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viernes, 27 de noviembre de 2009

Talento


¿Existen los bateadores oportunos o son frutos de la casualidad?


En cualquier deporte y en particular en el béisbol, existe una condición tan escurridiza como el éxito, un atributo que para muchos forma parte de ciertas habilidades innatas.



Se trata de la capacidad física y sobre todo mental, que tiene un pelotero para imponerse en los momentos más difíciles, cuando la tensión alcanza su máximo. Lo que se traduce en el contacto oportuno de un bateador, en la entereza y sagacidad de un lanzador para sacar los outs imprescindibles, o incluso quizás, en la habilidad de un fildeador para hacer las grandes jugadas en las situaciones más comprometidas.



No nos referimos a un determinado pelotero que merecidamente se inscribe en la historia por un gran hit o una atrapada soberbia, sino a esos que repiten protagonismo en los momentos comprometidos.



Aquellos que en opinión de los fanáticos son capaces más o menos consistentemente de inclinar la balanza, especialmente en los partidos en que se determinan posiciones, se batalla en la postemporada o se discute una medalla en un torneo internacional de relevancia.



A pesar de la extraordinaria importancia de dichas actuaciones definitorias, del reconocimiento de sus protagonistas y de lo que a todas luces parecería evidente, hasta ahora los índices estadísticos se han quedado cortos al cuantificar este tipo de desempeño.



Por ejemplo, a mediados de los 80 surgió el llamado RISP-Runners In Scoring Position (promedio de bateo que logra un jugador con corredores en posición anotadora - 2da y/o 3ra base).



Este índice intentaba evaluar el llamado clutch hitting (bateo oportuno) y aunque representó un paso en la dirección correcta, no ha conseguido establecer una consistencia estadística, básicamente porque los peloteros que aparecen entre los primeros diez en una o dos temporadas varían extraordinariamente en las siguientes.



Reconocidos analistas del béisbol como Bill James, Paul Dickson, Pete Palmer y Dick Cramer, entre otros, aseguran que esta “misteriosa” habilidad para el oportunismo ofensivo es sólo un mito.



El propio Cramer, hace más de 30 años, tratando de descifrar este “fenómeno”, publicó un estudio al respecto en Baseball Research Journal. En su investigación, la varianza (estimado de la divergencia o variabilidad de una variable aleatoria) de sus muestras (peloteros y períodos previamente seleccionados) era tan alta que daba la impresión que los números muestréales hubieran sido escogidos aleatoriamente.



En otras palabras, las variaciones estadísticas al azar (la casualidad) estaban detrás de estos supuestos “momentos mágicos” y por tanto, los batazos oportunos no se asociaban a una habilidad especial del pelotero para producir en situaciones de compromiso, sino simplemente a la casualidad. Hoy podía ser uno y mañana otro.



Por esas razones, para la mayoría de los estadistas beisboleros tradicionales, el clutch hitting o bateo oportuno no existe. Al menos en el mismo sentido en que conocemos y podemos establecer a los hombres de poder, los buenos robadores de base o los lanzadores ponchadores.



Otros estudiosos del béisbol, también de primer nivel aunque en minoría, creen que el clutch hitting sí es tan real y demostrable desde el punto de vista estadístico como correlacionar el exceso de comida con la gordura.



Ese grupo lo encabeza Tom M. Tango, uno de los pilares de la sabermétrica* y creador del LI-Leverage Index (Índice de maximización de la tensión o simplemente Índice de la tensión), una medida mucho más compleja que pondera el batazo dependiendo de la situación particular en el juego de pelota. Específicamente toma en consideración el inning, los outs y el número de corredores en las bases.



Varios de los estudios de Tango intentan develar el factor “escondido” de la regularidad o la consistencia en el grado de oportunidad de un bateador. Su objetivo es derrotar el factor aleatorio que una y otra vez aparece detrás del clutch hitting, aunque hasta ahora no lo ha logrado más allá de la duda razonable.



¿Significa esto que los oportunos batazos de estelares como Bobby Thomson, Joe Carter, Derek Jeter, Ideki Matzui, Agustín Marquetti y Lourdes Gourriel, entre decenas, han sido obra exclusiva de la casualidad y no producto de una habilidad innata o mejorada para imponerse en situaciones cruciales?



¿Significa entonces que la precepción de que esos jugadores estaban o están “hechos para esos grandes momentos” es sólo un mito imposible de probar matemáticamente?



Sí y no. Ningún deporte como el béisbol produce un número tan elevado de variables, índices y combinaciones estadísticas que buscan dimensionar la actuación de los peloteros y sus equipos, pero aún así, no logra cubrir todo el intrincado espectro de las capacidades individuales.



Por lo tanto, el que estadísticamente no haya sido probado el clutch hitting, no significa que no exista como un atributo personal. De igual manera que un gran jonrón o un ponche salvador en el juego más complicado no permite catalogar a un pelotero como consistentemente oportuno, tampoco los actuales índices numéricos.



Por ahora, seguimos a la espera de nuevos y más precisos medidores que nos permitan demostrar y avalar la opinión de los que pensamos que el bateo oportuno tiene un componente importante vinculado a la habilidad individual, y que en muestras largas eventualmente será “capturado” por la estadística.



Tal y como ocurre con el slugging para revelar a los bateadores de poder. Es por eso que comparto las ideas de Tango y su grupo, en el sentido de que determinados jugadores están más preparados para los momentos difíciles y a la larga podrían ser detectados estadísticamente.



Este tipo de virtud, mucho más genética que cognitiva, nace con el individuo, y al mezclarse con el talento, la astucia y la preparación, ha facilitado a determinados atletas salir airosos en incontables situaciones de gran tensión.



A pesar del vacío estadístico que arrastra la cuantificación del llamado bateo oportuno, aun más ausente en los departamentos de pitcheo y fildeo, no hay dudas de que la memoria de los fanáticos de aquí y de allá conservará siempre las actuaciones memorables de los peloteros que cada uno coloca en su lista de los más oportunos o de más sangre fría.



Sin importar donde, pienso por ejemplo en Tony Oliva, Mike Cuellar, El Duque, Liván Hernández, Agustín Marquetti, Lourdes Gourriel y Lázaro Vargas, algunos de los nuestros que parecían hechos para imponerse cuando el corazón de la mayoría latía más deprisa, pero no el de ellos.


*Sabermétrica: Rama de la estadística dedicada a la cuantificación más compleja del béisbol, de modo que las actuaciones individuales y colectivas puedan ser descritas, medidas y en ocasiones pronosticadas con un mayor grado de objetividad.