación obrera en
determinados países. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles.
Da toda la impresión de que en
Europa –incluyendo Grecia, aunque aquí parece que con muchas más dificultades–
el brutal ajuste está pasando. Hay movilizaciones, bronca, protestas, pero la
cosa pasa, configurando esta realidad económico-social uno de los factores
principales, si no el principal, de la estabilización de la crisis en el centro
del mundo. Y no sólo la UE, sino, en primerísimo lugar, los EE.UU., donde las
luchas no han estado a la altura de los ajustes y la redistribución
reaccionaria de la riqueza que la crisis ha operado y figura en todos los
análisis, y donde el movimiento Occupy parece estar en retroceso.
Universalmente hablando, ha
habido una serie de luchas obreras de importancia en el último año: las obreras
textiles de Bangladesh contra la barbarie en sus condiciones de trabajo; los
mineros sudafricanos contra circunstancias similares; la triunfante huelga de
la basura en Madrid y otras de estatales y docentes; las sostenidas luchas
sindicales, de estatales y docentes, y paros generales en Grecia. Pero ir a un
escalón superior en la experiencia no parece cosa fácil, ni tampoco superar las
direcciones tradicionales. Esto debemos estudiarlo más, pero todavía no parece
que estemos ante un escenario dónde la clase obrera es la que comienza a darle
su impronta a los asuntos radicalizándose cualitativamente en su irrupción y
métodos de lucha.
V. Una coyuntura de polarización…
y de ciertas definiciones
Por otra parte, y como muy
importante novedad del último período en cierto modo (en puridad, con
antecedentes en la última década), un desarrollo particularmente progresivo y
nuevo en el proceso de la recomposición, es
que se ha dinamizado en determinados países lo que venía de más atrás:
el factor político, e incluso político-electoral.
Esto se puede ver desde Grecia,
pasando por Costa Rica hasta la Argentina. Es un dato dinámico de enorme
importancia: desde la izquierda radical hasta la izquierda roja comienzan a
sacar votos, aunque esto no configure todavía realmente un proceso de
radicalización en el sentido pleno de la palabra, lo que es otro elemento de
importancia y que en la Argentina hemos discutido con el FIT, para tener la
medida de las cosas. Porque la radicalización ya depende de un paso ulterior:
un ascenso de conjunto en la lucha de clases.
En suma, el ciclo internacional
está completamente abierto; inclusive tuvo el último año nuevos desarrollos y
podría sumar más en otros lugares del mundo. Lo que se está viviendo ahora es
un momento de polarización en varios de sus “países sede”, y más allá. Al mismo
tiempo, las dificultades para ir a una maduración ulterior no son tan fáciles
de superar; incluso en algunos casos pueden producirse “rebotes” hacia la
derecha y dar lugar, también, a retrocesos y derrotas, incluso graves. Los
casos más dramáticos en ese sentido son Egipto y sobre todo Venezuela, porque
Egipto no es un lugar de vanguardia en el terreno político estrictamente
hablando. Venezuela sí, y de impacto internacional por cuenta del “socialismo
del siglo XXI” y cuestiones más estructurales que hacen a la contraofensiva
neoliberal.
Esto nos lleva a plantear una
definición de conjunto de la coyuntura. La crisis se ha mediatizado en el
centro del mundo, pero sin resolverse. El centro de la crisis se traslada a los
emergentes. El ciclo de rebeliones populares se extiende geográficamente a
nuevos países y regiones, pero no logra ir a un escalón superior de
radicalización de conjunto. La democracia burguesa y la burocracia sindical
mantienen su control de conjunto, aunque desprestigiadas, y hay un proceso de
recomposición y cierto desborde político-electoral que son la gran novedad de
la coyuntura en general.
El año pasado dijimos que se
había abierto una coyuntura de statu quo o impasse dinámico, abierta sobre todo
a partir de que la crisis se había mediatizado y que el euro no había
estallado; también de que en Grecia las cosas no habían “pasado a mayores”, en
general, como subproducto de los límites del ciclo. ¿Cómo podemos definir las
cosas hoy?
Los elementos más dinámicos son
el traslado a la periferia de la crisis, y los procesos de desplazamiento
político a izquierda en el contexto de una crisis y un ciclo que se sigue
extendiendo pero puede ir, en algunos casos, a definiciones. Es probable que la
definición más ajustada sea la “estabilización relativa” en el centro, el
traslado de la crisis a la periferia, la extensión del ciclo de rebelión
internacionalmente hablando y una tendencia en el próximo período a
definiciones (para un lado o para el otro) en determinados países: Grecia,
Egipto, Venezuela, Ucrania y la Argentina, por poner algunos lugares. Hacia la
derecha o hacia una radicalización ulterior, lo que no es algo menor.
VI. El retorno del debate
estratégico
Concomitante a todo esto está la
reapertura del debate estratégico en la izquierda: los problemas planteados por
el fracaso del chavismo, el acceso parlamentario de la izquierda revolucionaria
y la eventualidad de un gobierno de Syriza, un atípico gobierno “reformista” de
izquierda.
Y, junto con lo anterior, los
problemas de la construcción de partidos y la lucha de tendencias políticas
internacionales en un contexto donde la izquierda parece estar planteándose (en
perspectiva) mayores responsabilidades. Todo esto sin perder de vista que
todavía los procesos de recomposición obrera son incipientes; que la
radicalización política vienen más atrás que los elementos de “conciencia
progresiva” y simpatía difusa hacia la izquierda, y que en general lo que está
planteado es dar pasos en la construcción de fuertes partidos de vanguardia
orgánicos en el seno de la clase obrera y comenzar a recorrer, a partir de
allí, el camino hacia una mayor influencia entre sectores más amplios. En todo
caso, esto plantea una lucha de tendencias agudizada en el seno de las
corrientes revolucionarias, lucha estratégica que es fundamental desarrollar en
cada país y como un todo a la hora de la construcción de nuestra corriente.
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